Cuando las palabras pierden su significado
Al igual como ocurrió después de la elección de Macri en Argentina, cuando fueron dados a conocer los resultados de las elecciones del 6D en Venezuela, diversos medios de comunicación europeos volvieron a repetir la misma letanía: “la derecha conservadora ha vencido a la izquierda socialista”. De acuerdo a esa información el público imagina que los habitantes de la parroquia 23 de Enero (Municipio de Caracas), al votar mayoritariamente en contra de Maduro, son magnates capitalistas, derechistas y conservadores.
Evidentemente, con la proyección de conceptos que en algún momento tuvieron vigencia en sus países, los medios de comunicación europeos no solo informan de modo falso. Se trata de algo peor: ellos mismos demuestran no entender el mundo en el que habitan. Hecho grave: en la desconexión de las palabras con sus significados actuales yace el principio de toda patología.
Al aplicar la clásica dicotomía izquierda- derecha para informar sobre América Latina, los medios europeos desconocen su propia realidad. Esa es la razón por la cual no logran entender las dimensiones de las amenazas reales que se ciernen sobre Europa.
Esas amenazas son principalmente cuatro: la guerra declarada por ISIS a Occidente, las migraciones que provienen de la región islámica, el aparecimiento de fuertes movimientos neo-fascistas y las pretensiones expansivas que provienen de la Rusia de Putin.
¿Son las milicias del ISIS de izquierda o de derecha? ¿Son los refugiados de guerra de izquierda o de derecha? ¿Son los neofacistas de izquierda o de derecha? ¿Es Putin de izquierda o de derecha?
Evidentemente, habría que estar loco para entender a todas estas amenazas de acuerdo a los esquemas ideológicos binarios heredados de la Guerra Fría. ¿Por qué insisten entonces los medios en dar a conocer todo lo que sucede en América Latina de acuerdo a una contradicción izquierda-derecha que solo cubre una porción mínima de la realidad de sus países?
La respuesta parece ser simple: América Latina se ha convertido en el último refugio ideológico de las antiguas izquierdas y derechas europeas: un simple espacio de proyección de ideologías desconectadas de toda realidad inmediata.
Resulta ya cansador explicar que lo que ha sido derrotado en Argentina no fue la izquierda sino un gobierno autoritario que utiliza los métodos mafiosos de un peronismo que nunca fue de izquierda. Que el de Macri no es un clásico movimiento de derecha sino un intento para ampliar las relaciones democráticas y civiles en su país. Que la millonaria Cristina no es la versión femenina del Che Guevara. Que la retórica antimperialista de Maduro esconde un proyecto militarista dictatorial. Que gran parte de la oposición venezolana adhiere a un programa democrático social. Que el capitalismo hotelero de Raúl Castro no es un proyecto de la izquierda cubana sino un medio para la conservación en el poder de la última dictadura militar latinoamericana.
Definitivamente el ser humano parece estar condenado a utilizar palabras de ayer para entender la realidad de hoy. Y si tomamos en cuenta que la realidad solo puede ser configurada con palabras, la conclusión no puede ser más pesimista: nuestra realidad es fantasmal. En ese punto los computadores nos superan.
Si Windows 8 ya no nos es útil, adquirimos un Windows 10. Pero si el programa ideológico bidimensional heredado de la Guerra Fría ha sido superado, no encontraremos en el mercado ningún programa multidimensional para sustituirlo.
Por cierto, Dios nos regaló un programa de autoprogramación (el pensamiento). Lamentablemente, la mayoría de los informadores políticos –y no solo europeos- lo mantienen desactivado.