Durante este verano castigado por una ola de calor tardío provocada por la canícula, los franceses pudieron refrescar sus miradas con los afiches colocados en los kioskos anunciando la exhibición de fotografías que recuerdan la aparición de los bikinis hace 70 años. Las hermosas abuelitas, jóvenes entonces, festejaban el fin del totalitarismo nazi y de los horrores de la guerra, expresando de esa forma parte de su deseo de libertad. Algunas décadas más tarde, el destape aparece en las playas de Saint Tropez, Niza y la Costa Azul, mostrando la osadía de jóvenes y menos jóvenes con el uso del topless como indumentaria de liberación de una nueva época.
Muy diferente es la actual aparición de los Burkini que para muchos, no se trata de una moda, sino del apego a los signos externos del islam, ya que consideran que representa un peligro para la cultura republicana, afectada por una nueva identidad marcada por los emigrados que se niegan a asimilarse al país receptor. En el pasado, se vio en el multiculturalismo, la posibilidad de compartir un destino común reconociendo la libertad religiosa, pero manteniendo el espíritu de la laicidad como plataforma de fondo para los asimilados. Lo cierto es que el surgimiento masivo de cientos de miles de refugiados ha transformado el mapa humano, mientras que la aparición de expresiones externas de algunos modelos religiosos de corte fundamentalista unido a la aparición del terrorismo, han despertado pesadillas y angustias en enormes sectores de la población.
Es en ese temor que debe encontrarse la base de la polémica decisión de 30 Alcaldes del país Galo que decretaron la prohibición del uso del Burkini en las playas por considerar que atenta contra la tradición Republicana y representa el riesgo de imponerle a jóvenes francesas de padres musulmanes, una cultura en la que la presión familiar, religiosa o social las aleja del proceso de asimilación e integración. El Gobierno Socialista de Hollande refleja posiciones contradictorias entre sus Ministros, que van desde el respaldo que el Primer Ministro Manuel Valls le dio a los Alcaldes, hasta la posición crítica representada por la Ministro de Educación Najat Vallaud-Belkacem que ve en la prohibición un «aire de racismo». Hasta tal punto ha llegado la preocupación, que el Consejo de Estado fijó una posición a favor del uso del Burkini, mientras que legisladores han anunciado la intención de que sea tratado por una nueva ley que reglamente el tema, alegando la necesidad de defender la libertad y la igualdad de sexos.
Estando en plena pre-campaña para elegir a los futuros candidatos Presidenciales, el Burkini no ha sido escatimado por ningún candidato. El más vehemente en contra del uso de la vestimenta oriental ha sido Sarkozy quien pregona que los nuevos franceses deben adoptar la historia y las costumbres del país, a lo que otro candidato de la derecha Alain Jupe si bien se muestra crítico al uso del Burkini, propone un Acuerdo con los Musulmanes franceses para evitar su uso.
Las reacciones internacionales no se dejaron esperar entre quienes está el Alcalde de Londres de religión musulmana al igual que varias Organizaciones No Gubernamentales que condenan la Islamofobia. Es un debate complejo, en el que los herederos de la Francia de la igualdad, fraternidad y libertad se mueven en arenas movedizas preocupados por lo que pueda suceder después.
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