Del DF a Ciudad de México
Ya en 1975 México D. F. era el centro de la Zona Metropolitana del Valle de México, que con más de 10 millones de habitantes se consolidaba como la más grande metrópoli de América Latina. Ese D. F. se había creado en el siglo XIX, integrado por 13 municipalidades que en 1928 perdieron el derecho a elegir sus gobernantes locales para recuperarlo únicamente en 1977.
Ese año se creó la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, definido como un híbrido de competencias entremezcladas pero que tenía la notable virtud de devolverle a sus habitantes el derecho a elegir los gobernantes locales, colocándolos al menos en ese aspecto en pié de igualdad con los habitantes de los demás estados federales.
Después de años de polémicas, el Senado acordó una reforma para sustituir al D. F. por la Ciudad de México, una entidad encabezada por un gobernador de elección universal, directa y secreta como la anterior, pero además con Constitución propia y dotada de un mayor margen de autonomía. Se supone que para 2018 estarán listos todos los trámites legales y podrá entrar en pleno funcionamiento la nueva y más poderosa figura.
Lo que se comenta no hace sino confirmar las tendencias predominantes en la región a otorgarle más autonomía y competencias a las grandes ciudades, no como una forma de congraciarse con sus habitantes sino como el reconocimiento de dos cuestiones fundamentales: primero, que esos grandes agregados metropolitanos son hoy por hoy las locomotoras de las naciones, y segundo que el gobierno nacional está diseñado para cumplir otras funciones, por lo que su intervención en los entes locales, no importa su tamaño, reproduce la clásica imagen de la entrada de un elefante en una cristalería. Procesos similares se han vivido, para mencionar unos pocos, en Buenos Aires, Lima o Bogotá con los positivos resultados que se conocen.
La República Bolivariana, en cambio, con su pertinaz añoranza del siglo XIX, va en la dirección opuesta. Hace 16 años ocurrió un prometedor debut, cuando la Asamblea Nacional Constituyente, querida por Chávez y gracias a la triquiñuela de las «morochas» dominada abrumadoramente por sus obsecuentes diputados, promulgó la Ley del Distrito Metropolitano de Caracas; pero no se pasó de ahí y desde entonces los retrocesos han sido constantes y cada vez más estrafalarios.
La intención de desmantelar la nueva figura, con jurisdicción sobre los 5 municipios que integran la ciudad de Caracas, tuvo sus primeras manifestaciones entre 2004 y 2008, cuando el Alcalde Juan Barreto traspasó al Ejecutivo Nacional la policía y los hospitales metropolitanos.
Cuando en diciembre de 2008 lo sustituye en el cargo el opositor Antonio Ledezma, el régimen desató una auténtica blitzkrieg para dejar a la Alcaldía Metropolitana sin recursos y casi sin competencias. Como aún así no sólo no lograron paralizarla sino que Ledezma fue reelecto, este mismo año lo sacaron por la fuerza de su oficina para recluirlo en una prisión militar con las acusaciones más descabelladas.
Incluso gobiernos nacionales ideológicamente afines con el chavismo como los de Argentina, Ecuador o Brasil no solamente respetan la autonomía de sus gobiernos locales independientemente de su orientación política, sino que además los apoyan en sus iniciativas cada vez que es necesario.
Y es que, a diferencia del nuestro, entienden cuán importante es garantizar el éxito de los gobiernos metropolitanos para asegurar el bienestar y la estabilidad de la sociedad nacional como un todo. También en esta materia nuestros sedicentes revolucionarios están empeñados en correr hacia el abismo.
@marconegron
