Corralito 2.0
El bobo voluntario que funge de primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, en un intento de justificar la reducción de los dólares para viajeros, explicó que son «medidas aplicadas para resguardar las divisas del país». Y, en eso, tiene razón. Claro que mejor para ese propósito hubiera sido no malgastar el erario completo, ni escamotear las reservas, ni endeudarse hasta la coronilla para asegurarle el triunfo en unas elecciones a un muerto. La sandez fue lo que añadió: “ya creció la economía (…) y hay que aplicar nuevos correctivos para poder enrumbar definitivamente a Venezuela hacia la potencia económica”. ¿En qué país vive ese idiota? O, mejor, ¿es que ese zafio cree que nosotros somos iguales que él, que no nos damos cuenta de que la economía NO ha crecido sino que la han tirado barranco abajo? ¿Por qué, más bien, no se erige en el primer rojo que admite que, con sus desacertadas medidas económicas, la compradera de amigotes y el latrocinio “socialista” llevaron al país a la grave situación actual?
La fulana Providencia 011 solo es otra medida de acorralamiento a la que se somete a la nación. La negación de divisas para importar medicinas, repuestos, insumos industriales y demás recursos esenciales para la vida del país es otra. La falta oportuna de pagos por las deudas y demás compromisos adquiridos por el Estado es otra más. Y así pudiera seguir, pero creo que con esos ejemplos basta. Lo cierto es que quieren que el festín de Baltasar que ellos disfrutaron (y disfrutan) lo paguemos los ciudadanos de a pie. Pero, al igual que en el de la Biblia, los enigmáticos “Mené, tekel, ufarsin” ya aparecieron escritos en la pared. Y el precio lo han de pagar ellos. Pero, mientras llega ese día (que llegará), siguen instaurando un “corralito” como el que sufrió Argentina en el 2001, pero modernizado.
Por allá consistió en la restricción de los retiros en efectivo y la prohibición de las transferencias al exterior. Eso llevó al cierre de bancos, la paralización del comercio y el crédito, y a la asfixia de la economía, esenciales para la supervivencia de la población. Los argentinos se defendieron llevando sus ahorros a los bancos del vecino Uruguay, causando una corrida bancaria terrible. La situación originó una inestabilidad política que obligó a De La Rúa a renunciar, y el mundo observó estupefacto el relevo, en menos de diez días, de tres presidentes en la Casa Rosada. Al tercero no le quedó más remedio que declarar el default de la deuda. Esa cesación de pagos todavía pesa sobre Argentina y a la Kristina como que le va a tocar entregar el mando sin haber logrado salir del lío de los “fondos buitre”.
Nuestro corralito es tan rudo como ese, pero estando en la era de la informática, pasa por la digitalización. Igualito que lo que sucede con nuestras libretas de racionamiento —que no son los cuadernitos que empleó el Chile de Allende y todavía padecen los cubanos— sino que es con capta-huellas. O sea, un corralito 2.0.
Es verdad que con los cupos de Cadivi hubo abusos —Según dicen, casi todos manejados desde dentro del aparato gubernamental—, pero, ¿por qué tenemos que pagar todos por culpa de algunos avivados? Pues porque los rojos lo hacen todo a la machimberra, sin analizar las mejores formas de acción, ni sopesar las consecuencias negativas de sus maquinaciones. Y porque no padecen por la falta divisas. Ellos disponen de las partidas secretas y de la discrecionalidad excesiva que propició el difunto fallecido con sus presupuestos paralelos. Por eso Mari Pili tiene el tupé de tuitear que “Deberían eliminar totalmente el cupo de viajeros”. Pero cuando ella viaja, va buchona, y sin pasar por la ordalía de llevar carpetas al banco ni intentar la ímproba tarea de meterse en el portal de Cencoex. ¡Que tuitee algo referido a la runfla de parásitos —con doble incluido— que el colombiano llevó de comparsa a Panamá con pasajes, viáticos y gastos pagos!
Se me acaba el espacio y me falta decirle algo a Tarek W. Saab, un personajillo que se vendió en la década de los 90 como “defensor de los derechos humanos” pero que después que disfrutó del poder no los volvió a mencionar; mucho menos, defender. Hasta ahora cuando dizque es “defensor del pueblo”, pero que sigue la senda trazada por quien no se iba a morir nunca: defender al gobierno, Para eso, la semana pasada, justificó que se deje sin divisas a los estudiantes venezolanos en el exterior. Y, como es de rigor, metió un argumento envenenado: que “alrededor de 60% de los estudiantes no regresó al país”. ¿Y por qué tienen que regresar? Una cosa eran las becas Gran Mariscal de Ayacucho, en las cuales era el Estado quien pagaba estudios y estada; el becario adquiría una deuda legal y moral de resarcir lo que se había erogado para su mejoramiento. Otra cosa, muy distinta, son los que están estudiando por cuenta de sus padres —quienes deben pagar por adelantado unas divisas que, en el mejor de los casos, llegan con 2-3 meses después de la cancelación— nadie puede obligarlos a venir a desemplearse (pronominal que acabo de inventar) y a sufrir dificultades. Mejor se quedan y, desde allá, mandan parte de sus ganancias a sus padres, que bastante se fregaron por ellos…