Deber, honor, patria
“El deber es lo que esperamos que hagan los demás, no lo que hacemos nosotros mismos”. Oscar Wilde
Deber, honor… patria. ¡Que grandes palabras para que sean el Norte de la brújula que guíe nuestra existencia, y desde luego, presidan el quehacer de todo representante público de España!
Deber, honor… patria. Tres hermosos conceptos que ya muy pocos se atreven a enarbolar, porque merced a la masiva y constante propaganda de las izquierdas, son argumentos rancios, casposos, propios de la extrema derecha, la derechona, la carcundia o la caverna.
«A la derecha, en cuanto abre la boca, se le ven las caries del franquismo». Con tan indigesta flatulencia se despachó en 2011 el portavoz socialista intentando descalificar a los que por entonces, el PP, eran sus socios en el Parlamento vasco.
El deber se ha sustituido por el oportunismo, la ambición personal y la conveniencia partidista.
El honor se ha visto arrollado por la indignidad y el descrédito del sectarismo de los intereses espurios, con actos por ejemplo como el vivido en la entrega de los premios Goya. Los que claman por las injusticias sociales, pero viven como príncipes gracias a las ayudas concedidas con el dinero de todos los españoles, escupen en la mano de quien se las otorga, el Ministro de Cultura, haciendo mofa de su impresionante currículo académico y profesional, al tiempo que aclaman fervorosamente a una alcaldesa, que no sabe, no contesta, después del escándalo producido por un espectáculo organizado para los niños por su concejalía de cultura, y en el que los actores y el panfleto que representaban fuera denunciado por los padres de los asistentes, detenidos por la policía y enviados a prisión incondicional por la Audiencia Nacional «por la comisión de un delito de enaltecimiento del terrorismo y de un delito cometido con ocasión del ejercicio de los derechos fundamentales y de las libertades públicas garantizadas por la Constitución». Claro que esto no debe sorprendernos, porque en mi opinión, el acto de entrega de los Goya, hace tiempo que se convirtió en el deshonor del honor.
Y por último, la Patria, el lugar donde hemos nacido, hemos jugado, hemos crecido y en el que hemos madurado. La Patria ese ese paisaje que por familiar lo vemos sin mirar. La Patria es la fuente de la que hemos bebido nuestras costumbres, donde hemos hecho nuestros amigos, donde hemos construido nuestro modo de vivir. La Patria es ese lugar al que cuando estamos fuera, siempre queremos volver. La Patria somos asturianos y canarios, catalanes y andaluces, gallegos y murcianos, extremeños y aragoneses, vascos y manchegos, y todos juntos, sin exclusiones, luchamos, vivimos y hacemos España. La Patria no es un nombre, no son unas líneas en los libros de historia. La Patria es un sentimiento que se lleva en el corazón y nos hace sentirnos suyos. Pero hay para quienes la Patria, o la nación que lo mismo, es un concepto discutido y discutible. Hay para quienes la Patria, es un concepto inexistente, la bandera un trapo y el escudo una imagen rancia que solo simboliza la opresión de los pueblos que la integran y por eso hay que destruirla. Ha llegado la hora del cambio se grita a los cuatro vientos.
La patria está por encima de todos nosotros y sobre todo por encima de aquellos que nos desgobiernan, pero como decía el que fuera cinco veces presidente del Consejo de Ministros de España, Antonio Maura, “La patria no existe sin el amor de sus hijos”.