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De la Rheinmetal al madurismo

Hace unos sesenta años no pude aguantar la tentación de usar sin permiso la sólida y veterana máquina de escribir de mi padre, una brillante, muy pesada y negra Rheinmetal alemana que se imponía sobre su viejo escritorio. Era una máquina impresionante que exigia ser respetada y me enseñó a escribir, cada vez más  rápidamente, con dos dedos, como sigo haciendo en esta era de computadoras.

Con dos dedos y en aquél firme teclado protegido con plástico, mientras mi padre y su amigo y chofer Isidro andaban por los tribunales en Caracas ganándose la vida, yo escribí un artículo –bastante adjetivado por la emoción- sobre el 12 de octubre que ya se nos venía encima.

Sorprendí a papá con aquellas hojas mecanografiadas en bastante buen español, y se animó a mostrarlas a Monseñor Pellín, director a la sazón de La Religión, diario que defendía los puntos de vista de la Iglesia Católica, desparecido tras su muerte. Fue ésa mi primera publicación y, vamos a destacarlo, mi primer pago por escribir, cien bolívares que me mandó Monseñor Pellín y que. en vez de ahorrar o al menos montar en un cuadro, me gasté hasta el último centavo. Escribir me hizo rico por unos días.

Desde entonces escribo y ando desconcertado en la vida hasta que, tras tiempos y sucesos que no voy a explicar ahora, caí en publicidad en 1965 y, cuando calculaba ganar 700 bolívares mensuales como escribiente en un tribunal militar, comencé 1966 con el enorme sueldo de 1.400 bolívares, no muchos meses después aumentados a 2.500 y llegaba ya a segundo año de Periodismo en la vieja UCAB.

Después descubrí también a David Ogilvy y su tesis de que el título y el texto de un aviso deben decir e impresionar sin importar el número de palabras, y yo, prolífico en escribir mucho y torpe y timido en el hablar, me mudé a aprender en LPE-Novas-Criswell, luego Leo Burnett. En esa agencia y luego en ARS Publicidad aprendí que escribir podía ser rentable.

Vino una carrera llena de experiencias, errores y prosperidad, buenos carros y almuerzos, vino y whisky en los mejores restaurantes incluyendo generosas propinas. Pero lo que nunca pude imaginar durante esos cuarenta años fue que  este país de adecos, copeyanos y sus gobiernos deficientes llegase a caer, por votación popular, en las manos del castrismo que había fracasado en Cuba y a través de Chávez se disponía a hacer lo mismo en la Venezuela petrolera.

Bajo la corrupción y los errores de Hugo Chávez y Nicolás Maduro durante los últimos 25 años voy cerrando mi vida, ya demasiado viejo y enfermo para comenzar nada. La vida se me ha ido entre errores e intrascendencias y ya no puedo empezar otra vez, Dios nos da sólo una oportunidad pero no nos percatamos hasta que ya no hay remedio.

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