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Consecuencias de la baja del petróleo

De continuar la acentuada reducción de los precios petroleros que se ha producido desde julio a esta parte, la economía venezolana se verá severamente afectada, ya que hoy más que nunca ella depende de la renta que percibe por sus exportaciones de hidrocarburos. Como decía en el último artículo de esta columna, múltiples expertos piensan que los menores precios llegaron para quedarse, no debiéndonos cifrar grandes esperanzas de que en los próximos meses éstos se recuperarán. De allí que sea válido que nos preguntemos qué consecuencias podría sufrir Venezuela de materializarse esas previsiones de menores precios, y qué efectos negativos se han producido hasta ahora.

Tradicionalmente, una reducción de los precios petroleros deteriora las expectativas económicas, afianzándose el convencimiento de que escasearán las divisas, lo cual se traducirá en devaluaciones y en encarecimiento de los productos foráneos, agravándose el problema inflacionario. Eso lleva a los agentes económicos a protegerse a través de la adquisición nerviosa de dólares antes de que éstos aumenten de precio, lo cual contribuye a acelerar y a acentuar su encarecimiento. De hecho, el tipo de cambio libre ha mostrado un sostenido e intenso aumento durante los meses recientes, pasando de un nivel de 67 bolívares por dólar a comienzos de julio a otro cercano a los 100 bolívares en la actualidad. Lo anterior contribuye a exacerbar la avidez por los dólares controlados que vende el gobierno a precios preferenciales, ya que se generaliza el convencimiento de que esos tipos de cambio oficiales serán inevitablemente revisados, por lo que hay que adquirir cualquier cantidad de moneda extranjera que se ofrezca a esos bajos precios, muy inferiores al existente en el mercado paralelo.

Otro efecto negativo es el que se produce sobre las cuentas fiscales debido a la caída de las exportaciones. Eso lleva al convencimiento de que el gobierno se verá obligado a racionalizar sus gastos y a incrementar sus ingresos a través de ajustes en el tipo de cambio petrolero, pues así Pdvsa recibiría más bolívares por los dólares que venda, pudiendo pagar más impuestos. También surge el convencimiento de que aumentarán las tarifas de los servicios públicos y los precios de algunos productos, como la gasolina.   Estas medidas, al igual que los ajustes cambiarios, tendrían efectos inflacionarios y recesivos, desmejorando las condiciones laborales y limitando el poder de compra de los ingresos de la población.

La merma de los ingresos petroleros y la consiguiente caída de las reservas internacionales le generan dudas a los inversionistas locales y foráneos acerca de la capacidad del sector público de seguir honrando sus compromisos de deuda, particularmente de la externa, lo cual se traduce en ventas nerviosas de los bonos en moneda extranjera y en su consiguiente abaratamiento. De hecho, en los tres meses transcurridos entre el 16 de julio y el 16 de octubre el precio de los bonos de la República que vencen en 2027 pasaron de un 89,25% de su valor nominal a un 54,5%, una caída de 38,9%, y los bonos de Pdvsa que vencen en 2017 cayeron 34,9%. Eso significa un encarecimiento substancial del financiamiento externo para Venezuela, precisamente en el momento en el que más lo puede necesitar, debido a la merma de sus exportaciones y a los altos compromisos externos que tiene que atender.

Estas y otras consecuencias negativas podrían mitigarse si se redujeran los subsidios y regalos petroleros a otras naciones, si el país tuviera un elevado nivel de reservas internacionales, si se pudieran incrementar substancialmente las exportaciones no petroleras, y si se contara con un robusto aparato productivo interno que pudiera elevar la producción local y reducir la dependencia de las importaciones. Sin embargo, sabemos que esa no es la situación que se vive, razón que me lleva a pensar que las perspectivas de corto plazo no son favorables, por decir lo menos. Tiempos difíciles tenemos por delante.

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