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De conspiradores a políticos

Los militares en situación de retiro tienen absoluto derecho de manifestar públicamente sus ideas sobre distintos aspectos del devenir nacional y de organizarse en estructuras políticas para intervenir activamente en su discusión y en la lucha democrática. Eso lo entiendo plenamente, pero lo que no puedo aceptar del comunicado hecho público por un grupo de oficiales comprometido en la insurrección militar del 4 de Febrero es su total falta de sentido crítico para reconocer los graves errores cometidos, primero con el intento de ruptura del hilo constitucional y luego su silencio cómplice ante el inmenso daño que se le ha causado a Venezuela  durante el régimen chavista. La tragedia que vive actualmente nuestro pueblo se inició el día en que esos oficiales irrespetaron su juramento de soldado y se insurreccionaron contra un gobierno legítimo, electo por  voluntad mayoritaria de nuestro pueblo, sin considerar que el régimen democrático imperante, en esos años, en nuestro país garantizaba elecciones libres cada cinco años sin reelección presidencial.

Es verdad, como lo mantienen en su documento,  que Venezuela vive actualmente “un completo caos, expresado en la crisis económica brutal que sufrimos, la delincuencia que a diario asesina impunemente, el colapso de los servicios públicos, y la violación descarada de principios constitucionales”, pero al denunciar  esta  terrible realidad  no se atreven a reconocer  que esta situación se originó desde el mismo inicio del gobierno de Hugo Chávez, al instrumentarse un régimen totalitario, inspirado en las  ideas fidelistas, que comprometió gravemente la soberanía nacional, la democracia representativa y las libertades ciudadanas. Al mismo tiempo, se estableció un período presidencial de seis años con una reelección inmediata. No satisfecho Hugo Chávez, con esos doce años de ejercicio presidencial, estableció la reelección indefinida mediante una arbitraria reforma constitucional. Uno de los aspectos más vergonzosos de ese gobierno, fue crear un inaceptable culto a su personalidad, el cual, muchos de sus seguidores han insistido en mantener aún después de su muerte.

En dicho documento  mantienen que “el Proceso Constituyente para nuestro pueblo fue, es y será, la oportunidad para que como iguales, con mucha fe, optimismo y entusiasmo en el porvenir decidamos el modelo de República”  pero sorprendentemente olvidan que justamente la actual Constitución de 1999, la cual  instituyó el acto democrático del Referendo Revocatorio, tiene importantes fallas que necesariamente obligarán a una revisión por haberse utilizado para escoger los diputados de la Asamblea Constituyente mediante un ardid matemático llamado Kino, que le permitió al chavismo obtener el 93,61% de los diputados, con solo el 52% de los votos. Esta distribución totalmente inequitativa trajo por consecuencia que fuera imposible reemplazar el Estado Centralizado de Partidos, vigente en la Constitución de 1961, por un sistema político Descentralizado y Participativo. El resultado fue mucho peor de lo que supuestamente pretendían corregir. Se instauró en Venezuela un régimen personalista, militarista y centralizado.

Los firmantes del documento pareciera que aspiran a transformarse en herederos de Hugo Chávez, quitándole esa bandera a Nicolás Maduro y a sus seguidores. Ese objetivo los conduce a criticar con gran fuerza los intentos del gobierno para evitar se realice el Referendo Revocatorio. Utilizan en su cuestionamiento dos preguntas: “¿Es miedo y cobardía a medirse ante la voluntad popular?  ¿O es apoyarse en unos cada día más cuestionados CNE y TSJ para intentar ganar tiempo y seguir abusando, atropellando y disfrutando de las mieles del poder?” Las respuestas a esas  preguntas definirían al actual gobierno, pero muchos de ellos que ocuparon altas funciones públicas durante el gobierno de Hugo Chávez deberían saber que esos abusos se cometían igualmente durante su gestión y reconocer públicamente que también durante el gobierno de Hugo Chávez se conocieron los más elevados niveles de corrupción de nuestra historia y se comprometió gravemente la soberanía nacional al entregar irresponsablemente la reclamación del Esequibo.

Otro aspecto que me ha llamado la atención de ese documento es la forma en que equiparan el régimen de Nicolás Maduro con la oposición democrática representada en la MUD: “El Referendo Revocatorio no es propiedad de ningún grupo político, ni de la oposición y sus intereses; ni del gobierno y su poder abusivo, y mucho menos de los intereses extranjeros que están expoliando nuestras riquezas. Es un derecho consagrado en los artículos 70 y 72 de la Constitución Nacional”. De eso no hay duda. Sin embargo, es justo reconocer que la idea de ese Referendo surgió en la Comisión para la Reforma del Estado dirigida por Ramón J. Velásquez y también fue planteada, durante los debates parlamentarios de los años finales de los gobiernos civiles, por varios diputados, entre los cuales estuvo mi hermano Enrique. Lo que sí creo importante resaltar es que si estos oficiales retirados aspiran a formar parte de la oposición política que lucha por lograr que se convoque el Referendo Revocatorio, deberían aceptar que la unidad es la principal fuerza que  tiene la MUD para lograr poner punto final al desbarajuste madurista. Pretender que cualquier grupo político puede, por sí solo, neutralizar los esfuerzos del gobierno para evitarlo, es sencillamente una quimera.

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@FOchaAntich

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