Daños históricos
Hay despotismos que producen daños históricos en los países donde imperan. Daños profundos y extendidos en lo político, económico, social y cultural.
Esos daños son más dolorosos cuando una parte importante de la población se ve forzada a emigrar. En especial los jóvenes. Se van porque no encuentran porvenir en su propia patria.
Y tienen razón, porque los daños históricos de las hegemonías despóticas y depredadoras, se empeñan en acabar la esperanza, robar el futuro, y así imponer el miedo y la resignación al conjunto de la nación.
Mientras tanto, el poder establecido se burla de la voluntad popular, acumula riquezas astronómicas y acusa a los demás de sus tropelías y desmanes. No son pocos los llamados a oponerse a semejante tragedia, los que colaboran con el continuismo de esta realidad. Son los artistas del disimulo.
Pero la catástrofe generada por los daños históricos no se puede disimular. La gran pregunta es si tales daños son superables. La gran respuesta es que sí lo son. Muchos países asolados por estos han logrado renacer y empezar caminos nuevos y promisores.