De Punto Fijo a Punto muerto
En su afán por borrar la historia de Venezuela anterior a febrero de 1999, y con el deliberado propósito de liquidar a los partidos políticos pilares de cuarenta años de vida democrática; Hugo Chávez y sus corifeos lograron satanizar al Pacto de Punto Fijo con el que se comprometieron, el 31 de octubre de 1958, tres líderes políticos fundamentales: Rómulo Betancourt por Acción Democrática, Rafael Caldera por el Partido Social Cristiano Copei y Jóvito Villalba por Unión Republicana Democrática.
Betancourt y Villalba pertenecían a la llamada generación del 28; estaban inmersos en la lucha contra la dictadura de Juan Vicente Gómez desde su adolescencia y ya desde los veinte años de edad sufrieron cárcel y exilio. Ambos se encontraban exiliados por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez: Betancourt desde 1948 después del derrocamiento de Rómulo Gallegos y Jóvito Villalba después que le fueran robadas las elecciones en las que compitió contra Pérez Jiménez, en 1952. Caldera pudo permanecer en el país sin ser molestado por el régimen hasta comienzos de 1957, pero unos meses antes del derrocamiento del dictador también salió al exilio.
Más allá de la importancia numérica de sus partidos -la que se mediría en las elecciones de diciembre de 1958- los tres dirigentes eran verdaderos líderes, el exilio no había borrado ese liderazgo (en algunos casos devoción) del sentir de sus seguidores. Los tres, Rómulo, Jóvito y Caldera tenían lo que en latín se define como auctoritas. Fue así como pudieron firmar un pacto de gobernabilidad aceptado por empresarios, sindicatos y por supuesto, por el mundo militar. Ese mundo que había apoyado durante diez años al dictador Pérez Jiménez y el mismo que el 23 de enero del 58 le dijo basta y good bye.
Cuando se firma el Pacto de Punto Fijo faltaba apenas un mes y unos días para las elecciones generales. Los tres firmantes iban a competir, dos de ellos –Rómulo y Caldera- como candidatos presidenciales y Jóvito Villalba apoyando al Almirante Wolfgang Larrazábal, cubierto de gloria por ser el militar que presidió la transición hacia la democracia. A pesar de ser adversarios políticos, los tres entendieron como verdaderos líderes, que los intereses del país estaban por encima de sus ambiciones políticas.
Para entender mejor no solo los objetivos del Pacto de Punto Fijo sino lo más importante, su éxito, habría que describir la Venezuela que encontraron esos tres líderes a la caída de Pérez Jiménez. La dictadura había construido autopistas, la más importante de todas la Caracas-La Guaira, hoteles, la Ciudad Universitaria de Caracas y los bloques de la urbanización que Pérez Jiménez bautizó como “2 de Diciembre”, para ser luego rebautizada “23 de Enero”, los teleféricos de Caracas y de Mérida y varios elefantes blancos como el Hotel Humboldt en el cerro El Ávila y el Helicoide de Caracas. Había una bonanza que atrajo a miles de inmigrantes principalmente de España, Portugal e Italia. Había seguridad personal, la delincuencia estaba a raya como lo está en casi todas las dictaduras que irrespetan los derechos humanos. Y no solo no escaseaban productos de primera necesidad sino que hasta las casas de moda y joyerías más prestigiosas del mundo habían instalado sucursales en Caracas.
Vista así Venezuela era un paraíso. ¿Cómo se explica entonces que los militares tan privilegiados por el régimen, le hubiesen retirado el apoyo y cómo entender la euforia popular por la caída del dictador? Porque en la medida en que aumentaron las protestas estudiantiles y con ellas la represión, y con el fraude del plebiscito realizado el 15 de diciembre de 1957, la población se hartó. Un hecho no suficientemente reconocido fue el impacto que causó la Carta Pastoral de Monseñor Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, leída en todas las iglesias el 1º de mayo de 1957, que puso de manifiesto un malestar soterrado en la sociedad venezolana.
El paro nacional de los días 21 y 22 de enero de 1958 fue realmente un paro nacional y no la payasada de finales de diciembre de 2002 y enero de 2003. A las 12 del día 21 de enero sonaron las sirenas de las fábricas y toda la actividad industrial y comercial se detuvo. La Seguridad Nacional arremetió contra quienes se atrevieron a salir con pancartas para protestar contra la dictadura. Y al fin, en la madrugada del 23 de enero triunfó el ansia de libertad de los venezolanos y comenzó una ilusión de democracia inexpugnable que duraría solo cuatro décadas.
El tan vilipendiado Pacto de Punto Fijo, que se firmaría unos meses después, sirvió de ejemplo a la transición española después de la muerte de Franco y a la chilena después de la derrota de Pinochet.
¿Cuál es el panorama de Venezuela cuarenta y ocho años después de la firma del Pacto de Punto Fijo? Procuremos algunas comparaciones con la salvedad de que casi siempre resultan odiosas.
- ¿Tenemos líderes o solo aspirantes a la candidatura presidencial? Creo que la respuesta casi unánime sería que abundan candidatos y faltan líderes.
- ¿Es la dictadura de Maduro comparable a la de Marcos Pérez Jiménez? Sin que por asomo se piense que tengo alguna admiración por este último, habría que reconocer que su vocación de perpetuarse en el poder y para ello aplastar todo asomo de oposición, estuvo unida al propósito de construir un país moderno y cosmopolita y de ofrecer seguridad jurídica a los empresarios e inversionistas en general. A su partida quedó una obra física que aún perdura. Nicolás Maduro no ha hecho más que profundizar el afán destructivo de Hugo Chávez. Si Atila el rey de los Hunos con sus huestes hubiese pasado por Venezuela, la desolación sería sin duda pálida ante la que ha provocado el seudo socialismo chavista. En dieciocho años de su gobierno, el parque industrial ha sido arrasado al igual que las tierras antes productivas. El llamado gobierno de los pobres ha llevado la pobreza a niveles de miseria, de hambruna, de crisis humanitaria general. Si el gobierno de Pérez Jiménez fue corrupto y aun se recuerda su huida en la Vaca Sagrada con millones de dólares, nada puede compararse al saqueo practicado por los chavomaduristas.
- Pérez Jiménez gobernó con profesionales destacados en sus respectivas áreas, Chávez y luego Maduro han gobernado con militares sin experticia alguna en las tareas encomendadas y para designar a muchos de sus colaboradores, el prontuario ha sido más importante que el curriculum.
- Los militares que unidos a la protesta cívica, derrocaron a Pérez Jiménez, fueron los mismos que tres años después tuvieron que enfrentar con sus armas y vidas a la guerrilla castrista infiltrada en Venezuela. Los militares de Chávez y Maduro permiten que en sus instalaciones ondeé la bandera cubana y se autodenominan “chavistas, socialistas y anti imperialistas. Y, por si fuera poco, con la anuencia de Chávez, permitieron que las FARC y el ELN penetraran en el territorio nacional y tuviesen trato de colegas y amigos.
- Los cargos que llevaron a Pérez Jiménez a la cárcel y a ser inhabilitado políticamente, fueron peculado y malversación de fondos. Las denuncias internacionales que pesan sobre muchos de los funcionarios de mayor jerarquía en este gobierno, son por narcotráfico, lavado de dinero y violación de derechos humanos. Todos susceptibles de ser perseguidos por Interpol y juzgados por tribunales foráneos.
- Pérez Jiménez decidió huir del país y así renunciar a la Presidencia, por negarse a un derramamiento de sangre entre militares leales y aquellos que le dieron la espalda. El socialismo chavista, bolivariano, anti imperialista, zamorano y fidelista del siglo XXI, tiene colectivos y otros grupos paramilitares francamente delictivos con licencia para robar y matar.
- Venezuela es hoy uno de los países más violentos del mundo y con una de las mayores tasas de homicidios, secuestros y robos por causa de la impunidad impuesta por el régimen. La llamada justicia solo es rápida para encarcelar a figuras opositoras pero no se ocupa de la delincuencia común. Las cárceles donde se hacinan miles de presos sin sentencia, se han convertido en centros de planificación de secuestros y de toda clase de crímenes ante la vista gorda de las autoridades.
Imaginemos que mañana a las cuatro maléficas del Consejo Nacional Electoral les da un mal viento y deciden convocar las elecciones que propone Almagro o simplemente elecciones presidenciales. Supongamos que gana, para no caer en subjetivismos, el candidato X ¿cuánto tiempo le daría usted, apreciado lector, de permanencia en el cargo enfrentado al hambre, caos general y delincuencia tanto chavista como común que para los efectos es lo mismo? ¿Dos meses, tres, cuatro?
No estoy segura de que aquellos que desde la oposición bombardean a la MUD y piden cambio de dirigencia ya ó quienes tienen proyectos personales que relegan a segundos planos la tragedia nacional ó quienes dicen que dialogar con el gobierno es inaceptable y criminal o quienes llevan dieciocho años repitiendo las mismas cantinelas antichavistas que no le hacen ni cosquillas al régimen ó quienes creen que ganar una elección es lo prioritario sin tener un plan que permita abarcar la tragedia nacional en toda su dimensión ó aquellos que se sienten sobrados para afrontar un gobierno que suceda al chavismo, tienen claro que sin un pacto que ya no será como el de Punto Fijo que era solo de gobernabilidad, sino uno que abarque la refundación de Venezuela en lo humano, social, económico y político, es imposible no solo mantenerse en el poder sino ejercerlo.