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Días perfectos, un film impresionista

Las sociedades contemporáneas están pobladas de seres invisibles, son aquellos que están detrás del funcionamiento de las cosas y que hacen posible que nos insertemos en la dinámica social, ya sea la movilidad, el trabajo o el esparcimiento. Nunca vemos al conductor del metro o al operador de una central hidroeléctrica que nos proporciona luz en casa o el operario del acueducto o del proyeccionista en el cine. Algunos otros oficios son considerados por algunos como de baja categoría, como por ejemplo los empleados de limpieza de los baños o aseos públicos. Win Wenders escoge como personaje de su historia “Días perfectos” (Perfect Days), a Hirayama, encarnado magistralmente en el actor japonés Koji Yakusho, un empleado de la municipalidad de Tokio encargado de limpiar inodoros. Nos hace acompañarlo en su rutina diaria, en la que observamos cómo cumple su trabajo a niveles de excelencia en los detalles, cuando limpia un inodoro o los grifos de un lavabo, hasta dejarlos relucientes. Es un perfeccionista. Se comporta en silencio, no conversa con nadie, es un hombre digno. De noche, lee “Las palmeras salvajes” de William Faulkner. Esto último no se si es una clave que nos brinda Wenders, porque una de las dos historias en la descarnada novela de Faulkner, narra los momentos de un hombre que encuentra el amor y huye de él.

Esa disciplina estricta que lleva a Hirayama a acometer sus funciones a la perfección se basa en una rutina que comienza con el despertar en su pequeña vivienda, plegar el tatami, salir de su casa y observar cada nuevo día con una sonrisa. Al mediodía almuerza en los bancos de un frondoso parque, lo vemos concentrado en tomar fotografías del entretejido de ramas y hojas de la copa de los árboles con una vieja cámara instamatic, es allí donde comenzamos a descubrir el secreto del propósito que lo anima e ilumina, su rostro refleja éxtasis cuando observa el Komorebi. Ésta es una palabra japonesa que se compone de tres caracteres, o kanji: ko que significa árbol, more que significa escapar de, y bi que significa sol; la expresión significa: “La luz del sol filtrándose a través de las hojas”.

Para la espiritualidad japonesa, el concepto de komorebi exhorta a encontrar en los detalles del juego de los haces de luz que se filtran entre las copas de los árboles y el hipnótico cinetismo que produce el movimiento de las hojas, el regocijo de la vida y la belleza esplendorosa que se enuncia allí en instantes, en tiempo presente. Hirayama colecciona cientos de fotografías que ha capturado del Komorebi, contemplándolas con recogimiento cada noche antes de acostarse. Si el impresionismo está caracterizado por el intento de plasmar la luz y la impresión visual de un instante, pintar el momento de luz más allá de las formas, este último film de Wanders podríamos catalogarlo de impresionista.

Las relaciones que acontecen en su rutina diaria, la del lenguaraz joven ayudante, la encantadora encargada del bar a donde, de vez en cuando, va escasos minutos para escucharla cantar, el juego infantil con un desconocido a pisar sus propias sombras, el encuentro con su sobrina o con su hermana que sugieren un drama latente por errores del pasado, son peripecias que sortea con un afecto escondido en lo profundo de su corazón. No sabemos si su mutismo es timidez, depresión o iluminación. Hirayama es un hombre que vive de instante a instante el presente. Como bien lo expresa el crítico de cine Ernesto Diez Martinez, “La rutina para Hirayama no es el preludio de la muerte ni de la autodestrucción, sino el asombro hacia la vida, que puede ser efímera, pero también no deja de ser constante”. (Letras Libres, 15/02/2024)

Para no ser spoiler en relación con el final de la historia, solo digo que el close-up en toma continua de ese rostro mientras escucha “Feeling Good” de Nina Simone: “Birds flying high, you know how I feel/ Sun in the sky, you know how I feel/ Breeze driftin’ on by, you know how I feel/ It’s a new dawn/ It’s a new day/ It’s a new life for me”, resume el concepto del film. Su rostro expresa lo que cada día podemos sentir en nuestras implacables rutinas personales: tristeza, alegría, esperanza, en ese orden, a la inversa o en forma aleatoria, en cada nuevo día a pesar de ser días perfectos.

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