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¿Dónde estará María?

Una canción de Billo muy famosa hablaba de un hombre que era “la flor del trabajo”: ¡se le fue todo el año y no hizo nada! Llegando a su fin diciembre tomó la resolución de trabajar el año siguiente. En enero, esperando el día 6, no arrancó a trabajar, lo agarró el carnaval y tampoco trabajó en febrero. “La fuerza creadora” lo abandonó en marzo, en abril y en mayo. Después vinieron los meses del verano, llegó septiembre y en un santiamén estaba ya nuevamente en diciembre. Todos los meses encontró excusas para no trabajar. Lo que pudo parecer exagerado en aquel momento, hoy es común en Venezuela: el no trabajar se ha hecho una costumbre. Y país que no trabaja, país que va al abismo. Nosotros lo sabemos.

Me indignó -mas no me sorprendió- que el gobierno hubiera decretado festivos los días lunes, martes y miércoles de Semana Santa. Sobre todo un gobierno que se autocalifica como los que creen que la religión es el opio del pueblo. En las terribles circunstancias de país en las que nos encontramos, cuando más bien deberíamos estar viendo cómo producimos, cómo resolvemos el estado de escasez y precariedad en el que nos encontramos, resulta aún más terrible que el gobierno decrete vacaciones. Porque eso demuestra que el gobierno no tiene la más remota idea de cómo se produce, y quizás hasta peor aún, que no le importa producir.

¿Cómo entonces sale Nicolás Maduro en una interminable cadena en la que “ordena producir” si su gobierno es el primer enemigo de la producción?

Una de las cosas por las que Hugo Chávez tendrá que responder ante la historia es por la desvalorización del trabajo. Trabajar honra, pero Chávez lo hizo ver como una deshonra, emulando a sus tan detestados conquistadores y colonizadores españoles, para quienes el trabajo resultaba un castigo. Para el último libro de la Fundación Venezuela Positiva, escribí:

“El primer indicio de lo que luego se convertiría en una constante a lo largo de estos tres lustros ocurrió tan temprano como en 1999: este gobierno se inició con la frase de “si mis hijos tuvieran hambre, yo también robaría”, pronunciada por Hugo Chávez en el extinto Congreso Nacional y dirigida en tono retador a la Presidente del Tribunal Supremo de Justicia. La pobreza, la delincuencia y la desvalorización del trabajo condensadas en una sola frase. La primera fue el caballo de batalla de la campaña electoral y durante quince años ha permanecido como el elemento pivote en la manipulación de los ciudadanos.

Por supuesto, si mis hijas tuvieran hambre yo también robaría, pero lo haría luego de agotar todas las maneras honestas para alimentarlas, empezando por trabajar. Como el presidente no se molestó en aclararlo, la infeliz frase fue asumida por muchos como una patente de corso para delinquir.

Yo estoy convencida de que la pobreza no es la causa de la delincuencia. Si esto fuera verdad, con el alto porcentaje de pobreza en nuestro país, el número de delincuentes debería estar en las decenas de millones. La mayoría de las personas pobres se abren camino en la vida a punta de trabajo”.

La industria y el comercio nacional pasan por su peor momento, pero el gobierno toma la decisión –populista, por supuesto- de dar tres días más de vacaciones. Lo que significa que si alguien decide trabajar tiene que pagarle el doble a sus empleados. Y en épocas de crisis cualquier gasto adicional importa. A todos le importa menos al gobierno. ¿Quién va a producir en Venezuela cuando la industria y el comercio terminen de quebrar?

Habrá que “llamar a María”. Aunque yo creo que María emigró de Venezuela hace ya tiempo…

@cjaimesb

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