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El marco estratégico y las elecciones

Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo y en cien batallas nunca serás derrotado«. -Sun Tzu, circa 500 ac.

La perplejidad parece inhibir respuestas claras ante el evento electoral convocado para abril. A pesar de estar groseramente adulterada con trampas y ventajismos descarados, no deja de sembrar desconcierto en fuerzas que han apostado por una salida electoral. Pero no podemos seguir con esta indefinición. Cabe, al respecto, una perspectiva estratégica sobre las implicaciones o consecuencias de participar o no. Donde no puede haber confusión es en el objetivo, sacar cuanto antes a las mafias que han secuestrado al país, con el menor costo posible en vidas humanas. Ello lleva a inquirir, ¿Cómo es posible que un régimen tan dañino para el país, tan inepto y tan cruel con sus ciudadanos se mantenga TODAVÍA? ¿Cómo se sostiene, si tiene el rechazo del 80% o más de los venezolanos?

Dos son los pilares que apoyan a Maduro: una secta fanática minoritaria, envenenada contra el resto de la población, y una jerarquía militar en control aparente de la fuerza armada. La secta quedó de su política de huir hacia adelante en la medida en que se le complicaban las cosas y disminuía su apoyo político. Es una colectividad que ha suplantado la vida con simbolismos que dibujan una realidad maniquea, en la cual ellos son los buenos y todos los demás, malos. Y asumen con ello una postura de superioridad moral para blindarse contra todo cuestionamiento. Si bien es cierto que contingentes minoritarios fanatizados han demostrado ser capaces de imponer sus designios sobre las mayorías –valgan las experiencias, bolchevique, nazi, del islamismo radical—lo han hecho encerrándose sobre sí mismos y cercenando sus posibilidades de permanecer en el poder que no fuesen por la aplicación del terror y la violencia. Es éste su Talón de Aquiles, pues destroza los mecanismos institucionales que permitirían perpetuarse por medios consensuados, convirtiéndose en rehén de las fuerzas armadas.

A la cúpula castrense se le ha entregado buena parte de la economía nacional[1] y se ha puesto a militares “donde haiga”, concediéndoles el monopolio de la importación de alimentos y medicamentos con dólares preferenciales y el “custodio” de fronteras a través de las cuales se transan los negocios más lucrativas imaginables. Como guardianes del cumplimiento de leyes punitivas, se les facilita la extorsión y confiscación de comerciantes y productores. La cúpula militar ha sido comprada y hoy es cómplice –principalísima—del sistema de expoliación implantado. Pero se le baña con una retórica ideológica que la retrata de heredera de Bolívar, defensora del “pueblo”, de manera de poder reprimir sin cargo de culpa, pues el objeto de sus descargas –aun siendo por mucho la mayoría de la población– no es “pueblo”.

Al apoyarse en tales mecanismos, las mafias que secuestraron al país han roto con el juego democrático y con todo entendimiento con fuerzas opositoras que no sea sobre la base de su entrega y sumisión total. Como todo fascismo, Maduro y sus cómplices apuestan a la conflagración final: o se imponen definitivamente o son derrotados, arriesgando perder sus fortunas mal habidas y largos años de presidio.

Estamos enfrentados a un juego suma-cero que será dirimido cuando la acumulación de fuerzas permita “quebrar” al adversario: no hay término medio ni convivencia posible. En el campo político, la correlación está a nuestro favor –potencialmente. En el campo militar, claramente sale favorecida, hasta ahora, la oligarquía chavo-madurista. Este es el contexto en el que preguntarse si se debe acudir o no a estas elecciones. ¿Contribuye a incrementar nuestras fuerzas y/o a reducir las del fascismo? Veamos.

Partiendo de que Maduro convocó estas elecciones con las condiciones que asegurasen su victoria, ¿podemos participar de manera de incrementar nuestra fuerza política, movilizando a la gente y denunciando las marramuncias cometidas para visibilizar aún más las costuras del régimen? ¿Se cuenta con la credibilidad y la confianza para acometer esta tarea? ¿Disponemos de un proyecto país claramente formulado que sea asumido como propio por la gente? ¿Existe un líder (o varios) en condiciones de galvanizar una fuerza electoral tan contundente que obligue al régimen a darle el palo a la lámpara para ganar? ¿Se tiene la capacidad organizativa para movilizar al país y poner claramente al descubierto la trampa para sacarle provecho políticamente? De no tenerse respuestas favorables, incluyendo la capacidad de materializarlas en tan poco tiempo, no puede esperarse que el rechazo abrumador a Maduro se convierta en visible mayoría política-electoral. El fascismo habrá ganado puntos realizando unos comicios con la anuencia de fuerzas opositoras desasistidas de un plan “B”.

La huida hacia adelante del Madurismo, creando la asamblea constituyente fraudulenta y luego haciendo que ésta convocase a elecciones trampeadas representó errores graves. Con ello se echó encima la opinión pública nacional e internacional, y le aplicaron severas sanciones. Pero las fuerzas democráticas del país no supieron cobrárselos. Sentadas, creían estar ganando un juego de ajedrez, cuando el fascismo “jugaba” artes marciales mixtas. Como no tenía –al quedar en minoría– cómo hacer valer la propiedad excluyente y exclusiva sobre un botín (Venezuela) que reclama suyo, tiró la parada de la constituyente. En torno a ella se juega el futuro del país. Ya controla elecciones, juramenta a electos, aprueba presupuestos y créditos adicionales, y hasta dicta leyes “constituyentes” que pretende ser cumplidas (¡¡!!). Encima, anuncia la alteración de la estructura del Estado a favor de la dictadura, redactando una nueva constitución. Su existencia asegura la confiscación de la soberanía popular, no sólo para expresar su voluntad en los comicios, sino para estar representada en la Asamblea Nacional. Ésta tiene sus días contados de lograr el fascismo consolidar y “legitimar” semejante esperpento.

La tarea inmediata es la de rescatar la confianza de la población capaz de capitalizar el enorme rechazo a Maduro. Ésta no se logra con ilusiones de un triunfo político o moral en el fraude electoral en ciernes que no estamos en capacidad de cosechar. Pero éste debe ser aprovechado para movilizar a la gente en la denuncia de la constituyente, de la pavorosa situación actual y de las trampa-elecciones. La posibilidad de que ello contribuya a resquebrajar el sostén de la dictadura descansa en cuatro factores:

1)      Que sepamos recoger las angustias y arrecheras de la gente por la terrible situación que está padeciendo y transformarlas en una poderosa fuerza impugnadora del orden actual;

2)      Que hagamos conocer, de forma sencilla, entendible y consensuada, los lineamientos básicos del proyecto alternativo de país que ofrecemos y que ya existe;

3)      Que nos apoyemos en lo anterior para fortalecer la campaña en defensa del orden constitucional y de elecciones como deben ser, con todas las garantías pertinentes.

4)      Que proyectemos de manera clara, abierta y directa una política hacia los militares, alertándolos sobre las consecuencias para la institución y para sus personas de continuar apoyando la dictadura.

Es menester acumular la fuerza decisiva para el empujón final. A la oligarquía militar-civil se le ha puesto el piso chiquitico. Les han confiscado propiedades, no pueden viajar, el apoyo de Rusia es demasiado distante y el resto de los países de importancia para la región los repudia. Hay descontento en la fuerza armada y se agudiza la pelea interna por las migajas. No le sigamos haciendo el juego.

[1] (ver https://www.analitica.com/opinion/la-gran-componenda-criminal-el-reparto-de-venezuela-entre-cupulas-militares-y-revolucionarias/) so c]
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