Depreciación material del arte
Hay una vieja frase que dice, a través de su brevedad, mucho: “…no aclares que oscureces”; como una manera de decirle a una persona que enreda un asunto tratando de dar excusas para justificarse. Desde el 08 de abril del 2021, que llegué como Presidente del Instituto de Cultura del estado Portuguesa, ICEP, me encontré un cuadro dantesco de situaciones en el sector cultura que me ha tocado ir resolviendo poco a poco. Se me ha ido el tiempo precioso en arreglar situaciones domésticas, en conjunción con la aplicación de tareas estratégicas de política cultural enmarcadas en la gerencia moderna de la Gobernanza de nuestro actual Gobernador Antonio primitivo Cedeño. En todo este panorama lo que más se ha dado es cariño a la Institución generando nuevos espacios en cultura de motivación y reconocimiento a más de doscientos trabajadores que ocupan la nómina laboral en el ICEP.
En esa experiencia por diagnosticar la realidad del trabajo cultural en una región llanera como lo es el estado Portuguesa, me encontré con un 60% de depreciación del material de Arte que funge como patrimonio artístico del ICEP, así mismo como con seis Casas de Cultura, de las diez que están registradas, en franco deterioro en su infraestructura, aunado a un cierre total de las actividades de cátedra de arte y oficios, y una paralización aguda de todo el apoyo e iniciativa cultural que es tarea del ICEP, en la prestación del servicio cultural y formativo que demanda las comunidades.
A todas estas, tomé la iniciativa, como gestor cultural, promover, en el caso de las obras de Arte, un rescate de algunas piezas y la remasterización de toda la producción artística existente; se alcanzó identificar que la salida sería sacar de circulación piezas que atentaran contra la seguridad de otras piezas al estar infectadas de comején, lo que atrajo una contaminación generalizada de todos los espacios culturales en la sede que hasta el presente ha fungido de resguardo de las obras de arte que son patrimonio del ICEP. Alrededor de veinticinco obras fueron desincorporadas por un estado total de daños que estaban alimentados alimañas que colocaban en un estado de indefensión otras obras de arte.
El comején, a todas estas, es una de las plagas más destructivas para formatos o materiales de arte construidos con madera, la cual devoran y la llevan a un inmenso deterioro, por lo que es importante actuar cuanto antes para evitar que se coma la madera y destruya los objetos de madera que pueda haber a su alcance. En esa tarea por preservar las obras de arte se tuvo que aplicar una desinfección gradual y constante, al punto de que se prescindió de algunas piezas que estaban comprometidas de manera severa; en otras se aplicó curaduría que constituye un conjunto de técnicas para abordar los bienes artísticos, detectando los materiales utilizados en las obras dañadas y desde allí, rehabilitar los materiales y formas para devolverle la belleza estética y visual de la obra de arte comprometidas ya sea con daños o infecciones de plagas.
Esta tarea titánica se llevó a cabo con el equipo de arte y espacio, y con el apoyo de la Gerencia de Gestión Cultural, que va desde la presencia del maestro Manuel Manzanilla, como Félix La Cruz y hoy día Ronald Sánchez. No ha sido una tarea de un solo hombre, sino de un equipo que comprendió la necesidad de devolverle bella y trascendencia al Arte en todos sus renglones en el cuerpo multiforme de la plástica artística.
Sin embargo, hemos sido eco de dimes y direstes de personas inescrupulosas quienes interpretaron nuestra intervención en la preservación de obras de arte, como un acto de vandalismo y usufructo del patrimonio artístico del ICEP. Esta situación no causa preocupación porque el que nada la teme nada le hiere, pero deja sí un sabor amargo en las relaciones humanas y culturales, al apreciar que hay personas que puedan pensar que uno sea capaz de atentar contra el excelso valor del arte y de la creación intelectual de nuestros artistas plásticos.
Por ello, pensé pertinente expresarme a través de mi plataforma de opinión acerca del tema e invitar a quienes se mantienen inconformes hacia la gestión cultural que llevamos que, en vez de procurar la caída del otro, se ocupen en contribuir a mejorar las condiciones de trabajo y de promoción del movimiento artístico-cultural de las Artes Plásticas. En el pasado reciente me tocó despedir de este paisaje terrenal al maestro y pintor Pastor García que sin lugar a dudas intervendría por mí en favor de mi trabajo y trayectoria, porque fuimos amigos y sobre todo, parte de un equipo de talentos que proyecto las artes plásticas hacia un nivel de prestigio nacional e internacional. Igualmente cuento con la buena deferencia y apoyo de la artista plástica Belén Girad y el maestro Néstor Betancourt, personas que conocen el trabajo que se está haciendo y no han dudado en mostrar solidaridad hacia la gestión cultural de preservación del patrimonio artístico del estado Portuguesa.
Los que se han dado a la tarea de difamar el trabajo de curaduría y preservación de las obras de arte, no han revisado las políticas culturales que desde el Ministerio del Poder Popular para la Cultura ha venido incrementando en los últimos años, las cuales instan a los gerentes culturales a realizar semestralmente un inventario de las obras bajo su albacea y custodia, a efecto de identificar cualquier anomalía que pudiera atentar contra el patrimonio artístico cultural, e invita a reforzar el mandato de la “Ley de Cultura” (Gaceta Oficial N° 6.154 Extraordinario del 19 de noviembre de 2014), en lo concerniente a garantizar en los espacios culturales socio-productivos, la prevalescencia de ambientes productivos ecosocialistas y autogobernados, para la producción de bienes y servicios culturales, a través de formas de organización que permiten democratizar los medios y las relaciones de producción, transformando la relación de dependencia que existe entre el Estado y la Comunidad Cultural, por una relación corresponsable autosustentable y liberadora. Esta garantía va desde el resguardo adecuado del patrimonio cultural hasta la preservación y conservación de dicho patrimonio por la vía de la curaduría como técnica de rescate del arte, así como por la desincorporación en espacios de control de obras de arte que por su nivel de contaminación no pueden estar expuestas en Galerías, menos aún cerca de otras obras de arte que puedan potencialmente ser vulneradas por las plagas o infecciones que los materiales suelen contraer en estas regiones tropicales de Suramérica.
Establecido de manera formal mi criterio y posición ante esta polémica infértil de desinformación alimentadas por personas que guardan resentimiento hacia el trabajo cultural de rescate y valoración de lo humano de nuestros cultores para colocarlos al servicio de las comunidades, doy por cerrado el caso y no responderé a ninguna postura más al respecto, ya que pienso que, tal cual lo dice la frase con que comencé el escrito, demasiado esclarecer las cosas lo que produce es oscuridad e incomprensión, porque no se tiene argumentos de defensa ante la calumnia y la mentira. Yo tengo una trayectoria cultural, intelectual y artística que habla por mí; soy Patrimonio Cultural Viviente, autoridad en el ámbito de la técnica, registrada, denominada en Artes Plásticas “puntillismo figurativo”, no tengo porque polemizar contra el abandono y la desidia de quienes solamente hacen uso de la palabra para descalificar y ofender. Sean más constructivos y menos destructivos; generen arte y no busquen en el subsuelo excusas sin validez para poder aparecer nombrados o señalados por quienes tienen como estandarte solamente su dignidad y compromiso.
En esa tarea de difusión y compenetración del ICEP, con sus artistas plásticos, tiene proyectado para del 10 de mayo del 2022, la celebración del Día del Artista Plástico, con una serie de actividades en todas las Casas de Cultura y Centros de Bellas Artes. Esta conmemoración que viene inspirada desde el año 1983, asume la fecha del natalicio de Armando Reverón (nacido en1889), como referente de lo que es el artista plástico venezolano, un artista que busca integrarse a la naturaleza, como en el caso de Reverón a la luz, y que entiende la importancia de pertenecer a membresías colectivas donde pueda condensar el trabajo colectivo de las bellas artes con el servicio a las comunidades y sectores sociales menos favorecidos que necesitan el arte para revitalizar su lugar en el Universo.