El criminal régimen cambiario
Ya lo dijo Aristóbulo Istúriz: “»El control de cambio en Venezuela no es una medida económica, el control de cambio en Venezuela es una medida política porque si nosotros quitamos el control de cambio ustedes sacan los dólares y nos tumban. Mientras gobernemos, tenemos que tener control de cambio«[1]. Pero el muy pícaro esconde dos cosas: 1°, con el control de cambio han salido por las cuentas, financiera y de errores y omisiones de la balanza de pagos, 10,5 veces la cantidad de dólares que se fueron durante los cuarenta años que precedieron a Chávez (1959-1998)[2]; y 2, que el propósito político del control de cambio es reservar los dólares para provecho discrecional de la oligarquía cívico-militar –o mejor dicho, militar-civil- en el poder. No otra cosa puede entenderse que en un período en el que los ingresos petroleros duplicaron los que se habían captado en los 40 años antes referidos, se racionen las divisas para las transacciones con el exterior[3]. Mientras el país sufre penurias por el desabastecimiento de medicinas, variados artículos de consumo, repuestos, equipos e insumos para la actividad productiva local, para hospitales y para servicios públicos, Jaua viaja con suegra y niñera en avión del Estado para Brasil y los –pero sobre todo, las– grandes jerarcas son captados –captadas- realizando copioso shopping en los centros mundiales de poder. Por su parte, Maduro se lleva una comitiva de 175 personas para la asamblea anual de las Naciones Unidas, y gasta –según el diputado Berrizbeitia[4]- USA $2,5 millones en cinco días de viaje, incluyendo una cena por $80.000 con propina “socialista” de $13.000 (¡!). Pero ellos se absuelven al autoproclamarse “revolucionarios”: por antonomasia, cualquier cosa que hagan debe entenderse como en interés del Pueblo. ¿Se asombra alguien del por qué de la furia exhibida ante las recientes sanciones de EE.UU. a muchos de estos jerarcas?
Por otro lado, el usufructo político discrecional de los enormes ingresos captados por el país desde 2003 ha permitido a PdVSA diferir el cobro de unos $40 millardos, financiando generosamente la venta de crudo a países latinoamericanos y del Caribe. ¡Cuán caro nos han salido esos votos “de apoyo” en los organismos internacionales! Finalmente, se pierden de vista “negocios” fabulosos realizados por allegados y comisionistas a la sombra de la impunidad, la opacidad con que son manejados los recursos del país y la ausencia de rendición de cuentas.
Ahora, cuando se asoma un precio del barril de exportación de crudo venezolano menor a los $70 para el año 2015, tan irresponsable y alegre despilfarro no tiene otro calificativo sino de crimen. Y su vileza se aprecia al recordar que un barril de crudo estaba en $10 en el último año del gobierno de Caldera (II). ¡$70 por barril hubiese representado una bonanza para la Venezuela de entonces!
Pero no sólo es en el despilfarro que se manifiesta este crimen. La sobrevaluación que resulta de rezagar el ajuste del precio del dólar con la inuflación, se ha traducido en una cuadruplicación de las importaciones entre 1998 y 2012 y la ruina de productores domésticos –con la consecuente pérdida de empleo- al no poder competir con proveedores externos subsidiados por un dólar barato. La dependencia del ingreso petrolero y la vulnerabilidad externa de la economía venezolana es ahora mayor que nunca.
Supuestamente, el “anclaje” del sistema de precios domésticos en un tipo de cambio fijo o cuyo ajuste se rezaga, debería contener la inflación interna. Pero en Venezuela -dada su prolongada aplicación por razones políticas- el efecto ha sido todo lo contrario. El racionamiento de la divisa, con la intención de preservar su usufructo discrecional por parte de la oligarquía militar-civil en el poder[5], ha hecho que se dispare el llamado dólar paralelo. Si bien las transacciones externas realizadas a esa tasa han sido hasta ahora marginales, tal cotización es referencia creciente para la fijación de precios internos por representar el importe que, en última instancia, asegura la reposición de bienes e insumos. Porque la discrecionalidad y falta de transparencia con que se manejan las tres tasas oficiales no da garantía alguna y menos cuando el próximo año la disponibilidad de divisas podrá reducirse en una tercera parte. ¡Sálvese quien pueda! Esto incluye a todo aquel –empresario o persona- que tenga activos (en bolívares) amenazados de ser “licuados” por una inflación y un dólar que no hacen sino subir. Antes de que se agrave todavía más su posición patrimonial, transforman sus bolívares en dólares. Se plasma así una profecía auto-cumplida: “antes de que aumente aun más el dólar paralelo, debo comprarlo”, por lo que la presión de demanda de miles que así piensan, lo impulsan a alturas siderales. De manera que el control de cambio tan alabado por Aristóbulo y Giordani constituye una poderosa maquinaria centrifugadora que ahuyenta los ahorros nacionales, a la vez que atiza el alza de precios que empobrece a la población.
Lo trágico de lo anterior es que, de haber un gobierno sensato y competente, capaz de aplicar una política económica responsable, el precio del dólar para cualquier transacción externa no tendría que estar por encima de 27-30 bolívares para fines de 2014. Ahí se ubica el tipo de cambio que equilibraría el poder interno del bolívar con su poder de compra externo. Es decir, con 27 a 30 bolívares se puede comprar, actualmente, lo mismo que compra un dólar afuera[6]. Contrario a lo que muchos opinan, la locura que hoy padecemos hace que la unificación cambiaria en torno a estos niveles,-auxiliado con la coordinación de un conjunto de políticas coherentes y sensatas- representaría un estupendo estabilizador de precios. Con un dólar a ese precio, un ajuste eficiente permitiría levantar el control, dando seguridades a ahorristas, inversionistas y productores domésticos. Además, ¿Por qué seguir subsidiando a viajeros internacionales o a deudores externos con un dólar (SICAD I) muy inferior a su costo de oportunidad?
¿Por qué, entonces, el régimen no instrumenta tal ajuste? ¿Aprisionamiento ideológico, incompetencia, miedo a la reacción de las bases cuya radicalidad ha sido alimentada durante años, temor ante los costos políticos y sociales de sincerar el valor del dólar? Creo más bien que, al aflojar el control, la oligarquía que manda pierde todos los privilegios que han disfrutado durante años en el usufructo de la divisa. ¡Un botín demasiado jugoso para dejarlo por voluntad propia!
En una próxima entrega discutiré cómo podrá levantarse el actual control cambiario.
1] diario El Universal, 14/07/2014