De Europa a Venezuela
La edición dirigida por el escritor Karl Krispin contiene ensayos excepcionales de Asdrúbal Baptista, Anastasio Alegre, Eugenio Hernández-Breton, María Ramírez Ribes, Catalina Banko, Hans Dieter Elsching, Francisco Javier Pérez, Susana Soto, Roberto Briceño León, José Rafael Lovera y Pedro Luis Aristeguieta, entre otros.
Los ensayos dan cuenta de la fecunda inmigración europea a Venezuela durante el siglo XX, cuya contribución al desarrollo económico, social, industrial, cultural, científico, musical, arquitectónico y culinario de nuestro país no tiene parangón.
Pocos conocen que el emblemático edificio Altamira de la Plaza Francia fue obra del arquitecto turco Arturo Kan, quien trabajó con Carlos Raúl Villanueva; que Juan Otaola Paván y Oscar Benedetti Pietri, hijos y nietos de inmigrantes vascos y corsos, construyeron el puente sobre el Lago de Maracaibo; o que el alemán Lothar Vollbracht, junto a sus sobrinos Frey, fueron los fundadores de Jabonería Las Llaves en Puerto Cabello.
Los inmigrantes europeos fueron factores determinantes del auge económico y de la industrialización de Venezuela en el siglo XX. Los europeos trajeron consigo su espíritu industrioso y emprendedor, su mística de trabajo (sin depender de la renta petrolera), sus culturas y valores de familia judeocristianos, sus convicciones libertarias y democráticas, su amor por la literatura y las artes y, sobre todo, su capacidad para integrarse a la sociedad venezolana y asimilar la venezolanidad.
Señala Asdrúbal Baptista que la población europea se multiplicó por 16 entre 1936 y 1961, cuando pasó de 23 mil a 369 mil. Y Ramón J. Velásquez destaca: «esta presencia masiva de la inmigración europea ocurría por primera vez en Venezuela y por el valor de sus aportes, tanto en la implantación de sistemas de trabajo o modificación de los existentes, así como por sus iniciativas creadoras, marcan uno de los signos fundamentales de progreso venezolano en el siglo XX».