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El Conflicto en Apure y el giro de 180° de Maduro

Sin duda alguna el actual conflicto armado en Apure es derivado de la presencia en territorio venezolano de organizaciones de carácter militar procedentes de Colombia. Sobre esta realidad presente en el país desde hace décadas, y antes de entrar a analizar lo que sucede hoy en esa zona, puntualizo mi opinión general a este respecto:

  • Los llamados «grupos paramilitares» que provienen de Colombia no tienen una organización tan grande y efectiva como si lo ha demostrado la guerrilla, principalmente las FARC y el ELN. No tienen centenares de personas a su mando ni grandes campamentos, y el impacto de su acción dentro de Venezuela es limitado.
  • Las organizaciones guerrilleras colombianas tienen décadas entrando y saliendo del territorio venezolano. Al parecer desde la época de Chávez se les permitió ingresar y permanecer aquí con relativa más libertad, en base al principio de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo». Pero resulta que esas organizaciones, FARC y ELN, no solamente han permanecido por años en suelo venezolano, sino que han montado aquí todo su aparato económico de extorsión que desarrollan también en Colombia, que ellos denominan «impuesto revolucionario», y que en realidad son coacciones económicas, acompañadas muchas veces de secuestros y atentados «disuasivos» para que los empresarios o hacendados paguen la respectiva vacuna. De esta realidad han estado en conocimiento todo el tiempo las autoridades del estado venezolano. Y en cierta forma lo han tolerado en las dos últimas décadas.
  • Hemos sostenido por años que una cosa es la «solidaridad revolucionaria» al permitir que una columna guerrillera penetre a suelo venezolano para resguardarse momentáneamente de la persecución del ejército colombiano, y otra cosa muy distinta es que se queden aquí de manera permanente e incluyan a nuestro suelo patrio como parte de sus «áreas de influencia» o «territorios bajo su control», como lo hacen en suelo colombiano.
  • El gobierno de Maduro, ha utilizado su «amistad» hacia la guerrilla colombiana como un anzuelo para agradar a organizaciones radicales de la base chavista, con el argumento de que en el caso de una agresión imperialista contra Venezuela, esa guerrilla colombiana lucharía militarmente junto a los venezolanos para rechazar a los marines invasores. (Maduro dice que Iván Márquez y Santrich son ‘bienvenidos’ a Venezuela. https://www.youtube.com/watch?v=niQnFq5qMZo ). Tenemos de ejemplo el saludo que les envió en la última reunión del Foro de Sao Paulo en Caracas, 2019.
  • Basándose en el prestigio histórico de la lucha guerrillera en toda Latinoamérica desde hace 70 años, el madurismo ha utilizado esa «cercanía» y solidaridad mutua con la guerrilla colombiana para atraer incautos e intentar fortalecer su discurso como pretendido gobierno «socialista», «revolucionario» y «obrerista», tanto en sus propias bases populares como en el espectro de la izquierda continental.
  • Es de resaltar la situación de crisis casi terminal que tiene viviendo la guerrilla colombiana desde hace una década. Luego de más de medio siglo de lucha y no poder «conquistar el poder», como se supone era su objetivo, realizaron el llamado proceso de paz que los condujo al abandono de la lucha armada durante el pasado gobierno de Juan Manuel Santos en Colombia. Parece que el 80 % de las FARC completaron esa pacificación y fundaron un partido legal, participando hoy en el congreso del hermano país. Como era de esperarse, esos acuerdos de paz han sido violentado en los hechos por los sectores más ultraderechistas de Colombia, sobre todo en el actual gobierno de Duque, y los constantes asesinatos contra excombatientes llevó a un sector de las FARC a volver a la lucha armada (sumados a otras facciones que nunca aceptaron dicho proceso de paz). Pero la crisis general de esa guerrilla continúa en desarrollo. Al no tener claro un programa político que las oriente, hoy esas FARC se han disgregado en numerosas columnas armadas que luchan por su cuenta y que incluso se hacen la guerra entre ellos mismos (como lo reconoce el comandante Gentil Duarte en una reciente entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=6rqIJZd0pHo). A contracorriente de toda la izquierda latinoamericana que alcanzó por medios electorales resonantes triunfos en las dos últimas décadas, y en contra también del crecimiento electoral de otros factores de izquierda (que también tuvieron un pasado de lucha armada) en la misma Colombia, como es el caso del partido de Gustavo Petro. Quienes insisten en la lucha armada en Colombia presentan un gran desfase de la realidad política continental y mundial, no porque las democracias «burguesas» ofrezcan amplias garantías de participación, sino porque se ha demostrado decenas de veces en todas partes que la estrategia de lucha cívica y legal permite obtener importantes triunfos políticos, que la lucha armada no ha logrado conseguir en más de 40 años (Cuba, hace 62 años, y Nicaragua, hace 42 años, serían las excepciones que confirman esta regla).
  • Otro detalle, muy relevante, de las guerrillas colombianas, es su carácter de organizaciones totalmente militarizadas, subordinadas exclusivamente a un mando vertical inapelable de «comandantes». Todas las experiencias de guerrillas marxistas en Latinoamérica surgieron de partidos políticos que decidieron crear frentes armados en determinadas condiciones históricas de sus respectivos países. Igual sucedió con las guerrillas marxistas que en Francia, Italia, Grecia y otros países enfrentaron a la ocupación nazi. Igual ocurrió en la lucha armada en China y en Vietnam. En todos esos casos siempre existió un partido revolucionario que dirigía la lucha general, incluyendo la lucha armada. Colombia es el extraño caso donde en las guerrillas no existe partido político alguno. Son organizaciones totalmente militarizadas que de llegar al poder es evidente que instaurarían cualquier cosa menos una «democracia popular». Organizaciones acostumbradas a dar órdenes a los movimientos sociales populares y no a obedecerlos, como se supone debería ser. Organizaciones que históricamente han resuelto sus diferencias con enfrentamientos armados entre ellos mismos (son numerosos los casos en las últimas décadas de «pequeñas guerras» entre las FARC y el ELN). Siendo también numerosos los casos de asesinatos de dirigentes guerrilleros cometidos por ellos mismos (en la entrevista señalada arriba, Gentil Duarte acusa al grupo de Iván Márquez de ser responsable de varias muertes de comandantes que se negaron a aceptar el proceso de pacificación).
  • En resumen, las guerrillas colombianas tienen muy poco de revolucionarias. El estancamiento de su lucha armada, las sucesivas derrotas militares de la última década, el reciente proceso de paz que aún se desarrolla pese a todos los asesinatos contra los combatientes pacificados, y las múltiples fracciones que hoy han vuelto a guerrear dentro del vecino país (y que como afirma Gentil Duarte se hacen la guerra entre ellos mismos: los Pelusos, los Pocillos, los Contadores, los Sinisterra, la Segunda Marquetalia y el propio grupo de Duarte), más su comprobada participación en el narcotráfico (que ellos reconocen sólo a nivel de cobro de «impuestos revolucionarios»), no son precisamente buenas cartas de presentación. La presencia de esos grupos armados en Venezuela es evidentemente un generador de conflictos que bien pudieran evitarse.
  • Es obvio como conclusión de todo lo anterior, que somos partidarios de que la Fuerza Armada venezolana impida el ingreso y la permanencia en territorio patrio de estos grupos armados colombianos. Algo que sin embargo no habían hecho a lo largo de todo este proceso «bolivariano» (1999-2021), situación que cambió a partir del 21 de marzo pasado, y que es la razón que nos lleva a escribir este artículo.

Con el ataque realizado por la FANB contra un campamento de las FARC (fracción Gentil Duarte) cerca de la población de La Victoria en el Estado Apure, el 21 de marzo pasado, se modificó en 180 grados una política que había mantenido el chavismo por más de dos décadas.

El gobierno pasó de mantener una solidaridad encubierta, acompañada de numerosas declaraciones de respeto y amistad «revolucionaria» como en la señalada reunión del Foro de Sao Paulo, a un confrontación armada total, que inicialmente se ha desarrollado contra las formaciones militares de las FARC en el estado Apure (frentes 10 y 28, asociados a Gentil Duarte). Ver al respecto la declaración del Frente 28 donde rechazan que los vinculen con «la oligarquía colombiana y el imperialismo», y reiteran que sus armas están para «defender al pueblo venezolano» en caso de una agresión imperial (Frente 28. Mensaje a Nicolás Maduro. https://www.youtube.com/watch?v=oBNfP7622Ao).

Hasta los momentos no se conocen las razones que llevaron al gobierno de Nicolás Maduro a dar ese giro político tan violento y sorpresivo. Todos los males generados por la presencia guerrillera colombiana en suelo venezolano son plenamente conocidos y diagnosticados por el gobierno venezolano desde hace años. Por tanto la razón de ese vuelco político no puede estar en que se enteraron ahora de esa gravísima situación en nuestras fronteras.

Como toda Venezuela ha conocido a través de la televisión y otros medios oficiales, Maduro ha acusado al gobierno de Colombia y al de los Estados Unidos de haber introducido en Venezuela una especie de «grupo paramilitar» con el objetivo de derrocarlo. En contraste, Diosdado Cabello sí ha aceptado la posibilidad de que sean grupos guerrilleros y no paramilitares colombianos los que hacen presencia en Apure, al decir que los combatirán «llámense como se llamen» (Diosdado Cabello sobre conflicto en Apure: los vamos a combatir llámense como se llamen. https://efectococuyo.com/politica/diosdado-cabello-sobre-conflicto-en-apure-los-vamos-a-combatir-llamense-como-se-llamen/).

Hay dos opciones para explicar este sorpresivo giro político del madurismo:

  1. Que están negociando con alguna potencia muy poderosa, posiblemente Estados Unidos, y la negociación sería obviamente para quitar las sanciones económicas que pesan sobre Venezuela. Y donde el combate a esa guerrilla colombiana sería una de las condiciones impuestas por los estadounidenses. Aunque el discurso agresivo del gobierno de Biden contra Maduro no pareciera indicar que se pudiera estar adelantando algún tipo de negociación secreta en esa dirección.
  2. Que la presión militar interna hacia Maduro pidiendo expulsar del país a todos esos grupos armados colombianos haya llegado a un límite que ha obligado al presidente a decidir la ofensiva militar desatada en el último mes.

Esta segunda explicación pareciera ser la que está más cercana a la realidad. Lo demostraría el hecho de que al parecer existía un proceso de negociación y acuerdos entre el grupo de Gentil Duarte (el que fue atacado) y el grupo de Iván Marquez, denominado Segunda Marquetalia (y más cercano al madurismo). Proceso de negociación que no se había roto completamente, pero que fue sorprendido por los ataques del 21 de marzo.

La reciente declaración de Iván Márquez pareciera demostrar que su propio grupo teme ser objeto de la ofensiva militar de nuestra FANB, pues insiste en decir que ellos «no actúan militarmente contra las fuerzas armadas de los países vecinos», que respetan la soberanía de esos gobiernos, que no cobran impuesto («revolucionario») a ninguno de los nacionales de esos países vecinos, y mucho menos interfieren en el manejo soberano de sus riquezas naturales ( Iván Márquez dice que las Fanb no son objetivos militares de Marquetalia. https://www.youtube.com/watch?v=oMA7ez3MgiE). Son muchas aclaratorias que nadie se las había pedido, pero que figuran como las críticas centrales contra la presencia guerrillera colombiana en Venezuela.

Este giro político de 180 grados de Maduro con relación a su manera de afrontar la relación con las guerrillas colombianas, lo deja desamparado ante sus bases populares que identificaban a esa misma guerrilla como «aliados de la revolución bolivariana». De ser camaradas han pasado a ser tratados como peones del imperialismo y enemigo militar a aplastar a como dé lugar, según las órdenes públicas dadas tanto por Maduro como por Padrino López, y repetidas por Ceballos y Diosdado Cabello.

Es una evidente demostración de lo débil que se encuentra Maduro tanto a lo interno como en sus relaciones internacionales. Ya no sólo ocurre el progresivo desarrollo de un plan económico neoliberal, culminado con la llamada ley antibloqueo, sino que el falso discurso revolucionario de respaldo a las fuerzas guerrilleras colombianas ha tenido que ser modificado de cuajo.

Concluimos ratificando nuestro acuerdo con que la FANB actúe para sacar del suelo patrio a todos los grupos armados extranjeros que han venido aquí a imponer una realidad de guerra civil y extorsión permanente que sólo existe en Colombia, y que no nos conviene bajo ninguna circunstancia que sea trasladada a territorio venezolano.

Pero no estamos de acuerdo con que se asuma la conducta que históricamente desarrolló la FANB en su lucha antiguerrillera en Venezuela durante las décadas de 1960, 70 y 80. No puede arremeterse contra la población civil, y mucho menos cometer masacres como la de El Ripial que igualan a la de El Amparo, en 1988. El mismo gobierno que hoy actúa militarmente en Apure es el responsable del deterioro de esa situación en las últimas dos décadas. La población civil sencillamente sobrevive ante realidades impuestas por los hechos. Es lógico pensar que todas las familias apureñas de la frontera tengan lazos de colaboración con esas guerrillas que tienen más de 40 años actuando en nuestro territorio. No son culpables de nada, y no pueden ser criminalizadas ni reprimidas de la forma brutal como lo viene haciendo la fuerza armada nacional.

Antes de repetir conductas genocidas ya desarrolladas por los gobiernos de Betancourt, Leoni, Caldera, Carlós Andrés Pérez, Luis Herrera y Lusinchi, nuestro alto mando militar debería renunciar por haber permitido por décadas esa grave e irregular situación en nuestra frontera, y que asuma otra generación de jóvenes oficiales que restituya la dignidad y la soberanía sobre el sagrado suelo de la patria.

La solidaridad hacia los revolucionarios colombianos, y especialmente hacia los sectores que intentan enderezar el equivocado camino de más de medio siglo de fracasos en la lucha armada, debe realizarse por otros medios, políticos, legales, dialógicos y humanitarios. Estamos convencidos que el pueblo colombiano tiene reservas morales y patrióticas más que suficientes para derrotar, en un plazo histórico cercano, a esa oligarquía asesina y explotadora que por 200 años lo ha mantenido bajo sangrantes cadenas de opresión.

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