El fin de la renta petrolera
José Tomás Esteves Arria
Un tema que ha sido explotado por los economistas venezolanos como una mina de oro que se niega a ser clausurada a pesar de sus rendimientos decrecientes y por ende sus costos marginales en alza, es el tema de la renta petrolera.
En efecto, hasta el nombre de David Ricardo ha salido a relucir en esta cuestión. Para David Ricardo el gran economista inglés que vivió en la plenitud de la revolución industrial y el nefasto ambiente económico que tenía Inglaterra con las guerras napoleónicas, la renta era “..aquella parte del producto de la tierra que se paga al terrateniente por el uso de las energías originarias e indestructibles del suelo”. Y de aquí se parte de un error del gran Ricardo, puesto que es falso que el suelo sea indestructible, uno de las ventajas de la propiedad privada de la tierra es evitar su deterioro por usos indebidos, en el norte de África los criadores de cabras han acabado tierras aptas para la agricultura. También la erosión destruye campos que son aptos para el cultivo.
Así mismo dentro este contexto, el economista brasileño, Bresser-Pereira ha demostrado que el problema básico de los países sub-desarrollados en América Latina, es que con la sobrevaluación de su signo monetario, gracias a la valoración excesiva pero temporal de los precios de sus exportaciones de materias primas (café Colombia, cobre Chile, Soya Argentina) han generado rentas al estilo ricardiano, y la sobrevaluación monetaria es lo que les impide competir en los mercados internacionales con manufacturas propias.
Ahora bien, en el caso de renta de la producción petrolera, producir petróleo en Venezuela era muchísimo más barato que producirlo en Estados Unidos o Inglaterra (producción de petróleo en plataformas marítimas), pero siempre teníamos nuestros competidores en el cercano oriente (Arabia Saudita, Libia, Kuwait,etc). En este punto, el extraordinario libro escrito por Franklin Tugwell La política del petróleo en Venezuela, Caracas, Monte Ávila editores C.A,1997, en su tabla 8 (sic) nos muestra que en 1966 el costo total FOB de un barril de petróleo crudo en el cercano oriente era de 0,95 centavos de US $ mientras que en Venezuela era de 1,45 US $, dentro de los costos se incluyen impuestos en el cercano oriente por 0,80 US $ mientras que en Venezuela eran de 0,91 US $. Sea como fuere producir petróleo en el mundo árabe era 13,75% más barato que producirlo en Venezuela. Esto es, no éramos el único país con una renta petrolera. Para el año 1966, según este mismo autor en la tabla D (sic) el precio promedio del barril de petróleo era de 1,87 US $, y para ese mismo año el número de trabajadores en la industria petrolera era de 29.448. También para este año de 1966 la producción petrolera alcanzaba los 3 millones trescientos mil barriles diarios.
De igual forma, en un libro del economista Asdrúbal Baptista (Hacia un nuevo balance de poder, Caracas, Fundación Polar, 2004.) en el cuadro 9.2 nos exhíbe una relación del ingreso petrolero por habitante en dólares USA de 1980, y vemos cómo el ingreso petrolero por habitante en 1950 era de 289,8 dólares per capita, y en 1961 un año no muy bueno para los negocios petroleros éste llegaba a 378,0. Posteriormente, con la época de altos precios petroleros 1974-80 había alcanzado los 976,6 per cápita, y luego llegó a su máximo en 1981 con 1.244,1.
En el cuadro que presentamos aquí arriba podemos apreciar que el crecimiento del PIB en tasa geométrica promedio de Venezuela a partir de 1950 hasta 1990 fue de un 0,27% interanual, tasa inferior a la del crecimiento de América Latina (1,15%), y solo superior a la de Argentina, pero inferior al de México, Colombia y Brasil. Si bien, Venezuela todavía presentaba un elevado PIB por habitante el mayor en este conjunto de países, e incluso tuvo un PIB por habitante superior al de Alemania Occidental en los años 1950 y 1960.
El profesor Asdrúbal Baptista ha llamado a este proceso de aprovecharse de la renta petrolera, el capitalismo rentístico, yo le llamaría más bien el capitalismo de Estado rentístico puesto que hasta la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, hizo expandir el abanico de empresas del Estado las cuales abarcaban desde la Siderúrgica del Orinoco, pasando por la C.A Teléfonos de Venezuela, los hoteles del Estado, la C.A Venezolana de Navegación, bancos oficiales, etc. Por último la nacionalización de los activos de las empresas concesionarias dio origen a Petróleos de Venezuela S.A que en sus inicios fue una gran transnacional del petróleo y hoy es una empresa quebrada con una platilla mayor de los 100.000 empleados financiada por el Banco Central de Venezuela. Esto es, con la emisión de dinero inorgánico, sin respaldo de reservas internacionales.
De igual modo, la presencia de déficit fiscales bajo los gobiernos de Carlos Andrés Pérez (años 1974-79), Luis Herrera Campíns, Jaime Lusinchi, etc con el consiguiente incremento de la deuda externa, son el hecho de que la “apreciada” renta petrolera hasta fue insuficiente con la voracidad fiscal del populismo y el capitalismo de Estado traducido en subsidios que van desde las tarifas de energía eléctrica hasta el precio de la gasolina. De esta forma, los años de mayor incremento de los ingresos petroleros fiscales, han coincidido con las mayores tasas de inflación, al punto de actualmente, la única hiperinflación en el mundo es la que sacude a nuestro país.
También, la existencia de controles de precios de una cantidad enorme de productos, durante muchos años, inhibe la creencia de que en Venezuela ha existido una economía de mercado o impulsada por empresas privadas como la que siempre ha existido en Estados Unidos, Inglaterra, y sobre todo en Alemania Federal. En efecto, según Vladimir Chelminski en su impactante libro Los controles de precios, Caracas, Cedice, 2003, p.43:
Los controles de precios frenan el crecimiento de la gente de trabajo y atentan contra la racionalidad y contra el bien general al obstaculizar y a veces hasta paralizar acciones humanas naturales lógicas e indispensables para el progreso de toda sociedad. Entre ellas: inversiones, competencias, creación, empleo, toma de riesgos, ganancias. Como lo que promueven los controles son la corrupción, el despilfarro de recursos, el desprecio por la ley y el estancamiento de la economía, son una inmoralidad.
El libro de Chelminski abunda en muchísimos casos en que los controles de precios generaron deformidades, en especial las referidas a los alquileres de las viviendas., transporte colectivo, matrículas de colegios privados, medicinas, producción y distribución de alimentos. Inclusive en una nota chiquita al pie de página 116, nos revela que los agricultores se estaban pasando de producir arroz donde teníamos ventajas comparativas para maíz, puesto que el gobierno le garantizaba a los cultivadores maíz un precio mínimo de 240 US $ la tonelada cuando en los mercados internacionales estaba en 110 US $, tomado del Universal del día 31-12-2000. ¡ Cómo todos sabemos que la arepa tiene maíz este es un caso en donde los pobres tienen que comer más caro para beneficiar a unos productores ineficientes !
Como todo lo inestable y ficticio se acaba por su abuso, la renta petrolera se acabó prácticamente, según muchos analistas y estudiosos, cuando la banca internacional se negó a conceder nuevos préstamos, y esto condujo a un control de cambios en febrero de 1983 cuando los mercados indicaban todavía precios elevados del petróleo. Para ilustrarnos mejor, ante este hecho, tenemos el libro del economista chileno Sergio Aranda, La economía venezolana, Caracas, Editorial Pomaire, 1984, p.308, el cual aclara lo siguiente:
La sobrevaluación creciente del bolívar en relación a todas las monedas de los países industrializados no fue cuestionada por ningún sector social y por ningún partido político. Es comprensible que ocurriera así ya que la sobrevaluación del bolívar ha sido un mecanismo constante para subvencionar a toda la población a través del reparto de la renta petrolera aunque no se le percibiera de ese modo. En efecto, un bolívar sobrevaluado significaba aún para los sectores más modestamente remunerados, la posibilidad de acceder a bienes de consumo y de servicios provenientes de los países industrializados. Es obvio que el subsidio era proporcional a los ingresos en bolívares. Mientras más alto el ingreso más elevado el subsidio. De aquí se sigue que cuanto más grandes las empresas – no importa si fuesen venezolanas o extranjeras- más importante era el monto de los subsidios. Para las empresas industriales resultaba preferible importar bienes intermedios y bienes de capital a bajos precios que luchar por obtener protecciones arancelarias. (sub-rayado nuestro)
Por otra parte, volviendo otra vez pero al libro ya citado de Asdrúbal Baptista, tenemos que otro de los datos impresionantes que trae, es el excesivo empleo en el sector público, (véase: cuadro 10.1 P.289) en donde el empleo público excedentario había alcanzado en el año 1995 a 717.237 personas precisamente después de una gran crisis bancaria. No hay duda alguna que esto deformó el sistema democrático en vista de que todos los partidos políticos tendían a ser socialistas, ya fuesen socialdemócrata, o socialcristiano, y las luchas políticas servían para aprovecharse del poder. Todos impulsados con la consigna de que podían repartir mejor la renta petrolera y de que Venezuela era un país rico, también otro hecho falso de toda falsedad.
Esto es, como el sistema no producía empleos naturales (productivos) el que creaba el empleo siempre era el Estado. Esto ha eclosionado especialmente en la “bella” revolución bolivariana de Hugo Chávez F. en donde se creó hasta un vice-ministerio para el tiempo ocioso.
Lo peor de la renta petrolera como elemento que subsidiaba todo y para todos, es la condena perpetua al sub-desarrollo, puesto que uno de los principales atributos de un país en vías de desarrollo, es la concentración de las exportaciones en uno o dos productos primarios. (véase al respecto el libro de Raymond Barre, El desarrollo económico, México, FCE, 1987) En el caso venezolano, la dependencia ha sido casi absoluta respecto al petróleo, así Venezuela ha dependido más de los vaivenes del precio de los hidrocarburos más que cualquier otra nación. Ni siquiera Ecuador también país petrolero con menos dotación de recursos naturales que Venezuela ha padecido tanto en los últimos años.
La renta petrolera nos obligó a sostener un crecimiento hacia adentro el cual siempre es un juego de suma-cero, el beneficio de unos constituye las pérdidas de otros, mientras que el crecimiento hacia fuera constituye un juego de ganar-ganar, puesto que los mercados externos siempre son más grandes que los internos. La sustitución de importaciones ha fracasado, y está limitada en su proyección y perspectivas. Chile se convenció de esto y ahora tiene una diversificación en sus exportaciones y es el país con más ingreso por habitante en América Latina.
Después de los años de control cambiario, en los gobiernos de Herrera Campíns, y Lusinchi, Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno quiso que la economía venezolana tuviese más apertura hacia el exterior (atraer inversiones extranjeras), fuese más dinámica (tipo de cambio flotante y unificación cambiaria), más racional (alza del precio de la gasolina y de ciertos servicios, más productiva (privatización de la CANTV, SIDOR, etc) y el mundo se le fue encima. De esto modo, se produjeron el “caracazo” y los intentos de golpe de Estado, del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, cuya consecuencia fatal y final fue irnos para atrás como un cangrejo cojo.