El militarismo como problema
Uno de los aspectos más importantes de la necesidad de cambio que exige el país es el de la construcción de un nuevo pacto de convivencia social. Una nueva convivencia que debe construirse sin exclusiones y favoritismos. El Estado debe velar y defender los derechos de todos y no parcializarse por un grupo o sector.
Este equilibrio fundamental para el bienestar y el desarrollo social no existe en Venezuela. Este contexto de desigualdad, exclusión e injusticia se evidenció grotescamente el pasado 4 de febrero, cuando el régimen celebró de nuevo la intentona golpista de 1992 mientras prohibía la entrada al país de la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Esta comisión iba entrevistarse con víctimas de las FAES, presos políticos y sus familiares, pacientes del J.M. de los Ríos, entre otros grupos representativos de las víctimas de las masivas violaciones a los derechos humanos que se producen desde el Estado.
Este hecho expresa claramente la ideología militarista que ha propiciado el modelo autoritario que padecemos.
Se mantiene un discurso oficial que niega, desconoce y desvaloriza los logros alcanzados desde la sociedad civil, sobre todo en los periodos democráticos, exacerbándose las taras del caudillismo y la figura del hombre “fuerte” que hemos venido lastrando a lo largo de nuestra historia. Taras que Hugo Chávez aprovechó, en la implementación de su proyecto de poder, de forma irresponsable y con las terribles consecuencias que ahora padecemos.
En la actualidad, el apoyo de una cúpula militar es uno de los factores principales que sostienen el modelo destructivo encabezado por Nicolás Maduro. De igual forma, la ideología militarista se ha apropiado de áreas tan sensibles como la producción petrolera, la explotación de recurso naturales, el acceso a alimentos o servicios básicos o la seguridad ciudadana, intensificado las crisis en estos ámbitos a niveles inéditos de corrupción y colapso.
En este sentido debe reconocerse que el papel de las Fuerzas Armadas en cualquier sociedad es fundamental para su desarrollo, pero esta participación no puede darse sino en términos horizontales y en articulación con la sociedad civil.
Lo sucedido el martes muestra a qué grado este balance vital ha sido violentado por la dictadura. Pero también expresa la resistencia que se mantiene desde los grupos civiles, a través de redes de apoyo y solidaridad, así como ONGs, que visibilizan realidades y defienden derechos humanos desde la manifestación pacífica, la organización y participación civil. En estos logros, alcanzados superando la violencia y la imposición de la tiranía, se resguardan las semillas de civismo que debemos preservar e impulsar en el camino hacia una nueva Venezuela.