El 1° de mayo, aquí y ahora
Carlos Canache Mata
La historia es conocida. El 1° de mayo de 1886 se inició en Chicago, Estados Unidos, una huelga obrera reivindicativa, entre otros objetivos, de la jornada laboral de ocho horas, la cual había sido consagrada en la llamada Ley Ingersoll que promulgó el presidente Andrew Johnson en 1868, pero que no se cumplía. Los actos y manifestaciones de protesta continuaron los días 2 y 3, y el día 4 se realizó una concentración en el parque Haymarket, reprimida por la policía con un trágico saldo de varios muertos y heridos. En el juicio que se siguió a dirigentes del movimiento obrero, se responsabilizó a ocho de ellos, siendo cinco condenados a muerte en la horca y tres a prisión.
Los sucesos ocurren en el contexto de la Revolución Industrial, proceso que se había iniciado en Inglaterra en el último tercio del siglo XVIII y se extiende por Europa y América en el siglo XIX y por parte del resto del mundo en el siglo XX. La invención de la máquina de vapor y la aplicación de nuevas fuentea de energía habían potenciado la rentabilidad del trabajo humano, incentivado el desarrollo de los centros urbanos, aumentado el empobrecimiento de los trabajadores, con mujeres y niños sometidos a inmisericorde explotación.
El establecimiento del 1°de mayo como Día Internacional de los Trabajadores es acordado en el año 1889 por la llamada Segunda Internacional, en homenaje a los Mártires de Chicago, y muchos lo consideran como el origen del movimiento obrero moderno. Desde entonces, es una fecha de movilización de los trabajadores del mundo de cara a la defensa de sus intereses y mejores condiciones de vida.
Vergüenza deberían sentir Maduro y la pandilla de Miraflores que lo acompaña cuando se atreven a convocar para el 1° de mayo una manifestación en respaldo de la aciaga gestión gubernamental que realizan. En un reciente reporte presentado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, se hace una radiografía de la situación que atraviesa el país: “Venezuela está experimentando una grave y prolongada crisis económica. El país ha estado enfrentando hiperinflación desde noviembre de 2016 y según el Fondo Monetario Internacional el Producto Interno Bruto seguirá cayendo en 2019, con lo que el descenso acumulado desde 2013 será de más del 50 por ciento. Esto es principalmente impulsado por la caída de la producción de petróleo y el empeoramiento de las condiciones en el sector no petrolero. Un colapso en los salarios y en el valor de la moneda, la escasez de alimentos, medicinas y suministros básicos, el deterioro de los servicios de salud, educación e infraestructura, así como las sanciones internacionales”. Se nos sitúa entre los diez países del mundo que tendremos en los próximos meses “los más altos riesgos para su seguridad alimentaria y su agricultura”, luego de Yemen y Sudán del Sur.
Se ha anunciado un aumento del salario mínimo a 40.000 bolívares, lo que equivale a 7,6 dólares mensuales, algo irrisorio si enfrentamos la realidad de que, según el Cendas-FVM, en el pasado mes de marzo la Canasta Alimentaria se ubicó en 1 millón 555 mil 866,88 bolívares y la Canasta Básica Familiar en 2 millones 491 mil 159,29 bolíivares, lo que no ha sido óbice para que, con insólita desfachatez, se diga que el aumento salarial es consecuencia de la política de “recuperación sostenida del poder adquisitivo de la población venezolana, y el desarrollo de un modelo productivo soberano, basado en la justa distribución de la riqueza”.
¿Qué celebra este primero de mayo la dictadura usurpadora? En 1886 cinco mártires obreros fueron en Chicago condenados a la horca, y aquí y ahora presenciamos en nuestro país cómo una hiperinflación voraz ahorca el salario real de los venezolanos.