El chavismo es un perezjimenismo
1.
No hay que esperar el final. Las fuerzas democráticas de Venezuela deberían asumir desde ahora, como tarea política clave, investigar, redactar, diseñar y publicar el Libro negro o el Libro rojo, ya se decidirá el color, del militarismo chavista.
Un libro en el que se compilen y expliquen en detalle –responsables directos incluidos– todas las atrocidades; abusos de poder; violaciones de derechos, humillaciones y agravios; persecuciones, encarcelamientos sin debidos procesos; juicios arreglados, abusos sexuales y torturas físicas o psicológicas a militantes opositores en prisión; amedrentamientos a través de amenazas a la integridad familiar, exilios forzados, privaciones del derecho al trabajo y apartheids masivos como el organizado por el legendario finado Luis Tascón; agavillamiento callejero, creación y financiamiento de grupos paramilitares para impedir la protesta de los sectores democráticos; usos amañados del poder electoral, fraudes, ventajismo gubernamental, conversión del aparato de Estado en agencia proselitista del proyecto político en el poder, y operaciones viles como la que actualmente está en marcha con las acciones de torpedeo a la validación de firmas que corre por todo el país sin que las obedientes gallinas negras pavlovianas del CNE puedan impedirlo.
2.
El modelo inspirador está a mano, el Libro negro de la dictadura, una publicación clave en la lucha clandestina contra el poder total del perezjimenismo, en cuya redacción participaron Ramón J. Velásquez, Simón Alberto Consalvi, José Agustín Catalá, el valiente impresor, y Leonardo Ruiz Pineda, por entonces jefe de Acción Democrática en la clandestinidad, asesinado un mes después tras un encuentro fatal con funcionarios de la Seguridad Nacional, la policía política del régimen.
A pesar de que para el momento de su aparición, octubre de 1952, la dictadura apenas había comenzado a mostrar sus fauces criminales, el Libro negro, que reseñaba la saga de violaciones de derechos humanos –encarcelamientos masivos, torturas, asesinatos, exilios–, fue un golpe duro contra Pérez Jiménez y su red de delatores de oficio –patriotas cooperantes, los llaman ahora– que con pericia y buenos salarios vigilaban la acción política de las fuerzas democráticas.
Más temprano que tarde, Velásquez y Consalvi fueron encerrados por tres años en la cárcel de Ciudad Bolívar, pero nadie, ni Pedro Estrada –el Padrino López de la época–, les podía arrancar del rostro ese esbozo de sonrisa triunfante cada vez que imaginaban la ira de Pérez Jiménez ordenando con el Libro Negro entre las manos: “¡Me buscan vivos o muertos a los autores de esta infamia!”.
3.
Una sonrisa más o menos semejante debe ser la que ocupa el rostro de Leopoldo López en la cárcel de Ramo Verde cada vez que recuerda la mañana cuando mandó a la mismísima Extremadura al emisario de Maduro, y de Timoteo Zambrano, que le llevaba como propuesta cambiar el revocatorio por la posibilidad de irse a casa y como oferta añadida, dicen los buenos periodistas, nombrar un nuevo Tribunal Supremo, mitad de miembros del régimen rojo, mitad para los demócratas, y un jefe mayor elegido por consenso.
Leopoldo, lo sabemos todos, es un preso del Hugo Chávez perezjimenista, no del socialista del siglo XXI. Las dos facetas que marcaron la vida del teniente coronel. Quería ser guerrillero pero solo pudo ser milico. Manuel Rosales también es preso de Chávez, cuando aún parecía sano desde Aló, presidente, le anunció su prisión, sin investigación ni juicio de por medio. A Ledezma, Hugo Chávez, le arrebató todas las propiedades y competencias de la Alcaldía Metropolitana una vez que el dirigente de Alianza Bravo Pueblo, sin armas, con votos, lo desplazó del que era su gran bastión, la Gran Caracas.
Nunca Pérez Jiménez tuvo encarcelados a un mismo tiempo a tres de los jefes políticos de los grandes partidos de entonces. Hugo Chávez, mediante su ectoplasma, sí. Descabezó a Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo y Alianza Bravo Pueblo. Y a Henrique Capriles, el candidato de la MUD, ya le había hecho pagar su prisión. El perezjimenismo del siglo XXI.