Críticas a la dolarización
Miguel Méndez Rodulfo
Se ha abierto en la opinión pública un debate sobre la conveniencia o no de dolarizar la economía venezolana. Los que están a favor, básicamente argumentan que es el camino más directo para abatir la hiperinflación que es el mayor de nuestros males, lo cual no es poca cosa; en tanto que los que están en contra argumentan que tal medida no es una panacea, que no es una fórmula contra todos nuestros males, ni es la única medida necesaria para enrumbar la economía. La verdad es que si uno pone atención, quienes plantean que hay que dolarizar en ningún momento hablan de una panacea, ni de una fórmula milagrosa, ni de una única medida; esto lo sostienen los adversarios, los cuales aprovechan para poner en boca de los “dolarizantes”, planteamientos que ellos no esgrimieron. Con lo cual el debate cae en una guerrita en la que todo vale, cuando no debe ser así.
En un foro sobre la dolarización efectuado recientemente en la Unimet, hubo posiciones de un lado y de otro, pero es justo destacar la opinión de José Guerra al respecto: “La dolarización es la medida más dura. La economía está dolarizada de facto o de manera parcial, pero tenemos todas sus desventajas y ninguna de sus virtudes. A estas alturas yo estoy abierto a cualquier cosa con respecto a la dolarización. Esta crisis no se puede resolver a punta de devaluaciones y esta hiperinflación no se puede atender con políticas económicas convencionales”. En análisis periodísticos posteriores se cuestiona la postura dolarizadora con argumentos como: “…Se desecha que, a la par de la emisión de bolívares, otras variables intervienen en el alza de precios, como la poca oferta en el mercado interno, la especulación como subjetividad derivada del rentismo, la economía venezolana estructurada en la cartelización de precios mediante oligopolios y monopolios, y en los actuales momentos, una puja distributiva por bienes de consumo masivo. Desconocer la subjetividad del rentismo y los resultados de una economía históricamente parasitaria y dependiente de la renta, es para los partidarios de la dolarización imponer la «solución mágica» de erradicar la emisión de bolívares, como si fuera la única causa de la inflación”.
Como se notará, luego de una atenta lectura al párrafo anterior, la argumentación esgrimida es insustancial, etérea, críptica y teórica. Cuando uno trata de entender el sustrato de las críticas que se le hacen a la dolarización, encontramos desde posturas ideológicas, pasando por posiciones de defensa de intereses, hasta la mera enunciación del “no me gusta”. El rechazo a la medida es muchas veces emocional, porque es una acción audaz, que rompe paradigmas y que genera en los timoratos un gran temor al cambio. Prefieren aquello de mejor malo conocido que bueno por conocer, algo que en el mundo de hoy es una rémora para avanzar hacia el progreso, porque el cambio es vertiginoso. Otro argumento manido que sale a relucir es que la dolarización acabaría con los programas sociales. La pregunta que uno se hace es ¿de cuáles programas sociales estamos hablando? Porque no me vengan a decir que las pírricas bolsas de comida que se reparten cada dos meses, son un programa social. La verdad la dolarización no tiene que ver la política social, pero creo que no hay manera de que en la transición humanitaria de los primeros seis meses de un nuevo gobierno democrático, se va a tener que distribuir medicinas y alimentos, con dolarización o sin ella.
Como hemos dicho hasta el cansancio, la dolarización implicará una política monetaria, pero habrá una política fiscal, una política social, una política ambiental, una educativa, etc., etc. De manera que gobernar es un arte y coordinar armónicamente las diferentes políticas es el camino al desarrollo.