Cul de Sac
Los resultados de la Consulta Popular del 16 de Julio convocada por la Asamblea Nacional, evidencian que millones de venezolanos respondieron afirmativamente su respaldo a la Constitución de 1999 y al mismo tiempo, su rechazo a la propuesta de una «Constituyente» fraudulenta. Ello reafirma que el único camino posible es el de una transición democrática.
Con ese resultado, el Gobierno ha entrado en un «Cul de Sac» -expresión francesa que significa «Callejón sin Salida»- no sólo por la votación alcanzada, sino como consecuencia del rumbo ocasionado por la desesperación de los gobernantes de mantenerse en el Poder a toda costa, a pesar de haber perdido el respaldo popular agravado en los últimos días por el asalto al Poder Legislativo; el desconocimiento a las funciones de la Fiscal General de la Republica; la violacion de la inmunidad parlamentaria; la represión salvaje de una Guardia Nacional que deja un centenar de muertos, miles de heridos y presos políticos a granel. Ello ha producido el aislamiento del régimen hasta tal punto que algunos de los antiguos aliados los han abandonado para no estar envueltos en respaldar el uso ilegítimo de la fuerza contra millones de ciudadanos desesperados por la crisis humanitaria existente. Lo grave, es que Venezuela entra ahora en una fase aún más peligrosa en caso de que el Gobierno persista en imponer una Asamblea Nacional Constituyente Monocolor el 30 de Julio, con diputados designados a dedo cuyo único fin sería darle visos de «legalidad» a la radicalización de un régimen totalitario fracasado.
La Comunidad Internacional ha mostrado su preocupación y ofrecido sus buenos oficios para proponer diferentes mecanismos para evitar el «choque de trenes» cuyas consecuencias serían imprevisibles, y por ello ha recomendado vías que permitan construir una confianza necesaria entre las partes que permita alcanzar un Gobierno de Transición que resuelva la actual crisis en base a la Constitución y los Acuerdos Internacionales existentes.
Ello no es fácil, porque el único camino civilizado es definir una salida con una verdadera negociación para la transición con el fin de evitar males mayores. Pero la palabra «negociación» se ha convertido en una palabra «tabú» tanto para el Gobierno -que considera que todo «diálogo» debe ser un monólogo para el mantenimiento en el Poder de la «revolución bolivariana» mientras que la oposición se siente engañada en su buena fe por la manipulación que se ha dado en los procesos realizados en el pasado. Lo cierto es que no hay soluciones milagrosas. Ningún Gobierno ni organismo Internacional nos «sacara las castañas del fuego» porque lo único que pueden hacer es ayudarnos a perfilar una solución pacífica. Pero los artífices de nuestro futuro somos los venezolanos que debemos entender que solo una negociación puede ser el medio para encontrar un fin pacifico. Ello implica usar el arte y la ciencia de la negociación de manera transparente, que elimine el protagonismo excesivo de unos y otros actores, porque la finalidad debe ser la de darle cauce a la transición anhelada por millones de venezolanos que lo que buscan es una mejor calidad de vida en paz y democracia, respetando la condición humana de todos.