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Destrucción republicana y persecución política

A pesar de los escépticos, la mayoría de los venezolanos creen que la real política pudiera sacar al país de la crisis actual. Y todo, porque son hijos de patriotas que lucharon para que las futuras generaciones impusieran a sus propias autoridades dentro de las bondades de un sistema republicano fundado bajo el imperio de la ley para no ser víctimas de un hombre ni de un grupo de hombres con poder. Además saben, que los líderes de la democracia (1958-1998), jamás los llevaron a una situación de escasez, inflación, corrupción, deterioro de servicios públicos, de instituciones, de la economía y de DDHH, como lamentablemente, lo ha hecho la presente “administración” gubernamental.

Desde 1730 con la rebelión de Andrés López del Rosario (Andresote) hasta la Invasión de Francisco de Miranda de 1806, muchos hombres fueron perseguidos y murieron en el intento. Pero la primera tentativa pre-independentista contra el Imperio Español que anhelaba constituir una república independiente apartada de toda clase de tutelaje fue la de Gual y España; pero fracasan al ser delatados y sentenciados a muerte.   Y es, justamente la Junta Patriótica del 19 de abril de 1810 la que funda la Primera República (1810-1812) e inicia la Guerra de la Independencia de Venezuela. Entre cruentas luchas y sangrientas batallas se pierden la Primera República y la Segunda República (1813-1814); pero, es durante la Tercera República (1817-1830) cuando se logra consolidar la Independencia de Venezuela con la Batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821. La Tercera República se extingue para dar inicio a la Cuarta República, cuando el General José Antonio Páez promueve, a partir del 30 de abril de 1826 el movimiento político conocido como la Cosiata o Revolución de los Morrocoyes, que busca derogar para separar a Venezuela de Colombia, la Ley Fundamental de la República de Colombia nacida durante el Congreso de Angostura de 1819, objetivo que el Centauro de los Llanos logra en 1830.

Durante la Cuarta República (1830-2000) se genera la lucha por la descentralización del poder con la Guerra de la Federación, que a pesar del Pacto de Coche del 23 de abril de 1863, aún no se establece. Seguidamente, se desata el poder de caudillos y de dictaduras militares, que poco dejan cabida a los civiles durante los siglos XIX y XX, fenómeno que persiste en el presente siglo XXI. Esta necedad no permite la consolidación de la República, no da paso al verdadero nacimiento de un auténtico sistema democrático y destruye la descentralización del país. A pesar de todo, desde siempre, la democracia y sus líderes políticos intentan sobrevivir ante los golpes de Estado y al innoble empuje del totalitarismo. La Quinta República (2000) ha sido determinantemente centralista, destruye la separación y la independencia de los Poderes Públicos hasta anular la legislación del Poder Legislativo (AN), practica la justicia selectiva y, consuetudinariamente, viola el estado de derecho. Porque el poder predomina en un solo hombre, que cobijado por la Ley Habilitante, dicta leyes para apartarse, de manera anticonstitucional, del gobierno democrático y republicano. De tal manera, pudiera decirse, que la Quinta República ya no existe.

Si los venezolanos saben que la crisis se resuelve con política, que históricamente la República es hija de las luchas heroicas de nuestros antepasados que buscaron la sensatez política para gobernar. Entonces, ¿por qué permiten que la mayoría de sus gobernantes se separen de los preceptos constitucionales, destruyan la democracia, tiendan a la demagogia, practiquen la corrupción y violen los derechos de personas? ¿No será que los sistemas de defensa de los preceptos constitucionales e institucionales no funcionan porque están vilmente desmontados?

Una cosa es saber historia y otra, es no saberla interpretar, éticamente. De tal manera, un gobierno que no sabe analizar la historia, a la idiosincrasia y al bien que requiere el país, se descarría; no puede más que convertirse en antidemocrático y antirrepublicano. De esta manera, el chavismo-madurismo se burla del pueblo, confronta a la MUD y a la lucha democrática. Y bajo la misma dirección persigue, difama, apresa, inhabilita, maltrata psíquica y físicamente a líderes democráticos como Leopoldo López y María Corina Machado, para sacarlos del juego político. Pero un preso político de la importancia y gallardía de Leopoldo López, le resulta incómodo al gobierno. La “revolución” no sabe qué hacer con él. Si lo mantiene detrás de las rejas, lo calienta políticamente. Si le da libertad, es improbable que se enfríe; porque tiene mayores posibilidades de que su liderazgo crezca más. De tal manera el gobierno, ahora pretende condenar al valiente liderazgo de María Corina Machado y, persigue a otros líderes, para esconder el craso error de haber apresado al líder de Voluntad Popular, organización que ha crecido, casi geométricamente, desde los acontecimientos ocurridos a partir del 12 de febrero del presente año. En consecuencia, Maduro, al negarle libertades al ex alcalde de Chacao, ha creado a su más sólido rival.

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