El caos
Responder al inmenso caos del gobierno de Nicolás Maduro es el trascendente e histórico reto que tiene la oposición democrática en el año 2017. En mi último artículo me referí a su criminal estrategia. Su eficaz e inescrupulosa aplicación le ha permitido permanecer en el poder y agravar vertiginosamente la tragedia que padecemos. Sus objetivos están claros: mantenerse en el poder e impedir que se realicen elecciones. Conoce perfectamente bien que su presencia como candidato, en cualquier escenario electoral, traería por consecuencia un inmenso rechazo a su persona y la aplastante derrota del chavismo. Esa estrategia debe ser analizada con detalle por la Mesa de la Unidad a fin de establecer una adecuada respuesta para superar los graves y costosos errores cometidos durante el presente año por la alianza opositora y retomar la iniciativa en el año 2017 con miras a enfrentar y derrotar al régimen chavista. Es necesario que la dirigencia opositora asuma con franqueza que el exceso de buena fe le ha concedido ventajas al gobierno, lo cual ha generado una importante desmotivación entre quienes anhelamos el fin de esta tragedia, pero también es justo reconocer que esa dirigencia logró derrotar al chavismo en las elecciones parlamentarias, alcanzando un significativo triunfo con la conquista de la mayoría calificada. Esta realidad nos muestra su capacidad para rectificar y retomar el camino de la victoria.
La inexistencia de una unidad monolítica entre los distintos partidos políticos que constituyen la oposición democrática en lo que respecta a su unidad de mando, a las acciones que ejecuta, al necesario desprendimiento de sus aspiraciones particulares y a la obligante claridad con la militancia opositora ha sido una de sus principales debilidades, las cuales se magnifican aún más al enfrentar a un adversario representado por un partido de disciplina leninista como es el PSUV, que cuenta con todos los recursos del Estado y está dirigido por personas carentes de límites éticos y morales. Esta dispersión no se puede seguir aceptando si en realidad se quiere lograr la inmediata salida de Nicolás Maduro del poder. Quisiera insistir en el problema de la unidad de mando. La MUD no ha logrado contar con una dirección política que le permita actuar con la suficiente rapidez, cohesión y fuerza a todas las exigencias que se le plantean como fuerza opositora. Otro aspecto, que a mi criterio ha hecho mucho daño, es la existencia de la Secretaría Ejecutiva de la MUD. No me refiero a las actuaciones personales de Ramón Guillermo Aveledo y de Jesús Torrealba, quienes han realizado un extraordinario y encomiable esfuerzo, sino a la conveniencia de que dichas funciones sean ejercidas por uno o varios de los dirigentes fundamentales de los principales partidos políticos.
Esta falta de unidad de mando produce una gran confusión en la opinión pública nacional e internacional que no logra interpretar con claridad la línea política de la oposición democrática por ser esta expresada en muchas oportunidades por distintos actores políticos que no tienen la suficiente representatividad para ser considerados como interlocutores válidos de todo el sector opositor. Este aspecto se hace mucho más delicado en el campo internacional al debilitar el respaldo de los gobiernos amigos, de los organismos multilaterales, de las ONG defensoras de los derechos humanos y de importantes personalidades internacionales. Un buen ejemplo es el caso de los presos y exiliados políticos. La labor que han realizado sus familiares y algunos de nuestros dirigentes ha sido de una constancia admirable y merece nuestro más profundo reconocimiento, pero es imposible negar que esa lucha hubiera tenido mucho más efecto si hubiera sido parte de una coherente campaña dirigida por una dirección política de la oposición democrática en la cual se hubieran utilizado todos los medios disponibles y en particular los contactos personales en el campo internacional de nuestros principales dirigentes. De allí que sea imprescindible reorganizar y reimpulsar las acciones internacionales desde los primeros días del próximo año.
Las grandes luchas sociales de la historia siempre han sido impulsadas por el surgimiento de nuevas ideas que generan en la sociedad trascendentes esperanzas en un mejoramiento de las condiciones espirituales y materiales del hombre. La oposición democrática se ha dedicado en estos dieciocho años a desenmascarar el fraude que significa la Revolución Bolivariana. La lucha ha sido larga y tenaz. Al principio fuimos pocos, pero en el transcurrir de los años, en medio de la tragedia venezolana, nos transformamos en una indiscutible mayoría. La oposición democrática ha presentado un conjunto de debilidades organizativas que deben ser resueltas a la brevedad posible. Entre ellas resaltan: establecer una sola línea política y aprobar un programa común que le permita percibir a nuestro pueblo el camino que Venezuela tomará después de la salida del poder de Nicolás Maduro. Esos dos aspectos deben ser totalmente unitarios. En particular el programa debe ser ampliamente discutido por expertos de todos los partidos y de la sociedad civil a objeto de ser aprobado y expuesto ante la Nación por nuestros principales líderes, con la finalidad de crear en nuestro pueblo suficientes esperanzas para fortalecer su fe y su capacidad de lucha.
Los desmanes cometidos por Nicolás Maduro durante estos primeros quince días de diciembre indican que el próximo año será aún más traumático. Su creciente soberbia lo condujo a ignorar el contenido de la carta de monseñor Pietro Parolín, Secretario de Estado del Vaticano, ratificar de manera arbitraria e inconstitucional a las rectoras del CNE y enviar a la canciller Rodríguez a hacer el ridículo en Buenos Aires. No satisfecho con todo lo anterior, decidió infringir más penurias a los venezolanos con la caótica, intempestiva e injustificada medida de decretar la recolección, en setenta y dos horas, de los billetes de Bs 100, pretendiendo sumir a la población en la indigencia. En respuesta a tantas abitrariedades, la oposición debe diseñar una panoplia de acciones tácticas que logren conducir al gobierno a una crisis política de tal magnitud que comprometa su estabilidad. Entre ellas auspiciar y dirigir las protestas sociales que surgen cada día en Venezuela ante los gravísimos problemas que enfrenta nuestro pueblo y realizar fuertes acciones políticas, entre las cuales deben resaltar grandes manifestaciones públicas y paros de actividades laborales no mayores de 48 horas. En esa panoplia de acciones debe considerarse el reto que significa para la oposición democrática triunfar arrolladoramente en las elecciones de gobernadores. Es necesario escoger de manera transparente a los candidatos y tener totalmente lista la maquinaria electoral. Todas las acciones políticas deben impulsarse con igual fuerza para evitar ser sorprendidos por alguna nueva triquiñuela madurista. Adelante. El triunfo se otea en el horizonte.