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¿Cuánto tiempo más puede vivir Venezuela su orfandad de soluciones?

Nadie está en condiciones de cuantificar ni de describir cuáles pudieran ser las respuestas ante los hechos. Pero lo cierto es que Venezuela es un país huérfano de soluciones, cansado de acusaciones y hastiado del ruido que produce una caricatura gubernamental a la que le resulta suficiente disfrutar de lo que califica ejercicio del poder, sin sentirse mortificado por los sufrimientos de la ciudadanía.

Inclusive, cuando cualquier familia se ve agobiada por el anuncio médico de que  alguno de sus integrantes está siendo objeto de una determinada enfermedad, tal quebranto se convierte en una tragedia. En primer lugar, por las molestias, luego por los gastos, el peligro al que se expone el enfermo dependiendo del tipo de enfermedad. Y después por el hecho de que, al enfermo y a su familia, su siguiente problema será, lamentablemente, que se enfermó siendo venezolano, viviendo en Venezuela y dependiendo de la asistencia protectora de quienes afirman ser los gobernantes de «este feliz país».

Y la consigna de ser feliz, por supuesto, no es cualquier frase escrita sobre los médanos de Coro. Es aquel grito que no puede ocultar a quien le corresponde responderle a la familia que no se dispone de recursos económicos, o de que, aún teniéndolos, no consigue  insumos imprescindibles  o medicamentos apropiados para evitar los riesgos de los colapsos. O que, como grito, se apacigue la queja, cuando, en casa, muchos familiares solidarios descubren que los medicamentos, los  tratamientos y hasta los  guarapos de los abuelos. Y que,  en muchos casos, por ser económicos, están cargados de cariño y de buenos deseos y pasan a ser alivio para el malestar, o una opción convertida en  solución.

Afortunadamente, no todo en la convalecencia es malo. De una u otra forma, ofrece  tiempo para meditar sobre el presente, el futuro familiar, como sobre el entorno o la eventual situación en la que se puede convertir lo que se vive. De igual manera, acerca de  las posibilidades y de la lucha que se rinde, de los recursos, como de las  posibles opciones. Y, desde luego, ante la dura y silenciosa pregunta que se escucha sin que se repita: «¿Y ahora qué hacemos»?.   

Claro, al inicio se tiende a pasar revista sobre la actual deplorable, triste e inmerecida situación que se vive. Luego se produce lo duro de lo más complicado cuando la familia analiza lo que se vive:  «¿Qué tenemos, qué nos falta y con qué contamos?.» Precisamente, lo más grave para la gran mayoría cuando llega hasta allí, es  el instante en el que la lacerante pregunta se hace presente y exige respuesta para hoy. Sobre todo porque su sola cita pasa a ser un accionar de dimensiones indescifrables, ya que es el panorama el que se hace presente, para hacer valer su manera de rugir. 

Quizás ese rugido fue lo que no pudieron entender ni responder cada uno de los 7 millones de venezolanos que decidieron migrar,  con la expectativa y esperanza de que, fuera de su Patria, algún día sí iban a poder darle respuesta a dicha exigencia. 

En cuanto al reposo obligatorio que impone el quebranto, por supuesto, es un compañero que ofrece la ventaja de estar cerca de la superación de lo que llevó al enfermo  hasta el lugar. Pero, además, hace posible la alternativa  de disponer de más tiempo para meditar, leer, escribir, de convertirse en compañero agradecido de las redes sociales , como de los  medios de comunicación, y a los cuales se les dispensa atención y se les  aprecia por pasar a ser la cercanía con el mundo exterior. Aunque sin poder dejar de entrar en el terreno de la duda sobre la verdad que entregan con su trabajo, y el sometimiento a lo plagado de lo que en modismo anglicano denominan  «Fake News» (informaciones falsas).

¿Cómo evitarlo cuando siempre son  muchas las acusaciones y los  señalamientos dudosos de presuntos culpables o responsables, a la vez que dejan de plantear salidas, soluciones, repuestas o noticias esperanzadoras?. 

Desde luego, coarta la respiración cuando lo que  abunda y en forma reiterada son las encuestas que hacen saber que, según sus estudios, ya más del 85% de los venezolanos sabe  quiénes son los responsables de los errores, de los robos y de la destrucción del país. Desde luego, como consuelo de lo sabido y que se señala, es que  tales supuestos responsables, claramente señalados con nombres y apellidos y acompañados de  sus respectivos rechazos porcentuales, deberían recapacitar y pensar en el país y en su gente.

¿QUÉ HACER?. Lo que dicen el silencio, las lecturas y la preocupación que genera cualquier malestar, es que hay que tener en cuenta que los venezolanos están montados sobre una de las reservas de petróleo y gas más grandes del mundo. Mejor dicho, sobre recursos indispensables como soluciones energéticas para las naciones democráticas occidentales. Y que si Venezuela no resuelve la posibilidad de la accesibilidad, de la  extracción y de la comercialización para esos reservorios, serán otros países los que, probablemente,  les resolverán las demandas a los que los necesitan. Y sucedería por la ausencia de la oferta nacional, y  provocando un riesgo que no se debería correr. 

De hecho, y sin explicación alguna, ya se les hicieron ciertas concesiones a tres compañías internacionales, como son:  Chevron, Repsol y Eni. ¿Acaso por aquello de que  EL AMOR Y EL INTERÉS SE FUERON AL CAMPO UN DÍA, Y MÁS PUDO EL INTERÉS QUE EL AMOR QUE TE TENÍA?

Cada quien puede construir la mejor respuesta ante tal inquietud o posibilidad. Y es por eso por lo que, como recursos alternativos, surge la propuesta de promover formas de unidad entre los venezolanos  o de, al menos,  ese 85%  que, según se entiende, puede manifestarse coincidente  alrededor de una propuesta de Paz, Democracia, Seguridad Jurídica y Progreso.

¿Acaso es una manera de soñar en una desesperada situación por la propia escasez de liderazgo que exhibe el país?. La necesidad existe y las oportunidades no siempre se multiplican. Y urge  presentar un proyecto de recuperación económica y de REFUNDACION como lo propuso la Conferencia Episcopal Venezolana. Fue hecho con base en  soluciones factibles para el país y sus ciudadanos, y que posibilite, además de estimular la ayuda y colaboración internacional que esté dispuesta a ofrecer beneficios de explotación para todas las partes. 

Se convierte en oportuna la cita de la famosa frase  que hoy retumba en Venezuela , y relativa a que » ES LA ECONOMÍA, ESTUPIDO». La misma que fue  puesta en boga por el asesor de Bill Clnton, James Carville, durante su campaña electoral  en  1992 contra George Bush, Padre, y que lo llevó a convertirse  en Presidente de los Estados Unidos. 

Sin pretender convertir las reflexiones en excusas de jueces que administren culpas o   inocencias, ya  que para eso están los tribunales nacionales e internacionales, sólo se puede señalar que, en Venezuela, ya han transcurrido 23 años de fracasos y de destrucción continua.  Y que el propósito de hoy no puede seguir siendo un sistema malformado  para continuar atizando odios y destrucción. El 85% de la población está, más que clara, en que los responsables están en ese minoritario 15% restante, como consecuencia de los múltiples errores cometidos por los del régimen, como por los de los partidos de la oposición. Y que  los únicos paganos han sido el resto de los venezolanos, es decir, el 85% de siempre.  Mejor dicho, de  civiles, militares y fuerzas policiales, en marchas y protestas de ambos lados. Acudieron fielmente al llamado, y, con tantos errores, pagaron hasta con sus vidas y desgracias institucionales.  

Hoy le corresponde a ese 15% dar un paso con conciencia y gallardía. Darse tiempo para reorganizarse y reconstituirse democráticamente. Y dejar que sea, en esta terrible coyuntura histórica, la Sociedad Civil la que se manifieste. Asimismo, que lo hagan todos, apoyados por las Organizaciones Internacionales ONU, OEA Y CE, llenas de gente preparada, con amplia experiencia y honorabilidad intachable. Hoy sólo ellos pudieran ser los que organicen unas elecciones libres y generales con un Conseho Nacional Electoral y un Tribunal Supremo de Justicia totalmente independientes e imparciales.

De igual manera, que tanto el régimen como la oposición, nominen sus respectivos candidatos a la Presidencia. Y que, cada uno,  y no un enjambre de candidatos, con  caras nuevas, formación profesional y amplia experiencia y honorabilidad intachable, haga posible lo que necesita el país: construir respuestas serias. 

Desde luego, tales candidatos deberían ser portadores de una respuesta a las necesidades, respondiendo al hecho con la presentación de programas y de propuestas de gobierno, con juramento y compromiso público de cumplimiento. Tendrían que estar dirigidos a  dirigir y refundar al país, además de insertarlo en el mundo económico  del desarrollo, del progreso,de  la  seguridad jurídica y pacificación del país. 

El precio del barril de petróleo está hoy en $140 y se incrementará mucho más por sobre tales montos. Se convertirá en la oportunidad de oro para que Venezuela logre su recuperación, y que los venezolanos puedan reconstruir al país e ingresar en el gran concierto internacional de países desarrollados y progreso. Además de acabar con la pobreza, priorizar la educación, la seguridad y la salud. Y aspirando a que, en corto tiempo, se pueda lograr, al menos, la recuperación de lo que producía el país hace 23 años, es decir 3 MILLONES DOSCIENTOS MIL BARRILES DIARIOS.

¿Se pudiera alcanzar ese nivel de producción?. ¿Cuál, teóricamente, pudiera ser el nivel de ingresos?. Venezuela no puede perder esta única y brillante oportunidad, menos apelando a acusaciones entre unos y otros. No es la lluvia de acusaciones lo que hará los cambios. Tampoco la promoción interesada, entre supuestos buenos y presuntos malos, con el fin de impedir acercamientos, y en momentos cuando lo que se requieren no son  distanciamientos. 

Definitivamente, el momento no es de más destrucción, de más ruina y odio. La belleza de Venezuela no es una mentira; es una realidad que demanda vocación y disposición a los esfuerzos.

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