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Cuando hablan las frustraciones

Pareciera una paradoja referir que “nadie puede ser como no es”. Ese problema lo padece una sociedad cuando las frustraciones hablan. Cuando las frustraciones adquieren voz propia.

El desarrollo de la vida no debe incitarse con base en actitudes que no se corresponden con la esencia de cada quien. La vida no se calcula a instancia de lo que el poder político decide en aras de lograr la perfecta manipulación del individuo. Es práctica común de regímenes autoritarios. De dictaduras y tiranías.

Para la RAE, el término “frustración” lleva al concepto de “frustrar”, el cual es indicativo de “privar a alguien de lo que esperaba”. O sea, de “ dejar sin efecto un propósito contra la intención de quien procura realizarlo”. Por eso, la frustración bien representa el capricho de la oportunidad pues así, disimuladamente, traba cualquier aspiración de vida.

La frustración en la “perspectiva política”

La política, tiende a causar frustraciones cuando sus implicaciones intentan solapar propósitos con realidades generando de esa manera confusiones que, a su vez, terminan creando decepciones. Y que muchas veces, son difíciles de lidiar. Problema este tan serio y peligroso, que es capaz de truncar proyectos de vida y dejar en un vacío emocional a cualquiera que, en principio, haya sido encausado o engañado por una determinada ideología.

Crearle ilusiones a cualquiera, posiblemente no tiene ningún valor económico. Pero el hecho de entusiasmar (engolosinar) , no tiene precio. Porque posee la capacidad de empoderar fácilmente al más astuto. Lo cual compromete determinaciones que podrían terminar siendo motivo de graves desencantos. Incluso, de depresión. O sea, de frustración.

Cuando la política moviliza el proselitismo como recurso, criterio o instrumento de alistamiento, blanqueo y captación de emociones y sentimientos, su praxis incurre en un error de embrollados, perjudiciales y delicados efectos. No sólo, consecuencias que afectan disposiciones. Sino también, aspiraciones, planes y objetivos personales.

Algo más

Sucede que la política es estimulada desde las emociones pues es el camino más corto y fácil para lograr el propósito de seducir ideológicamente a quien caiga en la trampa. Ello, de ser captado políticamente por la causa expuesta en forma de promesa.

La política debe incitarse desde la razón. Con base en la apertura del pensamiento que compete al conocimiento, formación e intelectualidad de la persona en toda su condición. Lo contrario, es una violación al derecho de toda persona a disfrutar de la libertad de conciencia y a manifestarla respeto del derecho de otros a ejercerla igualmente. Asimismo, al derecho a expresar libremente opiniones, ideas o pensamientos de viva voz.  De participar libremente en los asuntos públicos. De protestar o impugnar consideraciones que conculquen libertades, etc., etc.

Cabe acá referir ciertos derechos que son vulnerados frecuentemente toda vez que el poder político se aprovecha de recursos que supuestamente son de su ámbito demagógico  para seducir a una población carente de cultura política sólida. Pero por el incumplimiento del compromiso dado mediante la palabra, a través de la narrativa populista, termina generando frustraciones. Que, naturalmente, se convierten en crasas desilusiones capaces de restarle el apoyo necesario a un ejercicio de gobierno. Es decir, a un ejercicio de política.

Y ahí, precisamente, ocurre el acto que inmola ideales de vida pues provoca se deslustren sentimientos que, obviamente, acarrean desagrados, indignaciones, pesadumbres, dudas, desconfianza, incertidumbre contradicciones y alejamiento o abandono.  Tan contrariado momento, se suscita cuando la población padece de un fiasco político en la mitad de terribles y angustiantes situaciones. Aunque es inaudito que las frustraciones no sean objeto de medida del fracaso de un ejercicio de gobierno. Sin embargo, el problema podría aportar información importante. Más, porque es ahí donde y Cuando hablan las frustraciones.

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