Cría cuervos…
Es un procedimiento no desprovisto de crueldad que exalta en el fiel y noble animal su ancestro salvaje. Lo que nunca se puede asegurar es que éste alcance plena capacidad para distinguir a quien atacar, porque una vez exacerbada su ferocidad, se dice que es un instinto que necesita ser satisfecho tanto como el hambre y puede conducir a graves equívocos.
Por analogía, en el ser humano, “bueno por naturaleza” según J.J. Rousseau, también se puede sembrar la ferocidad. A diferencia de los perros, la capacidad para atacar y matar se complementa con armas y otros recursos que elevan su poder agresivo. A comienzos de los años treinta, el Tercer Reich dispuso entrenar bandas para intimidar, disuadir y someter a opositores judíos, social demócratas y comunistas. Esta fuerza de choque creada por Hitler eran los llamados “Camisas Pardas”, reclutada entre desempleados y maleantes, fueron dotados como un ejercito paralelo. Pero su número y poder se desbordaron en abusos despertando los celos del ejercito regular. Se convirtieron en una amenaza para el propio régimen. Cortando por lo sano, el Fuehrer dispuso una razzia de la temible SS de Heinrich Himmler contra los Camisas Pardas que concluyó en la famosa “Noche de los cuchillos largos” que dejó centenares de muertos en las filas de aquella despiadada fuerza de choque.
En nuestro país, el Socialismo del SXXI, de inspiración mas fascista que socialista, revivió esa practica vergonzosa del SXX con la creación de los llamados colectivos. Hoy, por su ferocidad incontrolada, la historia de los cuchillos largos se repite contra quienes ayer eran mimados por el comandante eterno y ahora son calificados como delincuentes.