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El desplome de la revolución bolivariana

Los venezolanos somos testigos excepcionales y protagonistas de una hazaña y epopeya cívica, ciudadana, democrática. Tal vez tuvimos que ver la destrucción patrimonial, económica, social y humana del país para madurar y finalmente reaccionar individual y colectivamente. Instituciones, multilaterales, organismos mundiales y hemisféricos, el clero europeo, los medios de comunicación, gobiernos del mundo, incluso la justicia internacional como el Tribunal Penal Internacional o la Corte Interamericana de Derechos Humanos, entre otros, miran con detenimiento el acontecer de Venezuela.

Estos años de hambre, desnutrición, muertes violentas, escasez de medicinas y alimentos, padecimientos diversos de nuestra población, corrupción, malversación, destrucción del aparato productivo, controles de precios y cambio, ideologización y partidización de la salud, educación, industria y demás que sólo se expresan en la ruina de un país, en la destrucción de su signo monetario,  economía e industrias no han pasado en vano.

Ese pueblo esa misma sociedad que Chávez se encargó de politizar y empoderar es la misma sociedad que a una sola voz reclama cambios, reclama elecciones, reclama medicinas, comida, seguridad, reclama sosiego, paz, progreso, desarrollo, esa misma sociedad es la que no entiende como la revolución malverso en la última década cerca de 980 mil millones de dólares, esa misma sociedad y ese mismo pueblo tampoco entiende o procesa que el país con la mayor reserva gasífera y petrolera tengamos los niveles de retroceso en la calidad de vida, tengamos la mayor inflación del planeta, tengamos la mayor corrupción y la mayor inseguridad del globo terráqueo, tengamos en una década cerca de 36 misiones y 7 grandes misiones y sigamos con hambre, miseria, inseguridad, improductividad, sin salud, sin techo propio, sin industrias productivas, sin incrementar la producción de petróleo, con nefastos servicios públicos, con déficits de 20% de PIB y encima endeudados.

El Socialismo del Siglo XXI como modelo resultó discrecional, impopular, sencillamente se tradujo en la ruina del país y de los venezolanos. Se tradujo en expropiaciones de tierras y empresas, se tradujo por sus miopías y excesos en la destrucción del sector agroalimentario nacional. El socialismo del siglo XXI y particularmente este gobierno comenzó a ver en todas partes no adversarios sino enemigos, enemigos terminaron siendo no sólo los Estados Unidos, la Unión Europea, el presidente Uribe y Santos, el secretario general de la OEA Luis Almagro y el ex presidente de Costa Rica Oscar Arias, también se convirtieron en enemigos la Organización de Estados Americanos (OEA), la Organización de Naciones Unidas, pasando por el Mercosur y el contexto nacional enemigos terminaron siendo algunos gobernadores y alcaldes, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), Fedecamaras, Conindustria, Fedeinsdustria, Cavidea, pasando por  los medios de comunicación social, hasta las Universidades Autónomas, la Conferencia Episcopal Venezolana y otros. Este gobierno no quiso ver que sus verdaderos enemigos eran la corrupción, la ineficiencia, el partidismo ramplón, sus ministros ineficientes, sus gobernadores incapaces y el pillaje instalado en toda la administración pública convertido en una profesión u oficio.

La revolución bolivariana iniciada por Chávez y conducida en sus últimos días por Nicolás Maduro debe quedar como la experiencia más nefasta de destrucción patrimonial de un país, como el experimento más perverso de degradación humana y enriquecimiento de una camarilla, como la etapa, proceso y gobierno que en pleno siglo XXI contradijo derechos humanos, violentó el hilo constitucional y Estado de derecho, delegó toda la administración pública, economía, producción, petróleo, comercio, importaciones en manos de una casta militar corrupta, amoral y apátrida, esa misma casta que brutalmente ha reprimido a los venezolanos en las protestas.

Este gobierno y revolución hace mucho tiempo que extravió el norte, la mirada y la sindéresis, se desconectó del pueblo y la gente. Chávez tuvo dos variables y aspectos claves que le permitieron surfear la crisis eventuales del país, el primer aspecto clave su liderazgo y conexión con la gente, el segundo aspecto  disponer de ingresos y recursos por una cesta petrolera alta y a punta de petrodólares tapo las grietas que por años tuvo la economía.

Radicalmente opuesto resultó ser el heredero del legado de Chávez,  Nicolás Maduro, no sólo adolece de liderazgo, ascendencia y conexión, sino que no fue capaz de haber tomado decisiones en el trienio (2013 – 2014 – 2015) por falta de voluntad política en materia de política económica, monetaria, cambiaria, fiscal y petrolera, y finalmente, se fue hundiendo en sus limitaciones y errores, uno de los más graves sostener su gobierno sobre las FAN, desconocer y patear la Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999, haberse radicalizado en la manera de desconocer a un pueblo, reprimirlo  y no estar a tono con la historia y el sentir de una Venezuela que perdió el miedo y apostó al cambio. Los venezolanos somos testigos de excepción y protagonistas del desplome de la revolución bolivariana.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes E—mail: [email protected]

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