¿Cómo han derrumbado la República?
La crisis política venezolana es peligrosamente particular. Su carácter de humanitaria acogida por la condición de “emergencia” que le imprime el caos dominante, hace de la crisis imperante el paroxismo del desmadre de la vida republicana. Esta situación ha mellado la institucionalidad sobre la cual se erige el sistema político. Y que a decir de la Constitución Nacional, está representado en la figura de un “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia”.
No obstante, tan explosivo problema, sigue exaltando actitudes no sólo de heroísmo en quienes protestan la injusticia reinante en calles, avenidas y comunidades. También, de conformismo o de aceptación por parte de quienes han dejado la dignidad de lado por prestarse a los excesos cometidos por un régimen acusado de desvergonzado, dado el quiebre ético y de moralidad que ha incitado en la población.
En el escándalo que esta aguda crisis ha provocado, está el hecho de descubrirse de cara a los ilícitos constitucionales cometidos desde su inicio en 1999. Particularmente cuando el régimen irrumpió con propuestas que reñían con la idiosincrasia del venezolano. Pero también, con tendencias asentidas y atesoradas por la jurisprudencia.
Los conflictos que buena parte de esos cometidos indujeron, trajo consecuencias que devinieron en fracturas institucionales. Estas, desde entonces, comenzaron a debilitar el andamiaje sobre el cual se depara la noción e importancia del concepto de “República”.
La Constitución sancionada en 1999, suscribió una gruesa contradicción. Fue la transgresión de preceptos constitucionales que podían imponerse mediante la progresiva concesión o delegación de facultades legislativas al presidente de la república. Desde entonces esto se permite a través de lo que la misma Constitución refiere como “leyes habilitantes”. Sin duda alguna, eso apuntó a desvirtuar la imperiosa necesidad de mantener separados los poderes públicos. Así el Ejecutivo Nacional, alineó decisiones al propósito de descuartizar la “República” mediante la concentración de atribuciones que fueron permitiéndole dominar y conculcar funciones al resto de los poderes públicos nacionales.
Fue así como la condición de “República” comenzó a desmoronarse cuando el régimen se empeñó en tergiversar el devenir del país provocando un enfrentamiento constante entre el “bien de la revolución”, y el mal de los que se oponían a su implantación.
Sin embargo, la enajenación del Estado de Derecho y en lo que cabe dentro del “Debido Proceso”, alcanzó su máxima escalada en el nivel de peligrosidad. Sobre todo, cuando el régimen asomó su rostro de tiranía desconociendo alevosamente el dictado constitucional y decidiendo arbitrariamente lo que a sus intereses conviene. Quizás, todo esto ha sido el indicio de la grosera y elaborada intención de ver, con absoluta desfachatez ¿cómo han derrumbado la República?