El pánico de los demócratas y el mundo
El reciente debate entre el expresidente Donald Trump y el Presidente Joe Biden-inédito en los EEUU- será recordado como un evento lamentable, difícil, como lo que no debió suceder.
No entraremos en el análisis de fondo sobre el debate de ideas, porque no lo hubo. Un encuentro complicado donde el Presidente Biden hizo notoria sus [in] capacidades para responder y por ende, para desempeñar el cargo más poderoso del planeta, mientras Donal Trump hizo de la ocasión una marejada de intercambios impropios, donde se puso de lado la majestad del cargo. Que Biden responda con improperios y Trump replique con mofa, no es debate, es un mal espectáculo. Una escena minada de miedos como lo decía Da Vinci: “Aquél que más posee más miedo tiene a perderlo”, y ese sufrimiento de quien esperan un mal, puede conducir a la subyugación, a la liberación o al pánico.
Biden debió pasar el testigo…
Me comentaba un buen amigo y profesor: En la política y en la vida, es muy peligroso tener por inteligente, al astuto. Los inteligentes se reúnen con personas que saben que son más inteligentes que ellos. Los astutos-amantes del cortejo y la galbana-se rodean de ignorantes. Lo contradictorio es que a veces el inteligente necesita un poco de astucia y el astuto demanda-sin duda-de un mínimo de inteligencia. El justo medio del miedo, es el amor y la humildad. El amor que espanta el miedo. Y mientras el miedo ahuyenta la inteligencia y la bondad, la humildad, rescata el amor, rescata la luz. Por eso pienso que el debate entre Biden y Trump estuvo dirigido por miedos, por sufrimientos, por una inteligencia turbia ausente de humildad y amor, por preferir una mala combinación de astucia y tozudez.
El partido demócrata ha debido anticiparse a las consecuencias. La imposibilidad de Joe Biden de responder, pensar y desplazarse con agilidad, impide el buen desempeño de su liderazgo. No me refiero a incapacidades graves o prolijas, porque es justo reconocer que Biden es un hombre de decente y regia trayectoria; un presidente que ha tratado de reunificar su país y ha enfrentado conflictos muy complejos como la guerra contra Ucrania e Israel. Pero ello es presente y pasado. ¿Y el futuro?
Sus notorias limitaciones comienzan a tener un impacto visible y triste. El debate puso en evidencia su letargo para responder con contundencia los ataques de su oponente. En términos de gestión [económica, política exterior, seguridad y defensa, programas sociales, infraestructura]; análisis de realidades post pandémicas; terrorismo; agresiones de guerra; revisión de estadísticas: inflación, desempleo, crecimiento económico; la geopolítica: China, Rusia, Irán; los retos de paz en el Oriente Medio o en el Atlántico Norte; alianzas con Europa, Asia, Latam, Canadá, nada se abordó. Todo quedó diluido en lo personal, en lo hiriente y trivial.
Pensar que la responsabilidad de lo ocurrido se agota en Joe Biden sería simplista. Comenzando por su entorno familiar y siguiendo por su equipo de trabajo, más sus compañeros de partido, haberlo sometido a este esfuerzo, es reprochable. Algunos piensan que “un debate no marca diferencia en una campaña electoral”. Pienso que en una sociedad polarizada, donde la ventaja de uno sobre otro es pequeña, estos eventos son definitorios. Este mal-espectáculo marcó un antes y un después en la contienda Trump-Biden, en la política norteamericana. Los invito a revisar la sobriedad del debate entre Obama y Romney 2012. Creo que el elector merece respeto.
Trump es un jugador que no escatima contra su adversario, esté de pie o en la lona. Va por todo: sea personal, institucional, público o privado. Los primeros diez minutos [del debate] parecían una pelea donde ‘el árbitro’ debía parar el combate. Pero como no se trataba de un pugilato, el plató continuó. Un evento inmensamente democrático prácticamente en cadena nacional [más de 45 millones de televidentes] se convirtió en un 90 minutos de miedo y frustración. Miedo que se notaba en la mirada perdida de Biden o en la retina filosa de Trump. Miedo de los moderadores [que no supieron sobrellevar la agenda]. Miedo de los comentaristas antes y después del evento y miedo de los ciudadanos. No importa ser republicano o demócrata. Lo que importa es que estos hombres se dejaron atrapar por su sufrimiento a perderlo todo, que oscurece la nobleza y el entendimiento.
No se trata de defender un candidato por una ideología o por considerarlos buena o mala persona. Se trata de evidenciar si se tiene la habilidad para liderar un país. Es la estabilidad entre oriente y occidente, el norte y el sur. Es poder tomar decisiones por el bienestar de sus ciudadanos y la paz del mundo. ¿Puede Biden seguir al frente del cargo? ¿Puede Trump congeniar con un equipo que sea capaz de reunificar a los EEUU y enfrentar con mayor solidez los graves conflictos que afectan y que se avecinan? Biden debió pasar el testigo. Trump debió demostrar clemencia.
Los electores no son conscientes, son niños. Habemus Democracia
En Venezuela fuimos embaucados por una narrativa seductora. Después de aquel célebre “por ahora” Chávez convertido en candidato presidencial por causa de un sobreseimiento que lo libró de toda culpa tras un golpe de estado, supo conectar con una población fatigada de establishment y bipartidismo repartirto. No analizo causas ni “oferta política”, porque [Chávez] no la ofreció. Hablo de las consecuencias de su elección. Tampoco hablo de la variable personalidad. Hablo de polarización. [A Chávez] le bastó con arengar “freír en aceite la cabeza de Adecos”, y denostar de Carlos Andrés Pérez [víctima de su golpe de estado] para pasar de un 5% de preferencia a un triunfo electoral. Lo dejaron correr por libre en momentos donde hizo gala la antipolítica, la fragmentación y la astucia. Tampoco hubo consenso para unirse contra Chávez. Alfaro et al tarde piaron asistidos de un apalancamiento “notable”, que le abonó el camino al comandante que por mucho menos de lo que él hizo, ha perseguido, inhabilitado, encarcelado y torturado. No lo digo yo. Lo dice la Corte Penal Internacional de La Haya.
En política los eventos se prevén y se evitan. Era notorio lo que Chávez traería a Venezuela, insisto, en términos de fractura grupal. Es notorio lo que puede significar la polarización para EEUU y el mundo. No personalizo. Me refiero estrictamente a la polarización que acabó con Venezuela, Argentina, Nicaragua, Bolivia, Irán o Siria. La división y la violencia como hilo conductor del desmontaje institucional, constitucional y democrático. Por ese camino transita España, Colombia y México. La esperanza es que en EEUU sus instituciones son fuertes. La conciencia ciudadana es determinante y libertaria y el respeto por la constitución, más que un deber es un sentimiento. No existe una FFAA alienable, una CSJ hipotecable, un Poder legislativo intervenido o libertad de expresión con mordaza.
Pasar el testigo en términos de alternancia de poder y endoso es parte del juego democrático en EEUU. Dos periodos. No más. O uno, o menos por allanamiento o por incapacidad. Un sistema inteligente, auto controlable. En Venezuela los caudillos no saben de alternancia o relevo. EEUU es historia permanente de alternabilidad. Biden debe reflexionar de cara a su historia republicana. Rómulo Betancourt supo separarse, cediéndole a Leoni y a otros. Ahí nace la democracia, no antes. Nixon se marcha y deja a Gerald Ford. Triunfa la justicia y la institucionalidad sobre la política. Lyndon Johnson decide no aspirar a la elección [1964] y dejó el camino abierto a Hubert Humphrey quien perdió contra Nixon. Decisiones sabias, estadistas. Antes de marcharse Rómulo respetó el pacto de Puntofijo; Nixon acató la ley y Johnson dejó firmada el Acta de los Derechos Civiles y Políticos de 1964 [con una popularidad del 49%]. Habemus democracia.
No importa la brecha cultural. Sí importa como factor de contención. En Venezuela no pudimos contener la vorágine revolucionaria. EEUU sí cuenta con una reserva institucional sólida. Pero cuidado. Los electores son como niños. Y cuando “los niños” no saben manejar y los padres tienen que salir a trabajar, todos quedan atrapados en la granja [Dixit George Orwell].
Y ahora qué…
Al tiempo de escribir estas líneas todo hace pensar que Donald Trump ganará las elecciones. Se especula que Biden considera dejar su postulación. Too little too late? [muy poco, muy tarde]. Trump tendrá en sus manos la oportunidad de oro para reconciliar a su país y el mundo entero. No se trata de wishful thinking [cándida ilusión]. Es entender lo políticamente correcto.
En Venezuela tuvimos la oportunidad de relanzar la democracia, impulsar un modelo de inclusión social, recomponer la economía y convertir [Venezuela] es un país próspero y desarrollado. Venezuela estuvo a las puertas de la quinta ola de redención político-social después de la de Bolívar, Páez, Gómez y Betancourt. Los cuatro reyes de la baraja. Pero decidió convertirse en un urogallo como Bóves o Zamora, lo cual nos trajo los lodos que hoy tenemos.
Trump tendrá en sus manos redimir a su nación, la V ola después de Lincoln, Roosevelt, Kennedy y Reagan. Sería recordado como el hombre que pudo contener sus miedos más profundos, para convertirse en el hombre ahuyentando sus sufrimientos, redime. Tiene el carácter para lograrlo. Y el linaje de una nación aferrada a su constitución.
No sólo los demócratas están en pánico. El miedo es universal. El mundo necesita de un esfuerzo político enorme para evitar la guerra e imponer la paz. Confío en la voluntad del pueblo norteamericano. Si sus líderes no leen y acatan su carta magna y sus enmiendas, sus instituciones lo harán leer y respetar. Y el miedo superado al decir de Aristóteles, los hará libres.
Como alertó Aldous Huxley: “El amor ahuyenta el miedo y recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”.
Derrotemos el pánico, con el sano dolor, del amor y la inteligencia…
@ovierablanco