¿El ocaso de las ideologías?
Sería un grave error histórico y político, más aún de sentido común, asumir que todas las ideologías habrán desaparecido del mapa político mundial. O del plano cultural, religioso, social y económico. O que las mismas se formularon con base en la nada. Aunque no hay duda que activistas y estudiosos de la política y de la intelectualidad, hombres y mujeres de pensamiento del mal llamado Tercer Mundo, se encuentran en una difícil e incómoda situación que los lleva a preguntarse en torno a dónde fueron a dar las ideologías que en los últimos siglos han dominado el devenir del planeta.
Aunque vale precisar que suelen existir diferencias al interior de las más extendidas. Obviamente, a consecuencia de que algunas tienden a refrendar eventos pasados o superados. Otras, que han buscado vincularse a situaciones presentes. Y las que han intentado reivindicar cambios sociales en beneficio de los más desfavorecidos. Incluso, las que plantean rupturas con determinaciones políticas pretéritas.
En fin, como toda ideología, las mismas presumen ajustar propuestas convenientes a las realidades observadas en función de sus particulares intereses y necesidades.
¿Cuál es el problema?
La historia política refiere que ideologías seguidas por países de la periferia económico-industrial, ostentan interpretaciones que rayan con remedos o calcos al detalle de ideologías instituidas en Europa.
El siglo decimonónico constituyó un escenario que políticamente sirvió para la aplicación de modelos o aparatos ideológicos que consiguieron enredar los problemas que, la singularidad de un terreno político propio de naciones subdesarrolladas, provocó. Fue así como emergieron tendencias anarquistas, revolucionarias, restaurativas, de las principales ideologías plagiadas.
Sin embargo, los eventos que mayormente determinaron los conflictos que caracterizaron el caos que definió el perfil de países situados en el hemisferio occidental del planeta, devinieron en acontecimientos marcados por conmocionadas situaciones que resultaron ser el foco de los problemas que caracterizaron el siglo XX.
Aún peor. Es casi la misma situación la que viene ocurriendo en lo que ha transcurrido del siglo XXI. Por esas mismas razones, es posible inferir que ni el socialismo, tampoco el capitalismo, han podido lidiar con las hondas diferencias que mantienen al hombre occidental maniatado y amordazado en virtud de su incapacidad para avanzar y despegarse de los reveses que signan las seguidas crisis que tienen azorados a esos países.
Otras causas
Si no hay problemas entre el Este y el Oeste, son entre el Norte y el Sur. Ellos, situados siempre alrededor de intenciones que suelen ser ridiculizadas al considerarse, supuestamente, ineficaces ante embates motivados por el ocaso de las ideologías. Generalmente, embates estos incitados por el egoísmo, la envidia, el odio, el revanchismo, la arbitrariedad y el resentimiento de gobernantes ocasionales e incompetentes.
Los partidos políticos en todas sus versiones, cambiaron sus temas, doctrinas, y enfoques de las realidades. Peor aún, variaron infundadamente sus referencias, contenidos y hasta el vocabulario de lucha política. Ahora camuflan, permutan y adulteran criterios organizacionales y de activismo político, al extremo que los hacen parecer razones que poco se identifican con lo que sus raíces exponen. De manera que pasan a verse como discursos de “convincente argumentación”.
Enredos por doquier
Todo proceso eleccionario convocado por partidos políticos, de cualquier tendencia ideológica, resulta convertirse en torneo de barata demagogia y partidocracia. Todo ello arrojando como resultado, un devastador mecanismo de relojería política que por sus excentricidades raya en un burdo ejercicio de manipulación. Y que además, demanda recursos de toda índole.
Esta situación incita a que bajo el amparo de mecanismos proselitistas y populistas, las realidades se tornen en ámbitos de la arbitrariedad, autoritarismo y de la desnaturalización de la política. Y, por tanto, de ideologías sobre las que descansa la praxis política asumida.
Hay quienes sostienen que tales transformaciones no se corresponden con los sucesivos cambios obligados por exigencias culturales, éticas y morales. Sino que el ocaso que afecta a ideologías de izquierda, derecha o centro, obedece a una crisis de sociedad incitada por la necesidad de reacomodar la significación del Estado a los requerimientos de la economía y del mercado. Más, toda vez que compromete recursos tecnológicos y comunicacionales, fundamentalmente.
Del problema acá expuesto, no hay duda en torno al daño que origina en medio de un mundo político que actúa desquiciado por culpa del desespero que padece. Más aún, toda vez que la proximidad de vivir el ocaso del poder ejercido, afecta sus intereses. Pero si sobre esas tendencias se requiere actuar para favorecer cambios en lo positivo, pues que dichos esfuerzos sean bienvenidos. Realidad que, a pesar de todo, luce difícil de alcanzar. Porque indiscutiblemente las realidades son dinámicas en todo su sentido. Por eso el ciclo vital de la vida, no tiene reverso. Es la razón que mueve a pensar si es posible estar viviendo ¿el ocaso de las ideologías?