Cordero turco y gusanos bolivarianos
El glotón es el sujeto menos estimable de la gastronomía,
porque ignora su principio elemental: ¡El arte sublime de masticar!
Honoré de Balzac
De regreso de China, donde fueron a pedir más dinero prestado y lo que recibieron fue consejos capitalistas para un buen gobierno, al Robusto Guasón y a la catira Primaria Combatienta les dio hambrecita, instruyeron al capitán de la aeronave presidencial que cambiará el rumbo y aterrizará en Estambul, donde irían a comer en un lujoso restorán turco recomendado por sus amigotes argentinos. Dicho y hecho.
Hambrienta la pareja llegó al sitio de marras y fue atendida por su adulante dueño, quien con gestos cantinfleros sirvió la abundante comida, en la que destacaban unas jugosas, tiernas y rosadas chuletas de cordero, así como otros platillos de la mejor carne de vacuno turca; los comensales manducaron con voracidad la copiosa ración, finalmente, fumando un puro cubano, el Robusto Guasón pidió la abultada cuenta que debió cancelar en verdes dólares americanos y no en Petros que no le aceptaron. La catira consorte exigió los huesos y las sobras para al regreso al hogar presidencial cocinar unas caraotas rojas – rojitas con tropezones de la mejor carne turca.
Cuentan los allegados a la pareja, que ambos quedaron como boas constrictoras, y durante tres días y tres noches estuvieron haciendo la digestión de la cara y costosa pitanza.
En otro sitio de la derruida capital bolivariana, en la otrora impoluta y muy profesional Maternidad Concepción Palacios, nominada así en homenaje a la madre del único libertador de Venezuela, en la que vinieron al mundo insignes venezolanos, la realidad era otra no muy distinta a lo que penosamente ocurre en otros hospitales públicos destruidos en socialismo.
De acuerdo con la evidencia recogida por médicos de la maternidad, como consecuencia de la falta de productos de limpieza: lejía, cloro y otros detergentes Industriales, la sala de emergencia del sanatorio ha sido literalmente invadida por repugnantes gusanos que se pasean a sus anchas por el piso, pos las deterioradas camillas y los vencidos colchones. Anidan en los frascos donde se guardan los pocos instrumentos quirúrgicos que van quedando y amenazan con extenderse por todo el ámbito del hospital.
Los galenos denunciantes ocultan su identidad, a fin de no ser acusados de golpistas y desestabilizadores: no quieren disfrutar de las comodidades de las ergástulas del Helicoide o de Ramo Verde.
Esta dramática realidad evidencia que los venezolanos nacen, viven y mueren …sin la necesaria dignidad de seres humanos.
¡CHÁVEZ VIVE, MADURO COME…VENCEREMOS!