De aquellos polvos estos lodos
Venezuela ha registrado un sin número de etapas políticas, económicas, históricas e institucionales muy variadas, tanto es así que no podemos hablar de una línea recta o continua – salvo el período democrático iniciado en 1958-. Del resto el país y la sociedad venezolana han estado sumergidas en diversos episodios batallas, guerras desde la independencia, levantamientos, caudillismos, militarismos por doquier y de variado cuño e inestabilidad.
Nadie en su sano juicio puede negar que nuestro sistema político fundado a partir de la transición política iniciada el 23 de enero de 1958, y en simultaneo con la celebración del Pacto de Punto Fijo firmado el 31 de octubre del mismo año, logramos fraguar nuestro modelo democrático sobre el concurso de partidos políticos (como corresponde dada las funciones que cumplen los partidos políticos y la propia dirigencia y clase política en cualquier democracia del mundo), nuestra democracia nació sobre el papel estelar y protagónico de los partidos políticos, en paralelo con la presencia de diversas instituciones como Fedecamaras, Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), universidades, gremios, sindicatos, medios de comunicación, iglesia católica, sociedad civil organizada y demás.
En ese orden de ideas nadie niega que la experiencia venezolana (que fue modelo de estabilidad democrática, institucional, económica y social en toda América Latina) fuese perfecta, pero no se puede desconocer que el periodo de mayor prosperidad, solidez en todos los órdenes y brillo de Venezuela se registró en el periodo democrático específicamente entre 1958 y 1998.
Y deseo puntualizar y dejar claro que el sistema no sólo no era perfecto, sino que albergo ciertas distorsiones que precisamente al no ser corregidas o subsanadas degeneraron, y como una enfermedad, afectaron el tejido institucional, ético, moral en su momento, y más aún, el sistema como una represa dejo abierta las compuertas o como un ser humano con débiles defensas quedamos expuestos ante cualquier irrupción, como ocurrió el 4 de febrero de 1992 como antesala de algo no andaba bien. Sin embargo etiquetar al 4F de rebelión popular es un craso error porque el 4F fue un hecho aislado y focalizado básicamente en la región capital sin involucramiento ni respaldo popular.
Sin embargo, el sistema político no logró corregir sus deficiencias (que eran subsanables) y producir los cambios y entre el descontento de ciertos sectores y las creencias en cantos de sirenas de muchos otros llegamos al domingo 6D de 1998. Fecha en que electo (por cierto con aquel viejo Consejo Supremo Electoral) el presidente Chávez. Esa elección fue una elección emotiva básicamente. Y viene a mi mente uno de los epígrafes que tengo en uno de mis libros, cuya autoría corresponde a Carlos Blanco (2002) y que grafica lo vivido en ese momento “La revolución, como el Dorado, fue la oferta que encandiló a un país que sin esfuerzo propio iba a brotar próspero, libre, igualitario, de la gesta del redentor a caballo, no se logró el propósito, las esperanzas se desvanecieron. La desilusión volvió a habitar el país que se enamoró de sus fantasías”.
Acá no es un tema de demonizar a nadie, Caldera o incluso ni siquiera a Chávez, que para muchos constituye el origen y el principal responsable del caos e involución a la que llegamos, junto a otros actores también protagonistas del retroceso actual, y que como hemos visto mucho exhibicionismo y cacareo estos días por el fulano 4F – al proyectarlo casi como una epopeya -, comparable con la Toma de la Bastilla en plena Revolución Francesa, o la Batalla de Carabobo o de Pichincha, es oportuno esgrimir y que el lector saque sus propias conclusiones que ha ocurrido en estos años como el país cambio, como en tan poco tiempo pudimos retroceder e involucionar en muchos aspectos, áreas y ámbitos.
Más aún Chávez fue electo para cambiar, para mejorar, para acabar con aquellos vicios y distorsiones que tanto cuestiono y le dieron réditos, esos vicios y distorsiones precisamente contribuyeron a deteriorar la democracia llamada cuartarepublicana y abonaron el nacimiento y proyección de Chávez hasta convertirlo en presidente sino de un país rico, si al menos de un país con unos recursos astronómicos que ningún otro país de la región contó en ese momento y años posteriores, recursos que bien planificados e invertidos hubiesen permitido hacer de Venezuela el país de América Latina con indicadores de primer mundo.
La antipolítica y en neopopulismo han sido en estos años un virus políticamente tan nefasto como clínicamente el Sars-Cov-2 (Covid), Ciertamente el avance del neopulismo y la propia antipolítica tendrán, sin excepción, su caldo de cultivo y esencia en el agotamiento de la forma partido de hacer política en la precariedad social, en la exclusión, en la pobreza y marginalidad que Venezuela comenzó a mostrar. Paradójicamente, una vez en el gobierno, las experiencias antipolíticas y populistas en América Latina han terminado reproduciendo las fallas y distorsiones que tanto le señalan e imputan a la democracia representativa y a los partidos tradicionales mejor ejemplo que Venezuela no hay.
La historia no podemos retrocederla. No hay manera o forma de justificar lo registrado, el desdén, los retrocesos exponenciales, la afectación de empresas, campos, pequeña y mediana industria, universidades, sindicatos, gremios, medios de comunicación (radio – prensa y televisión) educación, seguridad, finanzas, empleo hasta llegar al ciudadano de a pie hoy en una total orfandad no sólo material sino institucional, no sólo ha fallado el Estado en la prestación de sus servicios públicos, y en cosas básicas y elementales, ha fallado garrafalmente el gobierno y la oposición que tanto se le parece (salvo excepciones). La historia pudo ser diferente y lo que hoy tenemos es sencillamente complejo, inaudito y degradante a la condición humana, y no es un tema para auto flagelarnos sino precisamente para meditarlo en frio en perspectiva crítica.
Profesor de la Universidad de Los Andes
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