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De malinche a majunche

Quienes señalan el avance del “comunismo” en Iberoamérica deben examinar bien la historia de México del último siglo, porque la propagación de bulos, mitos y leyendas históricas y políticas que brota de esa notable nación supera con creces al cúmulo de desinformación del Foro de Sao Paulo.

Allá se introdujo para las Américas el modelo de partidos políticos hegemónicos, demagógicos, fascistas, abusadores y corruptos enquistados como las más feroces oligarquías de todo el Hemisferio.

Con el viejo PRI y la nueva MORENA se vienen suministrando abundantes patrones de mala conducta a cuanto ñángara, piricuaco y zurdo destructivo ha brotado en Iberoamérica durante todo un siglo.

Partidos dedicados a justificar la mediocridad, la envidia y el resentimiento de razas y clases creando “culpables” internos y externos por carencias y deficiencias propias, simplificando y deformando la historia con distorsiones, caricaturas, generalizaciones y medias verdades: Murales trotskistas de Rivera con peyote.

Internacionalmente proyectan una ladina hipocresía que alardea autodeterminación y una no intervención ciega ante los crímenes de las izquierdas y descaradamente injerencista cuando entran en juego sus aliados locales.

Partidos hegemónicos con tendencias totalitarias que emulan atávicos rasgos de aquellas cúpulas aztecas totalitarias y esclavistas que desconocían todo derecho individual, fácilmente derrotados por puñados de adelantados castellanos aliados con grandes masas de indígenas sometidos.

En medio de esa manipulada “historia” resalta la controvertida figura de la Malinche que – a medida que se aclara la información – emerge como una notable y talentosa fémina dotada de capacidades estratégicas, políticas y diplomáticas, cuyo trabajo forjando alianzas entre españoles y americanos fue decisiva para derrotar al sanguinario imperio azteca.

Una destacadísima Malinche que no fue ni traidora ni víctima – y mucho menos “chingada” que la venerada Evita Perón – pero deformada y denigrada por ese misógino “machismo revolucionario” encarnado por un malhechor bigotudo que llamaron Pancho Villa. Toda una telenovela.

Preocupante resulta ver ahora estrenar a la nueva tlatoani cual chachalaca mayor del más rancio nativismo mitológico, petulante y revanchista. Quiera Dios que México no haya pasado más de medio milenio para involucionar desde aquella fundamental Malinche hasta una lastimera majunche[1], maquilada en suelo mexicano con meras piezas importadas.

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