El Papa Francisco
Jorge Bergoglio, el jesuita argentino que, acabando con la historia de que ningún sacerdote de la Sociedad de Jesús podía llegar a ser Papa, fue ungido como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Llegó a ser Papa en momentos en los que tanto el Vaticano como la propia Iglesia Católica estaban sumidos en una crisis que afectaba muy negativamente a una religión que cuenta con más de mil millones de fieles en el mundo.
Bergoglio tomó el nombre de Francisco por Francisco de Asís el santo que con sus acciones tanto hizo por el amor y la hermandad entre todos los seres vivientes del mundo. El catolicismo requería con urgencia un cambio en la forma cómo se dirigía desde el Vaticano, un cambio que pusiera fin a los actos de corrupción de muchos altos jerarcas de la Iglesia; que enfrentara con firmeza los actos lesivos a la dignidad a la dignidad del hombre cometidos por sacerdotes y hasta por obispos; que llevara a la Iglesia a darle prioridad a la solidaridad social, a que se valiera de su prestigio para tratar de acabar con injusticias, con violaciones de los derechos humanos, que fortaleciera la espiritualidad tan venida a menos por el crecido materialismo tanto del capitalismo como del socialismo sistemas éstos con corrupción rampante.
A todos esos problemas comenzó a enfrentarse el Papa Francisco desde que fue ungido como Sumo Pontífice. No tardaron mucho los medios de comunicación y las sociedades civiles, a lo largo de todo el mundo, en reconocerlo como una de las más grandes figuras del mundo como promotor de la paz, la solidaridad social, la justicia, la búsqueda de entendimiento entre quienes se consideraban enemigos, el esfuerzo por lograr la convivencia pacífica entre los seres humanos.
Una de las acciones más importantes del Papa Francisco por contribuir a la salvación del planeta ha sido su encíclica Laudato Si’, en la que trata, entre otras cosas, del problema del calentamiento global, en la que analiza, con apoyo científico, y expone cómo el desarrollismo contribuye a acelerar ese calentamiento.
No han tardado muchos, ya sean políticos, científicos y personalidades que, a pesar de su prestigio, bien o mal habido, en atacar al Papa por una de las más importantes encíclicas del papado. Vemos, en Estados Unidos, políticos como Jeff Bush, Ted Cruz y Marcos Rubio, republicanos ultra conservadores, que atacan al Papa alegando que no tiene derecho a opinar sobre problemas del calentamiento global, de lo que contribuyen al mismo tanto las industrias, el consumismo indetenible, así como la indiferencia de quienes quieren vivir disfrutando del día, sin pensar en el futuro y en lo que ese disfrute perjudica a millones. Bush dice que esa encíclica perjudica a las industrias norteamericanas que tanto contribuyen al desarrollo económico; Ted Cruz llega incluso a pedir –dentro de su consabida ignorancia- que el Vaticano destituya a Francisco.
Pero no es sólo en los Estados Unidos dónde se manifiestan esos ataques al Papa. En Venezuela vemos cómo científicos e intelectuales arremeten contra él. Hay los sempiternos extremistas fundamentalistas que llegan incluso a decir que El Papa Francisco, Barack Obama y Raúl Castro son un trio demoníaco, por sus esfuerzos en lograr un entendimiento entre Cuba y los Estados Unidos que permita el reintegro de Cuba a la comunidad de naciones americanas, con lo que se lograría, a mediano plazo el resurgimiento de la democracia en la isla caribeña. Entre los líderes de opinión hay quien dice:
“Este Papa es un Jesuita de izquierda, que debería estar en el Centro Gumilla y no en el Vaticano. Un repetidor de todas las banalidades y lugares comunes de la izquierda internacional, y su última «Encíclica» no hace sino reiterar el anti-capitalismo de costumbre. No me explico cómo se lo calan, honestamente.”
Quien dice esto, despotricando contra el Centro Gumilla, debería estar ocupando posición importante en el “Tea Party” de los Estados Unidos.
La verdad es que el Papa Francisco es todo un personaje, y hasta es la primera vez que eso de llamarlo ´´Su Santidad´´ es como que no le sienta bien y a uno no le nace el usar dicho término para con él. Quizás con Juan Pablo II u otros, sí. Pero con este argentino, amante del balón pié y un poco fuera de lugar dentro de la ortodoxia eclesiástica, que ha puesto de cabeza al Vaticano y dice y hace cosas inusuales no es fácil acostumbrarse. Ya para algunos es mejor llamarlo don Francisco, como si fuese el portugués del abasto de la esquina. No por irrespeto, sino como el amigo de siempre al que le soportamos sus excentricidades y rarezas. Al fin y al cabo solo se es Papa una vez en la vida aunque de reinado algo largo para el gusto de algunos. Y si es ´´izquierdoso´´ , tampoco es mal de morir y la verdad es que tampoco le hace daño a nadie pues con toda y esa ´´Laudato Sí´´, las corporaciones van a continuar explotando los recursos de todo tipo y los ambientalistas protestando como siempre lo hacen y lo harán. Así que tomemos este asunto deportivamente que no hay nada peor que meterse con un cura y si es jesuita y además Papa, mucho peor. Y los señores de la ultraderecha que sigan agarrando sus ´´arrechuchos´´ porque el mentado Francisco va para rato y todo apunta a que va a seguir echando ´´varilla´´ por lo que le resta de vida…
¡ Larga vida a Su Santidad el Papa Francisco !.