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El anti-candidato

Los denominados “anti-candidatos”, aparecen mostrados como los actores principales de una película en la cual los ciudadanos, a la manera del espectador de un thriller político, van descubriendo en cada uno de ellos, episodio tras episodio, cómo se van convirtiendo en los protagonistas de las elecciones o los procesos electorales a los cuales elevan su nombre para participar; resaltan  por no tener presupuesto ni las armas económicas para conseguir sus posibilidades de éxito; la política es cada vez más “pasional” y menos académica; para afrontar tamaña empresa, de ser políticos sin la fuerza de apoyos financieros y grandes mecenas,  solamente queda buscar un lector para que emita un voto informado, eso sí, a su cuenta y riesgo.

El anti-candidato se enfrenta al monstruo de mil cabezas que estableciendo un criterio de confianza en sí mismo, asume enfrentar la contienda y hacerse con votos que nunca nadie pensó que tendría y ganar la contienda. Allí las encuestas aparecen desnudadas, pero no por que fallaron, sino porque hay un ítems que no puede predecir las grandes organizaciones de encuestas políticas: la decisión final del militante “arrecho” y la del indeciso consciente e informado.

Hoy estamos en Latinoamérica ante la figura de muchos anti-candidatos para diversas contiendas electorales, desde postulaciones de Partidos Políticos hasta grupos de poder organizados que buscan construir un mandato acertado y transparente que venga a responder a las necesidades más sensibles de los seres humanos en un tiempo de pandemia y de condiciones nada adecuadas para hacer política de calle, que es bajo Aislamiento Social Preventivo.

Es importante destacar, en los aportes del politólogo peruano Carlos Meléndez, quien escribió acerca del tema en el 2011 y 2016, en su libro “Anticandidatos”, que muchas cosas han cambiado en las políticas locales en Latinoamérica,  la política hoy hay que verla con un pie en la academia y otro en el monte, en la calle, donde también se hace política de verdad;  se parte de la idea de que somos una sociedad sin sistema de partidos políticos reales, ya que lo que más se ha impuesto son los Partidos unidimensionales que generan luchas internas por postulaciones y luego van al ruedo electoral ante contrincantes muy débiles que no logran ni el 1% de aceptación.

No son partidos convencionales como manda el manual de texto,  por ejemplo el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), es una maquinaria con un músculo bien definido y compacto que persigue fortalecer su Acción Popular por la vía de Gobiernos que están marcando gestión y compromiso con las comunidades, minimizando cualquier gasto mayor que busque hacerse a través de marketing publicitarios de convencimiento a los ciudadanos y ciudadanas, y donde sus candidatos de línea son en su mayoría personas involucradas con el pueblo y con las causas nobles de una nueva época en la que ser revolucionario implica compartir con el pueblo sus necesidades más sentidas, tomando de la sabiduría de su gente el plan de gobierno que permita ir más allá de las estrategias de los equipos multidisciplinarios que deben existir alrededor de los candidatos, pero que no deben ser asumidos con el carácter de exclusividad con que los liderazgos de derecha tienden asumir esas recetas mágicas de los organismos financieros internacionales.

Los anti-candidatos son aquellas figuras que van trabajando con su pueblo, que riegan a diario la semilla del poder popular que actúan de cara a esa persona que les va a elegir y que buscan garantizar la mayor suma de felicidad a quienes comparten con ellos la manera y forma de entender la política sin tanto burocratismo y salas de espera.

Es admirable acercarnos a figuras que no tienen mayor arraigo de Partidos o Movimientos políticos organizados, y percibir de ellos su empatía con el pueblo y con las necesidades de ese pueblo; sin embargo el hecho de que nunca se postulen a cargos de elección popular no los hace ajenos a la lucha política, todo lo contrario están allí sirviendo de ejemplo a los verdaderos candidatos que buscan conquistar un curul de representación, y que tienen la madurez de no verlos como adversarios, sino como una figura moral que se tiene y debe superar para fortalecer los valores de liderazgo de quienes buscan el respaldo de las mayorías.

La figura de los anti-candidatos está tomando importancia en las elecciones locales latinoamericanas; según Pablo Escandón Montenegro, docente de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, un anti-candidato es todo aquel hombre o mujer que encuentra en el ataque al sistema establecido y a sus representantes, el fin y objeto de su campaña, con la finalidad de desacreditar al sistema y a los más allegados o afines a él; los anti-candidatos han sido, por lo general, aquellos que salen fuera del sistema tradicional, o los llamados “outsiders” y que muestran que el sistema es el verdadero contrincante y que los otros candidatos son meramente sus designados para mantener las cosas como están.

Nuestro Hugo Chávez, en su época fue un anti-candidato que demostró  cómo el sistema y sus actores son los verdaderos enemigos, y ese es el mensaje que el anti-candidato difunde entre los electores, de manera emotiva, porque él está ahí en razón de una necesidad del pueblo y no por el interés personal o megalómano de ocupar el poder. Pero eso que surgió con figuras como Chávez en Latinoamérica se ha repetido, tanto del lado de izquierda como de derecha, con otras figuras políticas en el mundo contemporáneo.

El sabio y gurú de la teoría de la comunicación moderna, Manuel Castells,  infiere que los anti-candidatos (o las acciones clasificadas como anti-política tradicional) parten de iniciativas que convocan a personas desencantadas de la política y generan una actividad y presencia política, con fines electorales o no a futuro, pero que suscitan interés entre quienes les van conociendo a través del mensaje escrito y digital, haciendo uso de las técnicas de información y comunicación modernas. Asimismo las iniciativas han generado conciencia acerca de lo que debe ser el verdadero rol de los representantes de elección popular y han demostrado cómo el uso de las tecnologías digitales de comunicación en los niveles más bajos de coincidencia son promotoras de relaciones sociales y constructoras de proyectos sostenidos a futuro, pero siempre y cuando exista una estructura sobre la cual los seres humanos compartan un elemento dentro de la red o sistema de información y la mantengan.

Estamos en un tiempo en el que ser candidato va más allá de una consigna o de un Partido Político, se trata de un sentimiento popular que logre materializar un nuevo código de la democracia exija a los medios tradicionales cumplir con una función electoral donde se logre ejercer una campaña política que parta de la generación de una ciudadanía crítica, deliberativa y participativa, a efecto de la  presencia humana como libre expresión de las condiciones  de información que hagan de esa figura renovada que surge del poder popular, un potencial ser humano pensante, interactivo y deliberante, candidato en el sentido triunfal de la palabra, pero que viene de la luz del anti-candidato que como génesis le permitió consolidar la confianza de su pueblo y sus potenciales electores.

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