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De una nada marcial anécdota

Algunas voces consideran que nuestra entidad militar ha requerido de una experiencia de guerra, incursionando – por ejemplo – en sendas misiones extranjeras acordadas por la ONU. Consabido, en otras latitudes en conflicto, se ha dispuesto de fuerzas multinacionales que procurar la pacificación.

Cierto, está también el orgullo de haber traspasado los límites nacionales sólo para liberar a otros pueblos, conjugando la independencia continental. Y no ha pasado de un escarceo, por supuesto, a veces,  dramático e inolvidable,  como el de  la matanza de Cararabo de 1995, a manos de guerrilleros del vecino país, lo que  pudo generar una guerra internacional.

Lucha antiguerrillera aparte que, además, impidió una invasión por Machurucuto, la experiencia real del soldado venezolano, ahora, se reduce a la confrontación con el enemigo político del régimen. A falta de una súbita o sostenida agresión del imperialismo, la nueva doctrina militar – la llamada de resistencia popular, aunque el costoso equipamiento privilegia la más convencional de las fórmulas – se afinca en el disidente u opositor venezolano, obrando – por lo pronto – tres circunstancias que evidencia la decidida militarización de todo el país.

El soldado venezolano se ha habituado, por una parte, a enfrentarse a un supuesto enemigo no sólo desarmado, sino que, connacional,  proclama – por convicción y acción – su vocación pacífica.  Valga la paradoja nada marcial, cualquier movilización, por modesta que fuese, la imagina como una artimaña que lleva el sello de Napoleón Bonaparte o Liddel Hart cuando no, como una escena de “Combate”, un remoto serial televisivo.

Tolera a grupos paramilitares y hasta hamponiles, por otra, ilícitamente armados: por una china, triquitraqui u hojilla, pudiera saber alguien de un tribunal militar, a juzgar por el criterio empleado por los servicios de inteligencia en sus afanes de seguimiento y persecución política, mas luce como una anécdota la aparición de armas de guerra o de artefactos explosivos o lacrimógenos en centros penitenciarios, por no mencionar a los llamados colectivos armados o bandas delincuenciales que se afincan en barrios o urbanizaciones. Huelga comentar, finalmente, la dudosa capacitación en el sector defensa, empleado el soldado para otros fines muy distintos a su especialidad, como el de abastecernos de alimentos: las cifras ocultas de anemia y desnutrición dicen y dirán más de una guerra perdida, por cierto.

@LuisBarraganj

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