El gobierno del narciso
Si algo ha sabido hacer el gobierno chavista es consentirse. Cada vez que hay una protesta en su contra, ellos hacen otra para sentirse mejor. Se aplauden, se tildan de víctimas y vuelven a decir que «no pueden» porque «no los dejan». Nada de escuchar el descontento del pueblo venezolano, porque todo lo que sea desfavorable a los oídos de sus dirigentes es guerra y declararse incompetentes o cambiar el rumbo de su socialismo es perderlo todo.
Si el pueblo, ese que para nada es burgués en Villa Rosa, le recuerda con cacerolas y reclamos al presidente Nicolás Maduro que no lo está haciendo bien, pues él lleva a un grupo de margariteños al mismo lugar para que lo aplaudan.
A Hugo Chávez le quedaba bien, se lucía internacionalmente como una víctima cuando él era el victimario. Al creador del socialismo del siglo XIX le creían y las masas iban a venerarlo, unas obligadas, otras conectadas con negocios millonarios y otras simplemente, porque lo amaban.
Pero a Maduro no, por más que diga groserías en público, ni eso le queda bien. Y en esta nueva etapa de impopularidad, hasta Raúl Castro, presidente de Cuba, se le escurre. Recibe a Maduro y por otro lado pacta con Estados Unidos una apertura económica y pide auxilio a Rusia en cuanto a petróleo.
¿Será que Maduro también podrá ir a Cuba a hacerse un desagravio por tales pactos?
La mesa está servida y la impopularidad no se tapa ya con aplausos, quejas, detenciones a dirigentes políticos ni guerras económicas.