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Cuidado con pasarse de rosca…

La noticia pasó desapercibida para gran parte de la población.  O, por lo menos, esta no se sintió preocupada por ella.  Debe ser por la proliferación de afirmaciones altisonantes, a la ligera, que desde la cintura disparan los miembros de la cúpula militar en materia de relaciones exteriores.  Cosa que, en países más serios es solo prerrogativa de la Cancillería, o de más arriba.  Me refiero a las afirmaciones hechas por el almirante Remigio Ceballos, el comandante estratégico operacional de las FAN (me niego a añadirle la “B”).  Pero no a las falaces pero edulcoradas, panglosianas, que le dio a José Temiente Rangel hace dos domingos: que en Venezuela hay tranquilidad, que quien se apoltrona en el palacio de Ciliaflores goza de gran popularidad y del amor del pueblo, que la constituyente cubana —con todo y lo cojitranca e inconstitucional— aumenta en su legitimidad, y un sartal más de babiecadas parecidas.  Las que quiero reseñar son las más recientes, en las que afirmó que las FAN, en la frontera con Colombia, despliegan “operaciones militares conjuntas con países aliados ante cualquier intento de coaliciones que quisieran intervenir contra Venezuela”.

Que el más alto comandante operacional confunda “conjuntas” (efectuadas por dos o más componentes de un mismo país) con “combinadas” (llevadas a cabo por dos o más países) ya es preocupante pero, para quienes tenemos cierta instrucción en asuntos de geopolítica y estrategia lo que nos causó (nos causa todavía) mucha desazón fue eso de que: “China está participando, Rusia está participando, Cuba está participando. Venezuela no está aislada. Venezuela está en pleno ejercicio de la soberanía local y continuaremos operando”.  Tales afirmaciones, reforzadas con movimientos de unidades armadas hacia la frontera tienen que aumentar la temperatura en una zona en la cual —por las escaseces de combustibles, energía y alimentos— lo que se debiera tratar de sembrar es el sosiego, la tranquilidad.

Uno entiende que el declarante —a pedido de su jefe y al igual a lo que intentó Pedro Carroña en su momento— procura emplear el viejo truco político de poner a la población a mirar allende las fronteras para que no vean la horrible circunstancia nacional, para tratar de arropar a su jefe con el pabellón nacional en estos momentos en los que, ¡por fin!, las naciones y los gobiernos amigos lograron comprender que el tipo es un mero delincuente con toda clase de conexiones con la corrupción y el narcotráfico.  Que tiene varias solicitudes de apertura de juicio, presentadas por personas y organismos muy respetables, por ante el Tribunal Penal Internacional; que muy posiblemente sea declarado reo de delitos de lesa humanidad.

Pero las declaraciones y los movimientos de tropas no ocurren en el vacío.  Suceden en la frontera más viva que hubo en Sudamérica, poblada de lado y lado por millones de personas que tienen lazos familiares de siglos.  Pero donde también ha habido odios innegables.  En la cual, la emigración venezolana ha hecho surgir nuevas tensiones.  Donde, por ese intento de acalorar indebidamente la circunstancia, ya se ha sabido de las incursiones de aeronaves venezolanas en zonas que indudablemente corresponden al Norte de Santander; en las cuales el límite no es una mera raya sobre el suelo sino un río bien notorio.

Ya el presidente de Colombia ha dejado muy claro que no es partidario “de caer en el juego de un discurso belicista, porque ese es el típico mensaje que la dictadura quiere siempre aprovechar para crear un demonio y valerse de su existencia para aferrarse al poder”; que “Colombia no puede caer en provocaciones. Esa ha sido una constante de la dictadura de Venezuela. Cada vez que quieren utilizar cortinas de humo movilizan tropas a la frontera o hacen incursiones con personal armado”.

Pero no puede dejarse de lado la aparición de un imprevisto; por ejemplo, que un soldadido —de allá o de acá, no importa— poco instruido, con el patriotismo exacerbado por alguna arenga mal entendida y desoyendo órdenes específicas, dispare una ráfaga hacia el otro lado del río, se arme la de San Quintín y de repente estamos en una conflagración.

El almirante Ceballos debe tener más prudencia, actuar con más comedimiento, pensar que puede pasarse de rosca y tener resultados indeseados. Lo que debiera hacer es emplear el personal movilizado en las fronteras para atacar y sacar del país a los del ELN que inicialmente usaban a Venezuela como santuario cuando se sentían asediados por las Fuerzas Militares y la Policía colombianas; pero que luego han devenido en azote de los campesinos tachirenses y del sur del Lago, cobrando vacuna, haciendo secuestros, reclutando niños.  Todo ello, con la vista gorda, hasta ahora, del estamento uniformado venezolano y a pesar de las emboscadas que han sufrido nuestras unidades en varios lugares del Táchira.  ¿O se va a seguir haciendo el loco?  Si es así, pues le faltó mencionar al ELN entre las “Fuerzas Amigas” (para usar la designación empleada en la documentación militar) cuando enumeró a China, Rusia y Cuba…

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