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Cuando ser irresponsable se hizo hábito

No hay duda de que el mundo ingresó a una fase de la involución política. Sólo que ésta, un tanto semejante con anteriores, está dominada por un caos bastante particular. Por el caos que induce la anomia a manera de efecto debutante. Caracterizada por conflictos políticos, sociales y económicos, al mismo tiempo. Conflictos que dominan los escenarios de la vida. Y desde cualquier rendija, son fáciles de advertirse por su magnitud y consecuencias. 

Pero no por eso, el hombre ha dejado de tener la fuerza que necesita para vencer sus complicaciones y avatares. Pues como escribía el poeta chileno, Vicente Huidobro, “el verdadero vigor reside en la cabeza”. A lo cual debería agregársele que también habita en la voluntad, en la espiritualidad y en la energía que las emociones suelen despertar.

Prueba esta de cuánto puede el hombre resistir. A pesar de las contingencias a las que se ha visto al ser humano combatir, en los tiempos de pandemia que le ha tocado padecer. A sabiendas que, recientemente, esta pandemia hizo una cruel demostración de su capacidad para arrasar con importantes grupos etáreos y étnicos regados por toda la superficie del planeta. 

A decir de reconocidos estudiosos del referido problema, laborando desde la Organización Mundial de la Salud, OMS, esta pandemia blandida por un agresivo virus denominado COVID-19, dada la caracterización genómica del SARS-Co-2, ha causado un retroceso del progreso alcanzado. Según lo explicado por representantes de la OMS, “en sólo 2 años, hemos retrocedido casi tres décadas”. Relación ésta hecha con base en lo que se ha conocido en materia de polio y sarampión. Igual, de la difteria y fiebre amarilla.

Aunque en medio de las conmociones que estas situaciones de caos provocan en las reacciones del hombre, es propio de hablar en nombre de la verdad. Es parte del apostolado que la comunicación busca concienciar mediante su teoría. Por resta razón, es fundamental regar las realidades de esperanzas capaces de enfrentar los malos augurios que disemina la improvisación, la inmediatez y la falta de escrúpulos al momento de girar un comentario.

Implicaciones del problema en cuestión

Con este exordio, vale detallar que según las respuestas de la OMS, se ha continuado respondiendo a las necesidades emergentes para detectar, rastrear y frenar la propagación del COVID-19. En esta dirección, los distintos gobiernos del mundo más afectados por la ola de la aludida pandemia, han actuado con la mayor eficacia posible que ha requerido contener o serenar el respectivo caos pandémico.  

Mucho se ha conjeturado sobre los problemas que esta pandemia ha comenzado a plantar en los terrenos de las crisis. Tanto, como ha dejado inadvertido ciertos comportamientos que pusieron a temblar valores morales y éticos que han preocupado al hombre en términos de la convivencia. Pero también, en detrimento del sustento de la vida normal de organizaciones cuyo desempeño ha sido llevado por la motivación, persistencia y capacidad del ser humano. Y del saber acumulado y ejercido. Vale aludir a la responsabilidad, como valor, principalmente.

Se ha dicho que “nada volverá a ser como antes una vez superada la crisis del Coronavirus” lo cual evidencia una posible verdad que pareciera ser catastrófica en términos de su carácter envolvente. Aun cuando el individualismo y algunos de sus sentimientos asociados como la envidia y el egoísmo, volverían a prevalecer sobre el sentido de humanidad. Atropellando de ese modo, a la solidaridad y a la generosidad. Lo cual hace lucir de indudable factura, que el mundo será víctima de cambios no del todo agradables. Mucho menos, satisfactorios. 

Por ejemplo, la atenuación que ha comenzado a causar viraje sobre los efectos orgánicos de la pandemia, y que han derivado en decaimientos de salud, ya no son semejantes con los trastornos que desde el principio ocasionó. A modo de contraparte, cabe referir a todo aquellos que ha implicado horarios, dedicación y entrega al trabajo. Especialmente, en el ámbito laboral de las empresas públicas. 

Aunque no escapa a esta censura, sectores trabajadores, empleados por organizaciones, corporaciones y establecimientos del sector privado. Pero que igual, compromete el trabajo en instituciones educacionales y religiosas, que en nombre de la pandemia, se vieron afectadas por el control represivo de regímenes políticos que se arrogaron potestades que infringieron derechos humanos fundamentales.

Ahora pareciera que la irresponsabilidad se tiene como criterio al momento de concebir el significado del trabajo. Esto ha dejado ver que las circunstancias pandémicas, han dejado de reconocer un cierto respeto a los compromisos y consideraciones que encauzan la actividad laboral. En cualquiera de sus manifestaciones. 

De hecho, el confinamiento se convirtió en una medida de fundamento sanitario que luego se transformaría en justificación para faltar al trabajo. Más aún, cuando el indignante “confinamiento” logró convencer a muchos de ser una medida de prevención sanitaria. Cuando lejos de eso, se tornó en una forma de deformar la significación de valores morales y éticos. 

La mutación que en los valores se dio, hizo que los mismos se transformaran en causales de desarreglo de organizaciones. O peor aún, para afectar la teoría de organización sobre la cual se cimientan procesos de ordenamiento de importantes ciclos de trabajo. Y ahí, justo en el centro de dichos valores, como siempre, ha estado la “responsabilidad”. Pero que ahora se ha visto descompuesta en su carácter como fundamento de la política laboral. 

Por causa de dicha pandemia, el ser humano se vio más confinado para atender sus razones de vida. Incluso, se recogió más. Al extremo, que hizo de tan paradójica medida de “confinamiento”, una burbuja en la que se encerró junto con sus ideales. Así olvidó importantes responsabilidades que daban sentido a su vida. 

Y cayó en la tentación y sugestión de mirarse a sí mismo. Pero ayudado de un espejo bastante desperfecto. Y esto, ha estado produciéndole una presunción alterada de la vida respecto de los compromisos que, anteriormente, le infundieron forma a sus proyectos y hasta a su filosofía de vida. Todo eso hizo que su mundo se entumeciera. En consecuencia, ese mismo ser humano, quedó atrapado en un embrollo que su conciencia ha sido capaz de falsear en desmedro de sus responsabilidades contraídas. Fue lo que muchos individuos, en el curso de la pandemia, comenzaron a vivir. Inclusive ahora, en sus tiempos contiguos. Es decir, cuando ser irresponsable se hizo hábito.

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