Después de Boric ¿Quo Vadis Chile? (1)
Contrarrestar la mala memoria, el bajo nivel de desarrollo social y recobrar la gobernabilidad. “Unas sociedades prosperan y otras entran en decadencia dependerá de la capacidad de los ciudadanos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos”.
Los resultados de las recientes elecciones locales (26/27 Oct.2024) han evidenciado la mala memoria de los electores, han olvidado como la extrema izquierda (PC/FA) y Chile Vamos o Piñerismo han destruido nuestras instituciones , sobre todo, el Estado de Derecho, la gobernabilidad y pretenden imponer en el país, descaradamente, la siniestra Agenda 2030 de la ONU.
Nuestro país es desinformado, no reacciona en contra los niveles de corrupción obscena impune, escándalo de violación del castrochavista Sub Secretario del Interior, los audios del abogado Hermosilla que han dañado la credibilidad del Poder Judicial, la aplicación por medio del Ministerio de Educaciòn la perversa Ideología de Gènero o la estrategia de la Hegemonía Cultural del Comunismo Antonio Gramsci, denunciado valientemente la Dra. Vanessa Kaiser en su reciente y esperanzador libro “El progresismo y la cultura de la muerte” y no han solucionado la prioridades post sedición 18/O.
Frente a los preocupantes retos señalados en los párrafos anteriores, debemos evitar que se crea que con el término del gobierno comunista de Boric significa por sí misma la solución de todas nuestras carencias, de todas nuestras insuficiencias. Hay que evitar las frustraciones de nuestros pueblos derivadas de la prédica tan frecuente que atribuye a la falta de democracia todos los males de nuestro subdesarrollo que aún subsisten, y derivadas también del discurso electoral irresponsable y demagógico que escuchamos a diario. Hay que hacer conciencia entre los chilenos que la democracia, a través de los canales de mayor participación que entrega, nos hace a todos responsables del futuro de Chile. ¡Basta de excesos y abusos de poder!, la sociedad democràtica no resiste otro gobierno ignorante, corrupto e incapaz.
La democracia no es la puerta de entrada a Shangri-La. Es una forma civilizada de convivencia política en libertad, que señala un camino hacia una sociedad justa y solidaria, que sólo se alcanza en la medida que se empeña en ello la voluntad consciente de todo un pueblo. Si contemplamos el sector del mundo en que nuestro país está inserto, llámese tercer mundo, países en desarrollo o subdesarrollados, nos encontramos con una realidad deprimente en materia de institucionalidad política, y la raíz profunda de esta inestabilidad institucional debemos encontrarla precisamente en su insuficiente desarrollo social, cultural, educacional. El pueblo no tiene conciencia clara de que en una democracia es él quien detenta originalmente el poder; que los gobernantes son sólo una derivación o delegación de este poder originario. Y esta falta de conciencia de nuestro pueblo no tiene otro origen que el bajo nivel de desarrollo social, que le impide participar en los procesos políticos, ejercitar su soberanía, con un caudal adecuado de ilustración e independencia, resultando con facilidad victima de la demagogia y el engaño.
El ejemplo de las democracias desarrolladas de Occidente es ilustrativo. En ellas el régimen institucional mantiene su plena estabilidad no obstante la alternancia en el poder de gobernantes de distintas orientaciones políticas y socio-económicas, quienes saben que deben interpretar y que no pueden atropellar la voluntad de un pueblo que los observa, un pueblo libre, crítico, ilustrado, consciente de sus derechos, consciente de su poder, de sus deberes.
Esa debe ser nuestra tarea. Si queremos dotar a nuestra futura institucionalidad democrática de la estabilidad y permanencia en el tiempo que son indispensables para una pacífica y solidaria convivencia, debemos dirigir nuestros esfuerzos y nuestras capacidades a incrementar el desarrollo social de nuestro pueblo. Debemos Modernizar el Estado, depurar el sistema político, judicial, la policía, enfrentar con energía los problemas de salud, de pobreza, y fundamentalmente, luchar contra la corrupción, la inseguridad y mala educación. Este y no otro es el camino que en definitiva nos dará la seguridad de que nuestras instituciones, nuestras libertades, enraizadas en un pueblo que las entiende, que las aprecia, que las hace suyas, no son vulnerables a la prédica demagógica de quienes pretenden violentar nuestro sistema de convivencia, como lo suele hacer el antidemocrático y obsoleto partido comunista.
Entonces, lo que se necesita en Chile es un concepto distinto de democracia. Hoy la relación entre la autoridad y servicio público es una relación que está quebrada. La gente siente que la autoridad se sirve a sí misma, o sirve a su coalición política o a su partido, o incluso a una determinada tendencia dentro de su partido. Esa es la realidad. El concepto correcto de democracia – según el gran estadista Václav Havel – es distinto al tradicional. Lo tradicional es que la autoridad mande y la gente obedezca. Hay que dar vuelta esa pirámide. Es la gente la que manda. La democracia es para ellos. Son sus preocupaciones y sus prioridades las importantes. Las autoridades, sea un Alcalde, un Ministro o un Presidente de la República son verdaderamente los empleados de la gente, los que fueron elegidos para llevar a la práctica sus sueños y sus esperanzas. Así se entiende el servicio público. Ustedes, estimados lectores, saben lo que significa lo que hoy se llama la «orientación al cliente». Una empresa que no está orientada a satisfacer las necesidades de sus clientes, tarde o temprano perderá su razón de ser(la recordada colusión). Lo mismo pasa con las democracias. Necesitamos una democracia orientada al ciudadano, orientada a las personas. No una democracia orientada a los políticos, personalista abusadora, corrupta,ignorante, clientelista.
Ex Profesor UCAB., Caracas, Magister en Ciencias Militares, Mención Conflictos y Negociación Internacional, Academia de Guerra(ACAGUE 2006) del Ejército de Chile.
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