El Dios ateo
El pasado 5 de marzo los comunistas venezolanos «celebraron» la muerte del galáctico inmortal. Es extraño «celebrar» la defunción de alguien, a menos que sea un criminal. Además cabe la pregunta: ¿Cómo puede morir un eterno? Pregúntenle a Maduro quien como parte del show visitó con su carnal Maradona el Cuartel de la Montaña (ex La Planicie) enfundados en blancas e impolutas guayaberas cubanas a orar ante su tumba. Al terminar la macabra ceremonia el indocumentado y maladroga, como miembros de una secta satánica se abrazaron ante otros devotos simulando un llanto reprimido, mientras se reían para sus adentros.
Las lóbregas ceremonias mortuorias no son nuevas para los rojos. El hábito comenzó a la muerte de Lenin en marzo de 1924. Cuando Vladimir Ilich, el primer eterno rojo murió, su asesino José Stalin decidió que había que perpetuarlo como un símbolo e iniciar un culto metafísico al fundador de la Union Soviética. Al efecto para embalsamarlo para la posteridad llamaron a los dos expertos soviéticos en la materia: los profesores Vorobiov y Zbarsky. Desde entonces reposa embalsamado en un tétrico mausoleo cercano al Kremlim que es una máquina del tiempo, visitado por un número cada vez más reducido de turistas y curiosos movidos por un afán morboso.
Los embalsamadores relataron su lúgubre experiencia con el eterno rojo así: «Le extrajimos las vísceras e hicimos incisiones en el cuerpo para que el bálsamo saturase su organismo. Los ojos fueron reemplazados por bolas de cristal. Luego sumergieron a Lenin en una bañera colmada de un elixir secreto compuesto de glicerina, acetato de potasio, agua y cloro. Desde entonces, como en una escalofriante película de Bela Lugosi y Boris Karloff, aplican tres o cuatro veces a la semana la mezcla en su cara y manos. Una vez al mes sumergen el cuerpo en el viscoso menjurje. Luego lo suben al catafalco y lo iluminan con una luz que le da un color sonrosado a las mejillas del primer tirano comunista.
En 1992 luego del desplome soviético, el nuevo gobierno de Rusia cortó el presupuesto del organismo embalsamador. Para sobrevivir los momificadores comunistas crearon una compañía capitalista a la cual llamaron «Ritual» para embalsamar a un módico precio de $300 mil por cadáver. Uno de sus clientes fue Kim Il Sung de Corea del Norte. De eso viven desde entonces y además cobran por la visita al mausoleo de Lenin, el primer «Dios comunista» inventado por unos tipos que se decían ateos. Hoy en día los jóvenes rusos no van ni obligados a ver al «eterno soviético». Al contrario marchan con desparpajo a las discotecas cercanas a una acción más carnal y atractiva que el siniestro culto a la momia profesado por sus abuelos y fanáticos comunistas latinoamericanos.
A la muerte de Chavez en Cuba el 30 de diciembre de 2013, los Castro decidieron reeditar un Lenin tropical momificando a Chávez. Como se necesitaba tiempo a necesario firmar previamente una serie de documentos con la firma falsa del difunto fue necesario retardar el anuncio de la muerte para dejar todo en orden. En ese tejemaneje pasaron varios días antes de llamar a los embalsamadores de «Ritual» en Moscú. Cuando llegaron a Cuba los embalsamadores rusos de la empresa «Ritual» se encontraron que gracias a la ineficiencia comunista el galáctico se había podrido y era imposible momificarlo. Ante esta noticia se reunió el alto mando castrista en Punto Cero y decidieron crear un muñeco de cera a la imagen y semejanza del muchacho de Sabaneta y simular que el muerto había llegado vivo a Venezuela y proceder a un faraónico rito mortuorio en Caracas. Incluso se previó que una enfermera del Hospital Militar atestiguara haberlo visto entrar orondo y saludable al hospital militar. Para completar el reparto del sainete un grupo de médicos rojos anunciaron su muerte el 5 de marzo de 2013 sin darse cuenta que en esa misma fecha se «celebraba» la muerte de Stalin, el asesino de Lenin y el aniversario del triunfo electoral de Hitler
Finalmente con gran desparpajo los rojos hicieron un entierro digno de un aquelarre medioeval convirtiendo al humilde difunto en un gigante galáctico y eterno. El Lenin de Sabaneta fue llevado luego al Museo Militar de la Planicie donde desde entonces todos los días le tocan diana, retreta y toque de oración además de salvas de 21 cañonazos, honores que ni a Bolívar se le rinden. Poco después de ser «sembrado» el muñeco de cera rodeado por la familia real de Barinas y los enchufados del primer anillo de dólares acudieron compungidos a presentar sus respetos. A partir de ese momento la secta satánica creó un culto siniestro a un muñeco de cera que no se sabe dónde ni cuándo murió. Lo que se sabe es que Chávez arruinó a Venezuela, nos entregó a los Castro y como bien dijo Giordani, nuestra patria se ha convertido en el hazmerreír del mundo. Por fortuna todo el mundo sabe que los dioses ateos no salvan a nadie.