Dos propuestas necesarias
1492 es el año en que ocurre el Descubrimiento formal del continente americano, por parte de la expedición comandada por Cristóbal Colón, con sus tres carabelas -la Pinta, la Niña y la Santa María- patrocinado por los reyes católicos de España, que acababan de expulsar de su territorio, a los invasores moros y a los judíos. Hasta entonces, y por algunos años más, todos pensaban que el planeta era plano, y en consecuencia imposible la navegación al oeste, pues más allá de Finisterre los navíos y sus tripulaciones caerían a un abismo, hacia su muerte inexorable. Colón realizó cuatro viajes desde la península ibérica a costas americanas, y murió en España, en 1506, convencido de que había demostrado que la Tierra era redonda, pero creyendo que en sus viajes al occidente había llegado a diferentes puntos de la costa de la India (que era su propósito esencial, descubrir otra ruta hacia las tierras de donde se traían los productos exóticos orientales -India y China, primordialmente- sin atravesar la ruta que pasaba por el cercano y el medio oriente, plagada de peligros y alcabalas que aumentaban los costos). Por ello, llamaron indios a los habitantes de estas tierras, y debieron ocurrir muchos eventos exploratorios para que sucediera el segundo descubrimiento; Que era una masa continental enorme y distante de aquella otra -Asia-, a donde creyeron haber llegado desde 1492.
Comenzó el período de la conquista, ocupación y colonización de territorios del nuevo continente, por parte de las viejas potencias de Europa; España -la patrocinante de los primeros viajes «descubridores», Portugal -que por el Tratado de Tordesillas se quedó con la porción que hoy es Brasil- e Inglaterra, que tomó la parte norte del continente. Hasta 1492 estos territorios estuvieron habitados por un centenar de pueblos indígenas -que calificaron como tribus-, y cada una ocupaba una porción del espacio total, pero competían con sus vecinos por el control de los espacios donde abundaba la caza, la pesca y los ríos, factor vital para asegurar el agua, líquido primordial para la sobrevivencia de todos los conjuntos animales, incluidos por supuesto los humanos. Había tribus más agresivas que otras, y por lo tanto frecuentes enfrentamientos, y desplazamientos o disminución forzosa de los vencidos, que eran asesinados (generalmente los hombres) o asimilados (mujeres y niños), produciendo algunos imperios con grupos aborígenes que destacaron en su dominio de la guerra, y en la construcción de conjuntos arquitectónicos que demuestran avances tecnológicos en viviendas con diseño urbano, división del trabajo, organización social, con una jerarquización que respondía a las decisiones de una élite, con una persona y su familia al mando, de manera similar a las Monarquías que existían en los otros continentes, y el parecido incluye la construcción de pirámides, que compiten en tamaño, complejidad y belleza con las famosas del antiguo Egipto. Aztecas, Mayas e Incas sobresalieron entre los grupos que ocupaban el continente americano a la llegada de los europeos, a partir de la fecha formal del descubrimiento (los vikingos habían realizado la travesía del noroeste de Europa al noreste de América, en especial a Groenlandia, pero ese tráfico ocasional no se consideró, al establecer los viajes que conducen al descubrimiento oficial, que algunos pretenden desconocer, o cambiar a «Encuentro de dos mundos», o Genocidio, cosas de la Semántica).
La Conquista-Colonización de América, tuvo dos vertientes, la que produce a Iberoamérica a partir de españoles y portugueses, imponiendo sus idiomas -bastante semejantes, el portugués ha sido españolizado en Brasil, lo entendemos más fácilmente que el original de la porción occidental de la península ibérica-, la religión católica, la cultura y costumbres de hispanos y lusos, y la vertiente anglosajona, de habla inglesa, religión protestante, costumbres, cultura y actitudes distintas, en especial en sus posiciones frente al modo de asumir el Trabajo y la acumulación de dinero, por lo que entre los íberodescendientes hay más propensión a esforzarse poco en las faenas, y esperan que el Estado se ocupe de satisfacer sus necesidades, de lo que deriva la mal interpretada y peor implementada «redistribución de la riqueza», cantera del Populismo. Entre los anglosajones prevalece la noción de que quien más se esfuerce merece más recompensa, y no delegan sus libertades en el Estado, al que limitan a las funciones elementales, proveer Orden y Disciplina social, hacerse cargo eficientemente de la Seguridad, Justicia, Educación básica y Salud, y de la construcción de la infraestructura vial, rechazando las regulaciones y controles del resto de la dinámica social, sobre todo en lo Económico, donde impera la Libre Empresa y el libre albedrío sin distinciones (en Canadá hubo participación del imperio francés, y se mantienen algunas diferencias de idioma, religión y actitudes, pero sigue vigente el respeto a las libertades en todos los aspectos, no aceptan el intervencionismo del Estado, es un precepto totalmente vigente en toda Norteamérica).
El presente es consecuencia del pasado, es imposible que los esquemas de dominación que prevalecieron durante los recientes siglos, no se reflejen en los esquemas de la actualidad. Así, lo que nos diferenciaba de Norteamérica en el pasado, nos sigue diferenciando hoy. En Canadá y los Estados Unidos son fundamentales el Respeto por las Leyes y la Descentralización (lo que explica que en cada Estado de la Unión funcione un Congreso y puedan tener Leyes propias, siempre que no colidan con las que han sido elaboradas y mantenidas para regir a escala nacional, y los cambios deben ser discutidos y alcanzados por Consenso), en cambio en nuestros países las leyes se cumplen a conveniencia de quienes ejerzan el poder, circunstancial y temporal, que a menudo es ocupado luego de una escaramuza, un golpe militar, y mediante la capacidad de control social que emana de las armas y de la arbitrariedad. Los países van dando tumbos, en virtud de lo que sirva a los propósitos del caudillo de turno y su entorno (tal como sucedía con el tradicional monarca, su familia, su grupo de nobles y sus respectivos ejércitos). De cualquier versión caudillista deriva el centralismo y la tendencia a que todo dependa del poder concentrado en pocas manos, aunque pregonen ser democráticos.
En Norteamérica y Europa no han ocurrido ni ocurren golpes militares, a pesar de tener los ejércitos más poderosos, los mejor dotados del mundo. A ningún alto oficial se le ocurre conspirar contra el Ejecutivo electo por la mayoría, ni presionan para reducir la independencia de los otros poderes. La intentona de golpe que protagonizó en febrero del 81 el coronel Tejero en Madrid, fue algo breve e intrascendente, una rareza digna de figurar en el Libro de Récords Guinness. En cambio, las Montoneras, esos movimientos de ricos hacendados con dinero y suficientes peones, que ponían rumbo a Caracas y, si lograban llegar a la capital, tomaban el poder e iniciaban un nuevo ciclo (Castro, Gómez), las Asonadas, los Golpes militares (y su variante guerrillera), han sido una constante en la Historia de Latinoamérica, y la mayoría de los vecinos de esta gran porción continental, ven como normal la aparición del eventual caudillo redentor, que ofrece la seca y la meca, sin generar preocupación el hecho de que el surgimiento sea por la vía violenta y su gestión tenga de común denominador la flagrante violación del marco legal y la imposición de lo que provenga de sus muy personales caprichos y enfoques del país, aunque estén equivocados y nos conduzcan a la ruina, la injusticia y el estancamiento. Así como no aparecen los Tejero en el primer mundo, sobran en el tercero los Fidel, los Videla, los Fujimori, los Chávez, que irrumpen ofreciendo redimir a los pobres, consideran a todos los demás indignos de resultar también beneficiados por las gestiones del oficialismo, por lo que con caudillos en el poder jamás habrá Gobierno, jefaturan Regímenes, pues dirigen sus discursos y ejecutorias, exclusivamente a la porción que ellos categorizan como «más necesitada», aunque en la realidad ese conjunto lo conforman con sus seguidores solamente, entre quienes hay muchos que no calzan la definición de pobres pero son incondicionales del Jefe (y se esmeran por alcanzar la condición de multimillonarios tan pronto como les sea posible, antes de que sobrevenga el inevitable final del reinado de las arbitrariedades y el irrespeto a las leyes).
Inclusive las viejas Monarquías, las que tuvieron plena y vergonzosa vigencia desde tiempos muy lejanos hasta la mitad del siglo 20, desaparecieron en su mayoría, y las que permanecen activas, han variado su manera de funcionar y -sobre todo- en su participación en la toma de decisiones vitales para cada país. Quedan muy pocas, la mayoría en Europa y relegadas a la condición de estamentos ornamentales, que cumplen un rol protocolar, en homenaje al pasado, y una función de atractivo para la industria sin chimeneas, el turismo, ya que siguen siendo de interés para buena parte de los viajeros (y sus valiosos aportes a las economías de esos países que mantienen sus Monarquías en exhibición), que disfrutan de los castillos y la parafernalia vinculada a las familias reales, los desfiles y las carrozas, los soldados y sus vistosos uniformes, incluso el chismorreo sobre las rencillas familiares, las indiscreciones, comportamientos cuestionables, esporádicas canas al aire o sólidas infidelidades, todo lo que conforma el innegable atractivo que emana de la supervivencia de esas rémoras inofensivas, pues los gobiernos están a cargo de Presidentes o Primeros Ministros, electos y capaces.
En cambio en nuestros exuberantes y folklóricos países, cualquier individuo puede pasar del absoluto anonimato al primer plano de la popularidad, y sin mediar la capacidad demostrada, la experiencia de uno o varios cargos importantes, sin demostrar preparación y honestidad, de la noche a la mañana es candidato y pudiera obtener la mayoría simple de votos, y alcanzar la presidencia (tampoco tenemos el mecanismo profiláctico de la segunda vuelta, que ayudaría a remendar las consecuencias de la inmediatez que respalda un fenómeno ocasional, obligando además a la sana negociación entre los que obtuvieron el resto de la votación total). Ocurre en nuestros países algo terriblemente insólito: Para ocupar cualquier cargo en la administración pública, de Portero a Jefe de Sección, exigen algunos requisitos, con la correspondiente documentación que demuestre lugar y fecha del nacimiento, identidad del o los progenitores, estudios realizados, experiencia previa. Hay puestos de trabajo que ameritan el grado mínimo de Bachiller, otros exigen capacitación a nivel de Técnicos o Licenciados egresados de Institutos de Educación Universitaria, y por supuesto, hay cargos para los cuales se pide Post Grado. Pero esa lógica elemental se apaga cuando el cargo a ocupar es el de Presidente del país, Ministro del Gabinete, Gobernador de Estado. Precisamente las posiciones de mayor poder, aquellas desde las cuales se deciden las políticas a seguir en cualquier aspecto de la realidad, son las que NO exigen requisitos acordes con la importancia y trascendencia de lo que determinen quienes ocupen esos cargos (en Venezuela, Maduro fue Canciller y candidato a la presidencia sin llenar los pocos requisitos constitucionales vigentes entonces, y ni siquiera ha presentado su Partida de Nacimiento para demostrar que por lo menos es venezolano por nacimiento, como lo exige la Carta Magna, no hablemos de sus Estudios y Experiencia previa para ocupar la Cancillería y la Presidencia, cargos donde ha incurrido en demasiadas torpezas).
El otro aspecto que quiero colocar sobre el tapete, es el de la creciente Inseguridad, el problema que más angustia a la mayoría de los venezolanos, que ya produce 25.000 asesinatos anuales. Buena parte de los delitos y crímenes son cometidos por menores de 18 años, a quienes las Leyes tratan con especial benevolencia, lo cual estimula la participación de adolescentes, prevalidos de que -si los atrapan- recibirán una sentencia muy leve, empeorada esa situación por los mecanismos que favorecen a los presidiarios condenados, que son liberados mucho antes de cumplir sus sentencias, por la celestina interpretación y aplicación del marco legal, que beneficia a peligrosos delincuentes, menores y mayores de edad. Las leyes venezolanas mantienen la errada praxis de agrupar en la misma categoría a los menores que están en edades de los 8 años recién cumplidos a los 17 años y 364 días, lo que obviamente mezcla agua y aceite. Del Nacimiento a la fecha en que se cumplen 7 años, está claro que son niños con limitados conocimientos y capacidad de comprensión o razonamiento sobre eventos de la vida real, se les dificulta distinguir entre la realidad y la fantasía (que marca su mundo de dibujos animados, cuentos, libros y juegos). Pero todo eso va cambiando a medida que el individuo se incorpora de lleno a los procesos de maduración natural y aprendizaje formal en la Escuela. Las fantasías son gradualmente desplazadas por las realidades, los niños aprenden a diferenciar entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto (salvo que estén en ambientes donde todas las influencias sean negativas, casos extraordinarios, puesto que la sociedad -Familia y Estado- se ocupan de poner a su alcance los conceptos elementales de Moral y Luces (Ética y Aprendizaje, en el Hogar y en la Escuela, por humildes que sean). De modo que hay diferencias en el grado de comprensión del mundo a su alrededor, y de las responsabilidades propias en cada edad, y van en aumento desde los 8 a los 17, por lo que no se justifica que sean agrupados en una misma categoría como si sus grados de madurez fuesen similares, homogéneos.
Se debe establecer una pena mínima para la comisión de cada delito o crimen grave, y que se le aplique a los menores de edad juzgados por cometerlos, restándole un 10% por cada año por debajo de la edad tope de 18: A los menores delincuentes en edades entre 17 años y 18 años menos un día, 10% menos de la pena mínima. A los menores delincuentes en edades entre 16 años y 17 años menos un día, 20% menos de la pena mínima. Hasta llegar a los menores delincuentes que tengan entre 8 años y 9 años menos un día, a quienes les tocará solamente el 10% de la pena mínima (en todos los casos Orientación profesional). Ya basta de tratar a quienes cometen terribles crímenes y tienen casi los 18 años, con la misma actitud benevolente de la que debe recibir quien comete una grave falta, pero con apenas 8 años.
Respecto de los requisitos para optar a los cargos con mayor responsabilidad, deberían antes haber ocupado cargos de menor jerarquía; Concejales, Alcaldes, Diputados, electos y habiendo ejercido el tiempo reglamentario, un período en cada posición. De esa manera, la Ciudadanía se garantizaría que quienes opten a ejercer una Gobernación, un Ministerio, la Presidencia del país, podrían ofrecer un Currículo comprobable de servicio, que permitiera conocer su habilidad para desenvolverse en posiciones de Responsabilidad, su capacidad administrativa y gerencial, su honestidad, eficiencia y verticalidad (que cumple sus compromisos y no cambia sus principios). Hemos tenido demasiados toeros, saltimbanquis, falsos mesías, ignorantes con extraordinaria memoria para superficialidades y lugares comunes, resentidos agazapados con todo tipo de complejos, aprovechando los vacíos legales y los atavismos sociales que todavía otorgan altas cotizaciones a los aventureros, a los vendedores de milagros y supercherías.