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Cuando el liderazgo presume de “eterno”

El liderazgo es una condición difícil de comprender. Más, al concebirse desde las distintas situaciones que configuran el devenir del hombre en términos del poder que necesita para dirigirse hacia metas predeterminadas. Pero sus propósitos deben atender su arraigo en lo político, social, económico, cultural, religioso, académico, entre otras condiciones. Y esto, sólo puede asentirse considerando el tiempo en que suscribe sus capacidades, visión de la vida, potencialidades y modo de actuar de cara a las circunstancias dominantes.  

De manera que el liderazgo no es una virtud que calza donde mejor consigue un espacio donde pueda provocar una acción específica a las exigencias que demandan la situación en cuestión. Un líder político, no necesariamente podría ejercer el mismo liderazgo en un ámbito bastante alejado del suyo.

Si por liderazgo se entiende al conjunto de cualidades personales capaces de inspirar actitudes en el modo de ser y de actuar de un colectivo, su ejercicio requerirá razones cuyos efectos impliquen reivindicaciones relacionadas con el ámbito del conocimiento en el cual se fijan los objetivos a ser alcanzados. Igualmente, relacionadas con la forma en que la motivación sea incitada. Ambos componentes, conocimiento y motivación, no podrían expresarse al margen del tiempo y espacio en el que el liderazgo pretende aplicarse. Los resultados serían contraproducentes del propósito en curso.

Una situación abusada

Esta opinión, vale como prólogo al discurso que busca estructurarse en las líneas siguientes. Con la explicación  que a continuación se explayará, se intentará afianzar una hipótesis marcada por el problema dado entre liderazgos aplicados en situaciones similares. Pero sujetos a tiempos y realidades diferentes. Los resultados arrojados, desde luego varían. De esa manera, podrá demostrarse que la variabilidad del estilo de liderazgo respecto de los resultados propios de cada situación.

En principio, la explicación a dicho propósito, busca convencer que el liderazgo no es prerrogativa del concepto de poder. Y que, según Max Weber, se basa en la capacidad ejercida para influir en una situación. Pero en el caso del liderazgo, debe contarse con ciertas habilidades y decisiones complejas que deben ejecutarse para atender necesidades organizacionales de cara al logro de metas y objetivos firmes. 

Justo acá estriba la diferencia que reviste el liderazgo en términos del tiempo y espacio a los que remiten las coyunturas. Y desde luego, en relación con las destrezas del líder para actuar en concordancia con la motivación que maneje frente a la posibilidad de inducir los cambios deseados en un contexto de relaciones interpersonales.

El momento presente que en la actualidad experimenta cualquier realidad, no necesariamente será igual al forjado tiempo atrás. Luce difícil desde el presente, modelar el comportamiento de una organización cuya conducta va a verse sujeta a variables circunstanciales, prolíficas en número. Pero además, fecunda en reacciones individuales.

Este problema da cuenta de la dificultad o improbabilidad que un liderazgo específico llegue a marcar la situación definida por otro liderazgo. Bien sea en cuanto al tipo, calidad o condición pues se trata de liderazgos que, por razones de temporalidad y aplicación, son diferentes en cuanto a estilo, concepción y praxis. Las realidades que en tiempo pasado pudieron experimentarse, son de absoluta improbabilidad que pudieran haberse vislumbrado en tiempo pasado.

Hipótesis demostrada

Los efectos de un liderazgo, son incapaces de comprometer variables desconocidas. No pueden atribuirse a la motivación y habilidades de una persona que además de no existir por razones naturales de vida, no pudo poseer las capacidades de adelantarse a su época para conservar (en el tiempo) un estilo de liderazgo que determine el comportamiento de la organización en la cual el referido líder ancló su liderazgo.

Resulta absurdo o de sumaria ingenuidad, creer que “el presente que vivimos hoy es el futuro que percibía el líder hace muchos años”. Ninguna organización podría garantizar de modo absoluto su acoplamiento actual a lo que le fue infundado tiempo atrás por vía de un liderazgo ocasional. Específicamente, en lo que refiere al comportamiento que sostiene, a consecuencia del estilo de liderazgo del cual fue objeto.

Son realidades diferentes que caracterizan cada tiempo la conducta de toda organización. El funcionamiento organizacional depende del carácter no sólo de las personas que le imprimen vida en tiempo presente. O que lo hicieron. Sino también, del carácter de tecnologías de toda índole que configuran el andamiaje de los procesos a los cuales se supedita la dinámica organizacional. O porque le dieron formalidad a la organización tiempo atrás. Lo cual hace ver que el liderazgo, por más enfático y amplio que pueda ser, jamás podrá ser perdurable pues las condiciones que priman su entorno, son variables.

Con la fundamentación expuesta, ha podido razonarse la demostración de la hipótesis que en principio fue referida. De manera que la vía metodológica seguida por esta disertación, aunque totalmente empírica, ha querido revelar el problema que simboliza el caso de  cuando el liderazgo presume de “eterno”

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