De los narco-sobrinos al narco-régimen
Es cierto que desde hace unas dos décadas Venezuela es considerada, a nivel internacional, un importante país de tránsito para el paso de narcóticos hacia mercados importantes de consumo como los Estados Unidos y Europa. No obstante, existe una gran diferencia entre lo que ocurría en esta materia en los años noventa y la manera y forma cómo se nos ve, en este delicado asunto, desde mitad de los años dos mil.
Venezuela, por su localización geográfica y la extensa frontera que la une a Colombia, es un paso que pudiera considerarse natural para el tráfico de droga en especial la que va destinada a Europa, producida en Colombia e incluso en Perú y Bolivia. Por ello, las autoridades venezolanas, en conjunción con las colombianas y a través de los correspondientes acuerdos bilaterales, combatieron y de manera denodada el tráfico de narcóticos por nuestro territorio durante la década de los noventa. En esa época no se señalaba a personas o instituciones venezolanas como engranajes del narcotráfico, mucho menos al gobierno; en cambio, y particularmente a partir de la segunda mitad de los años dos mil, es más que normal denunciar a personas, políticos, militares, empresarios e instituciones nacionales, como sujetos integrantes de bandas organizadas de narcotraficantes.
La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, decidió desde el año 2008 y como consecuencia de lo que fuera encontrado en las famosas computadoras del jefe guerrillero colombiano alias “Raúl Reyes”, que varios venezolanos estaban incursos, conjuntamente con las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia, FARC, en el negocio del narcotráfico. Esta lista ha sido ampliada posteriormente por lo que al día de hoy hay nueve venezolanos incluídos en ella. Estos venezolanos proceden de distintas formaciones y orígenes y a pesar de que la mayoría son militares retirados todos se destacan por ser miembros del partido de gobierno o afines al régimen por lo que han ocupado o ocupan cargos de ministros, gobernadores, diputados o miembros de los servicios de inteligencia y contra inteligencia.
A pesar de que Venezuela es un país en el que no se cultiva, no se produce coca –aunque desde algunos años han aparecido algunos laboratorios en suelo venezolano- se ha convertido, a los ojos del mundo, en un gran centro del narcotráfico internacional como país puente o de tránsito. De conformidad con expertos en la materia, se ha utilizado la presión política y el control sobre las vías de comunicación, puertos y aeropuertos, para que venezolanos se involucren y se lucren directamente de este nefasto negocio que tanto daño le hace a la humanidad y muy particularmente a la juventud del mundo. Desde territorio venezolano parten aviones cargados de droga con destino a Honduras y Guatemala y de ahí, por tierra, hacia los Estados Unidos. Por mar llega la droga a las costas africanas y desde ahí siguen hacia España para penetrar a Europa. Fuentes europeas han señalado que el 60% de la coca que ingresa a Europa por África procede de Venezuela.
Si alguien pudiera haber tenido dudas sobre esta lamentable y desacreditadora situación no tiene sino que referirse a la reciente decisión tomada por un jurado independiente de 12 personas, escogidas entre más de 90, que en la ciudad de Nueva York encontraron culpables por unanimidad a Efraín Antonio Campo Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas, de haber conspirado para introducir y distribuir grandes cantidades de droga -800 kilogramos- en los Estados Unidos, lo que está penado con un mínimo de 10 años de cárcel y como pena máxima la cadena perpetua, ya que fueron calificados desde un principio por la fiscalía como cabezas de una organización criminal.
Como ambos traficantes son sobrinos de la pareja presidencial venezolana –que por cierto guarda total silencio después de la decisión del jurado-, la noticia de dicha culpabilidad ha dado, como es más que normal, la vuelta al mundo y ha hecho que ahora, más que nunca, se mire a Venezuela como un narco-régimen o narco-estado.
Cuánta razón tiene el ex presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, cuando declara lo siguiente: «Lo que tiene Venezuela es un narco – estado; muchos de los altos funcionarios de ese gobierno han estado involucrados en narcotráfico y saben qué futuro les espera cuando abandonen el poder», advirtió el ex mandatario. «Esa es la razón fundamental para negarse a que se haga el referendo revocatorio en ese país», añadió.