El Chavo era de derecha
Con motivo y ocasión del deceso del célebre escritor, dramaturgo y actor Roberto Gómez Bolaño (mundialmente conocido como “Chespirito), se advirtieron en las redes sociales un sinfín de comentarios, mensajes y posteos de foristas acongojados con la noticia, pero también hubo quienes intentando intelectualizar la obra del difunto, cargaron tintas contra su exitosa tira “El Chavo del 8” alegando que la misma era un alarde de la pobreza (es decir del pobrismo como virtud) y que por añadidura la riqueza y el éxito eran vistas como algo malo u hostil y entonces la saga mantendría directa o indirectamente un mensaje subliminal de tinte psicobolche o populista funcional a esa mentalidad latinoamericanista tan poco propensa al progreso.
Ante lo expuesto en diferentes foros no tuve menos que reaccionar señalando lo que considero un grave error de interpretación, puesto que dejando a un lado que el propio Roberto Gomez Bolaños en su vida personal fue un activo hombre vinculado a los círculos derechistas de México, en lo específicamente artístico y puntualizando en el Chavo, vale agregar que éste era un niño pobre y triste, y por ende su desdicha material y afectiva no era presentada como meca sino como desgracia. Asimismo, jamás se inducía que su desdichada situación era consecuencia de la riqueza de otros sino todo lo contrario. Los ricos de la comedia (el Sr. Barriga y su hijo Ñoño) siempre fueron presentados como solidarios, se relacionaban con total respeto respecto a los que vivían en la vecindad y en modo alguno había desprecio mutuo por pertenecer a distintas clases sociales, sino que al contrario, el Sr. Barriga siempre era mostrado como un hombre justo y educado al que encima sus inquilinos lo “bicicleteaban” sine die porque rara vez este cobraba la renta.
El profesor Jirafales, otro de los personajes que provendría de una clase social superior a la de los habitantes de la vecindad, a pesar de su formalismo y algunas rabietas, nunca fue mostrado como un hombre altanero sino como un profesor de la época con una infinita paciencia ante los ignaros a los que debía educar y siempre era visto como una autoridad respetable y nunca se promovió desde la tira el igualitarismo ni tampoco se hacía la apología de la envidia ni del odio al que era superior cultural o materialmente.
El único niño envidioso y de malos sentimientos de la saga era Quico, que no era un “niño bien” sino que representaba a una criatura sin padre, cuya madre (Doña Florinda) era una dama venida a menos que no tenía mayor remedio que vivir en ese ambiente hostil.
En suma, se trababa de una convivencia de las distintas clases sociales en donde el más villano e indeseable de todos fue Don Ramón, quien justamente era un vago y un vividor. De vez en cuando aparecía otro personaje que se llamaba “Sr. Hurtado” que era un ladrón que al final se arrepentía y cuyos hurtos despertaban la furiosa indignación de toda la vecindad, lo cual confirma el ahínco de la tira en defender el derecho de propiedad y condenar el robo aun en la marginalidad y la pobreza.
El Chavo fue y es una obra inmortal que reflejaba una vida de austeridad de los años 60 o 70 en una sociedad conservadora en donde siempre estaban vigentes el valor de la amistad, la solidaridad y la convivencia en armonía de las clases sociales sin envidias ni promoción de rencores. No veo había en la saga nada de procaz ni de subversivo y jamás se fomentaban ideas disolventes que atentaran contra los sanos principios de la civilización y de la tradición occidental.
La obra era un simple retrato de un conventillo imaginario dentro del marco de un humor sano que jamás presentaba la pobreza como virtud sino como desgracia que les había tocado.
Si se pretende buscarle al Chavo un contenido ideológico, no dudamos en catalogarlo como derechista y desde estas líneas lamentamos la muerte de quien tanto nos acompañara desde la infancia pero a la vez celebramos que el autor de tan entrañables personajes haya sido despedido con tanto cariño en tantos países del mundo.