De la guerra del opio, a la guerra de la cocaína
La guerra contra las drogas, es uno de los muchos frentes de lucha, en que la oscuridad se enfrenta con la luz. En el último tiempo, este flagelo se ha escalado en todo el mundo, llegando a niveles alarmantes en algunos países, a punto de volverse un grave problema para la salud pública, la seguridad ciudadana, para la moral pública, el medioambiente y la política. Se ha llegado al extremo, que en el continente americano existen al menos 4 narco Estados; aunque como el Piyo, escondamos la cabeza en la arena. En la actualidad, existe una verdadera pandemia de cocaína.
Las drogas son una verdadera posesión demoniaca. Su potencia tiene más fuerza que el propio yo interior. Las drogas toman literalmente el control de sus víctimas, los esclavizan, se apropian de su ser. Para muchos de ellos el suicidio es la única vía de liberación. Otros se resignan a vivir rebajados a categorías sub humanas, pululando como zombis por las calles, o viviendo en las alcantarillas de nuestras ciudades. Desgraciadamente en estos tiempos, son parte del paisaje urbano, ante la mirada indiferente de los ciudadanos.
La historia se repite, ayer fue la Guerra del Opio en China, en la actualidad es la Guerra de la Cocaína, en casi todo el mundo globalizado, con especial énfasis en el continente americano y el europeo. Bolivia, es uno de sus mejores exponentes.
La Guerra del Opio fue un conflicto bélico, que tuvo lugar en la década de 1840 entre el Imperio Qing de China y las potencias occidentales, en especial la Gran Bretaña. La causa principal fue el comercio de opio, una droga adictiva, que los británicos importaban a China en cantidades masivas, a cambio de productos chinos como té y seda. Las autoridades chinas intentaron restringir y prohibir el comercio de opio, que como la cocaína estaba destruyendo la salud y la moral de su pueblo, lo que llevó a tensiones y finalmente a enfrentamientos armados.
Hoy por hoy, la guerra por la cocaína esta en todo su esplendor. El mundo se encuentra contra las cuerdas, tratando de buscar soluciones que nos permitan sacar de nuestras vidas este espantoso mal. El problema no es nuevo: “Desde principios del siglo XX, con la primera conferencia internacional sobre estupefacientes en Shanghai (1909), se reconoció el tráfico de drogas como un problema mundial que requería una solución global. Durante las siguientes décadas, se desarrolló un sistema multilateral para controlar la producción, el tráfico y el abuso de drogas. Así, bajo el paraguas de Naciones Unidas, se llevaron a cabo 3 tratados para el control de drogas: en 1961, 1971 y 1988. Al día de hoy, la adherencia es casi universal.
La Asamblea General reconoció que, pese a los grandes esfuerzos de la comunidad internacional, el problema mundial de las drogas seguía poniendo en grave peligro la salud pública; la seguridad y el bienestar de la humanidad, en particular de los niños y los jóvenes; la seguridad nacional y la soberanía de los Estados; la estabilidad socioeconómica y política; y el desarrollo sostenible” (un.org).
Esta guerra está en pleno desarrollo, con pronóstico reservado, Dios quiera que nos vaya mejor que a la China.