De águila, a tucán y colibrí
Si la risa fue inventada, debió haber sido un fabricante de payasos o un verdadero observador embustero, que no tuvo más remedio que expresarse ante lo inimaginable e inverosímil con la mueca sorpresiva. ¿Pero qué tiene que ver la risa con águilas tucanes y colibrís? Tal vez nada, o a lo mejor, es la única fórmula para descifrar los misterios de una locura escondida en la triste realidad de un engaño, que de mueca pasa al gesto del pánico o al terror.
Nadie duda del susto que produce a la ligera el vuelo insensible de un colibrí inesperado e inoportuno, pero tal vez por lo pequeño, no es tan horrendo y terrorífico, como sentir las garras de un águila posarse en nuestra cabeza, aunque antes hayamos escuchado el zumbido de las moscas perseguidas por él. Y cuando el águila amenaza, retumba como un tucán si se estrella por el pico, que asusta más por su proporción que por su utilidad. Sin dudas, son las avecillas usadas por el régimen del desencanto para tratar de asustarnos.
¡Lo más inverosímil!: “Águila no caza moscas” decía el “terrorífico eterno”, o mejor dicho, el “mayor impostor iracundo y prescrito”, que con su labia y excelso verbo, deslumbró a la plebe y prosapia en que se transformó, lo que antes llamamos el gentilicio venezolano. Una verdadera turba “revolucionaria” impostora, que se dejó desfalcar la más inmensa riqueza lograda de sus propios recursos país alguno en el planeta tierra y en cualquier época de la historia universal.
Pero cuando decimos que no nos asustó el águila que no cazaba moscas, si nos preocupó cuando se le apareció a Maduro como un colibrí para ayudarlo a manejar el país. Y así como las moscas se comieron al águila, no podemos pensar la locura de querer traer un tucán del exterior para bombardear a Caracas con paquetes de triquitraque. ¡Habrase visto mayor estupidez! Involucrar a uno de los más viejos y excelsos pilotos de bombardero de nuestra antes victoriosa aviación venezolana, conduciendo un avioncito de entrenamiento desde el exterior, que nos imaginamos sea de Brasil donde los construyen, para acabar con los dantescos centros de mando político-militares de la “revolución” en Caracas y otras ciudades del país, sin percatarse de la estúpida proporción. Dos pequeñas cosas: ¿Tendrá ese tucán suficiente autonomía de vuelo para llegar a sus objetivos? ¿Qué bombas usarían?, a no ser granadas de mano, ya que ese aparatico, como el colibrí, no tiene fuerza para tanto canto. ¿Y para qué usar pilotos de tanta alcurnia? ¿No bastaría con los colectivos desertores y los sapos que están volando a la DEA? ¡Cuán grande y madura estupidez! Nos avergüenza el auto nominado “Alto Mando Militar” que avaló tan triste historia, sin pensar en la lección estúpida que les han dado a sus herederos. ¡Ni Chávez vive, ni hay patria socialista y están vencidos! La revolución acabó con todo. Lo único cierto es que ¡La lucha sigue para recuperar la patria! No precisamente con estos revolucionarios de pacotilla. ¡Por favor, manden a limpiar el país de tanta pinta del “idolatrado eterno”, que ya todo es basura y el recuerdo de lo que nunca debió ser! Dediquémonos todos a luchar por recuperar la patria y el país. Bolívar no los recompensará y Dios nos bendecirá. ¡Ah! Y comiencen a desenterrar, denunciar, confiscar y devolver los bienes que sustrajeron de las arcas del Estado. Recuerden que los delitos de corrupción son imprescriptibles y perseguidos en el mundo, mientras que los políticos no son considerados ni para la extradición. Es hora de confesarse y denunciar sus pecados, antes de que tengan que cumplir una condena como penitencia. Ni el águila ni el tucán los salvará, mucho menos el colibrí. ¡Dios bendiga a Venezuela! ¡La patria es primero!