Don Quijote visto por Juan Carlos Sosa Azpúrua
El libro de Juan Carlos Sosa Azpúrua, La libertad individual y don Quijote de la Mancha, publicado por la Universidad Católica Andrés Bello, es una valiosa contribución al disfrute de la lectura de la obra maestra de nuestra cultura. Se trata de su tesis de grado con la cual obtuvo el título de licenciado en Letras de la UCAB y en la que nos ofrece su mirada.
Cada cual tiene su propia lectura del Quijote de Miguel de Cervantes; además, las sucesivas relecturas son siempre diferentes para el mismo lector. En cada oportunidad puede apreciarse lo cómico, pero, en la medida que se avanza, se experimenta una sensación más bien trágica. Se trata de un permanente y bien hilvanado contraste entre lo que se piensa y lo que se ve.
Esta obra canónica puede ser disfrutada por jóvenes y por menos jóvenes. En ese sentido, Miguel de Unamuno ha proclamado que el Quijote no es de Cervantes sino de quien lo lea y lo sienta, porque “Cervantes sacó a Don Quijote del alma de su pueblo y del alma de la humanidad toda”. La lectura de las aventuras que el “caballero de la triste figura” y su escudero emprendían “para desfacer agravios y enderezar entuertos” constituye una experiencia de vida que nos conecta con nuestras raíces culturales y con nuestro idioma. Estamos ante una novela para leer a lo largo de la vida, una y varias veces.
Juan Carlos Sosa Azpúrua es abogado, con posgrado en la Universidad de Harvard y decidió encontrar en la Escuela de Letras de la UCAB una manera de satisfacer su curiosidad intelectual a través de la magia de la literatura. Lo conozco bien porque fue mi destacado alumno de Derecho Procesal Civil cuando era estudiante de pregrado. Se trata de un venezolano comprometido, disciplinado, inteligente y de calidad humana. Para él, este trabajo es una manera de rendir homenaje a varios intelectuales notables, que son sus “grandes compañeros de soledad”, muy especialmente a Viktor Frankl, a quien considera “una de las personas más importantes que han pisado la Tierra”. Es que Frankl ha podido ser un personaje cervantino, porque su vida es un ejemplo del hombre que no admite la derrota, porque se levanta cada vez que cae, con coraje y con un admirable compromiso con la libertad individual.
Las escuelas de letras de las universidades venezolanas ofrecen a sus estudiantes la posibilidad de elevarse para ver alto y lejos, porque las humanidades son un apoyo relevante para la formación intelectual. Es que la literatura le devuelve a uno el equilibrio y es de gran importancia para los abogados, porque amplía la mirada y la capacidad interpretativa. En el campo jurídico, las más de las veces, se producen rígidas miradas y criterios interpretativos formalistas. El campo de la hermenéutica judicial encuentra en las letras un poderoso aliado al escudriñar el sentido y alcance de la norma jurídica con una mirada ponderada.
El libro que comento viene a enriquecer la bibliografía cervantista venezolana. El autor ofrece la lectura de un jurista, pero con las herramientas del crítico literario. Se trata, como dice Fernando Rojas Casorla, en el sustancioso prólogo de este ensayo, de una nueva lectura del Quijote, con la mira puesta en la noción de libertad. Y sobre los asuntos que examina Sosa Azpúrua voy a detenerme brevemente en este artículo.
La experiencia de cada lectura del Quijote es una invitación “al ejercicio de una facultad humana sin par, al ejercicio de la libertad”, tal como lo expone Pedro Salinas en su ensayo titulado “Lo que debemos a don Quijote”. En efecto, el “caballero de la triste figura” y su escudero son personajes que representan el espíritu libre: uno busca aventuras basadas en sus códigos morales caballerescos y el otro busca un beneficio económico con su trabajo, la esperanza de ser gobernador de una ínsula, y siempre sembrando valores en su andar. Se ha afirmado reiteradamente por los críticos literarios que don Quijote y Sancho Panza son los dos personajes más grandes de la literatura universal. Y es lo que demuestra Juan Carlos Sosa Azpúrua con lucidez.
A lo largo de la obra de Cervantes se siente un progresivo cansancio de ambos personajes, por sus vidas monótonas y ordinarias sujetas a las necesidades sociales y biológicas que parece impulsarlos a una entrega imaginativa a vivir, a su modo, en libertad. Don Quijote y Sancho son hombres libres, y cada uno se lanza a las aventuras impulsados por la libertad de elegir. (Pero también Sancho busca un paliativo a la vida de trabajo y miseria de todo tipo que soporta desde su nacimiento). Por eso, en uno de los pasajes más citados de esta obra, don Quijote le dice a su escudero: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” (II, capítulo 58).
Asimismo, leer el Quijote nos enseña que cada personaje observa la realidad a su manera. Así le dice don Quijote a Sancho: “Eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa” (I, capítulo 25). Este pasaje profundo es para Américo Castro el más significativo de toda la obra de Cervantes, porque plantea el tema de la relatividad de los juicios de valor en la interpretación de los hechos. Se trata de una contribución al tema de la interpretación de la realidad oscilante, tal como cada cual la percibe. Y esto constituye una prueba de que la vida quijotesca gira sobre las apariencias en las cuales desaparece la realidad, porque la verdad es frágil y cada cual tiene la suya, pero nada me autoriza a descalificar a quien no piense como yo. Y a veces lo que nos parece un error podría luego demostrarse que no lo era, sino que era verdad. El principio de la tolerancia en las relaciones humanas es avalado en este certero pasaje quijotesco (y es un concepto que también aparece en las Novelas ejemplares). He aquí un aporte de la obra cervantina al principio de la tolerancia. Sosa Azpúrua también realiza una reflexión profunda sobre este otro aspecto.
Don Quijote es también un homenaje a la persistencia, porque don Quijote sale a corregir errores y entuertos y en ese andar sufre derrota tras derrota, golpiza tras golpiza, pero su reacción es siempre la misma: se levanta y lanza en ristre continúa en su propósito. Este podría ser entendido como un rasgo del ser quijotesco, necesario para buscar los objetivos y para vivir mejor. La simplificación de la derrota es producto de la falta de información o de la tergiversación del esfuerzo. De ahí la necesidad de levantarse y seguir, porque todas las mañanas hay que reinventar el mundo.
Leer La libertad individual y don Quijote de la Mancha nos permite pensar que detrás de las peripecias deslumbrantes de don Quijote y de Sancho hay enseñanzas sobre la tolerancia y la libertad individual. Por tanto, un pueblo que lee a don Quijote será difícil de someter y estará siempre dispuesto a defender su libertad. Es una lectura que acicatea los más elevados impulsos vitales del ser humano.
El ensayo de Juan Carlos Sosa Azpúrua lo consagra como uno de nuestros cervantistas más conspicuos.
@rescovar